Ir al contenido

Por el barrio de Las Salesas, el nuevo punto de encuentro ‘cool’ de Madrid

En este barrio, que no tenía ni nombre propio, ahora proliferan a cada paso comercios chic de café de especialidad, cócteles de autor y arte contemporáneo, pero acecha también el peligro de morir de éxito. Por suerte, en sus calles aún resisten castizas tabernas de toda la vida y restaurantes de menú del día

Salgo del portal y me doy de bruces con un rodaje. Camiones de equipo, gente de producción cortando la calle, enormes focos y una cámara en una grúa filmando una escena en el interior de uno de los restaurantes de la calle. Esto, que en cualquier otro barrio de Madrid sería un evento extraordinario, en el barrio de Las Salesas se está convirtiendo en algo tan habitual como la apertura de un nuevo café de especialidad. Es el precio que hay que pagar por vivir en la zona más chic de Madrid (del otro precio, el real, mejor no hablamos).

Es sorprendente que un barrio que hasta hace poco no tenía ni nombre propio (era parte de Justicia) se mencione en revistas internacionales como Petit Paris y sea un must en el recorrido de foodies y discerning travelers (los que saben, en castellano). Apologies por los anglicismos, pero todo se pega, y en este barrio el inglés es casi tan habitual como el acento venezolano sifrino y el mexicano fresa, que unido al acento pijo de aquí ofrece una instantánea de “gente bien 2.0”.

La mejor forma de visualizar el barrio, que se extiende entre el paseo de Recoletos y Chueca, es desde arriba, coronando una de las mejores terrazas de Madrid. En la azotea del Club Financiero de Génova, en el edificio Colón, a la sombra de las inmensas letras luminosas que recuerdan a las azoteas de películas de Nueva York, con la ciudad a tus pies por sus cuatro costados. La enorme bandera española de la plaza de Colón parece un banderín visto desde 18 pisos de altura. En el lado opuesto de esta terraza de 360 grados, Las Salesas se muestra en todo su esplendor, con el edificio del Tribunal Supremo y la espectacular iglesia de Santa Bárbara como monumentos emblemáticos, la plaza de la Villa de París como pulmón y lugar de encuentro de los (muchos) perros del barrio, y el edificio con vecinos ilustres, como Rafa Nadal y Marta Ortega, por si había alguna duda de que este es una zona con pedigrí.

El Club Financiero de Génova, antiguo club privado, se transformó hace un par de años, cuando los “señores de los cielos” del Grupo Azotea, José Manuel García y Cristina Lasvignes —que gestionan las icónicas terrazas del Círculo de Bellas Artes y Cibeles, entre muchas otras—, tomaron las riendas de este lugar, pusieron a cargo de los fogones a Nino Redruello (chef del restaurante Fismuler), y lo abrieron para disfrute de los mortales cuyas empresas no cotizan en el Ibex 35. El club sigue siendo privado y, como concesión a sus socios, es necesario llevar chaqueta para poder acceder a este deslumbrante lugar, que cada atardecer regala una puesta de sol espectacular de la capital.

En la plaza de la Villa de París, al lado de un espacio de tierra donde se reúnen algunos franceses a jugar a la petanca, está una joyita escondida del barrio: Le Café de l’Institut français, con un coqueto jardín donde disfrutar de un exquisito menú del día lejos del ruido. Paseando por las calles flanqueadas por cuidadas fachadas decimonónicas, se llega a la plaza de Las Salesas, donde Ricardo Darín paseaba a su perro Truman en la película del mismo nombre, rodada en esta zona de la capital. En esa película, el amigo de Darín, interpretado por el actor Javier Cámara, bailaba en un pub irlandés frente a la plaza. De aquel pub solo queda el recuerdo en el filme, porque en su lugar abrió el sitio que mejor define la nueva estética del barrio: Los 33, un restaurante de carne, bar de cócteles y vinos, y local donde cada noche una cola de gente espera para conseguir una de las codiciadas mesas del bar, que no se reservan. Vinilos, gente guapa, cócteles de autor y unas impresionantes parrillas que son el corazón del local, despachando deliciosos cortes de carne y los mejores sándwiches mixtos de Madrid.

Nada es lo que parece

De este restaurante arranca la estrecha calle de Santo Tomé, milla de oro del hedonismo de Las Salesas. Un minimalista cocktail bar japonés, Masaru, a un lado, y un maximalista bar, Ficus Bar, en frente, junto a un speakeasy que, tras un escaparate de tienda de flores y el nombre Bonsái, esconde una “whiskería secreta” conocida como Jack’s Library. Unos metros más allá, una concept store de ropa, muebles y decoración oculta en su trastienda PlayBack, un karaoke clandestino con varias cabinas individuales en torno a un bar donde desgañitarse en privado. En este juego donde nada es lo que parece, James Tweed es un café-tienda de antigüedades (o al revés), donde perderse en un espacio repleto de artefactos muy del gusto de los coleccionistas victorianos. No es casual que su dueño sea el escocés Murray Lemmon, el joven emprendedor que vio el potencial del barrio antes que nadie y trasladó la sofisticación de los bon vivants británicos a sus locales (Ficus, Masaru y Jack’s Library también son suyos). La nota cañí entre tanto local moderno con toques foráneos la pone el inesperado Centro Flamenco de Madrid, una tienda y tablao donde disfrutar flamenco de verdad sin aglomeraciones de turistas.

Comer y beber con estilo son la seña de identidad del barrio. En Persimmons te puedes tomar un cóctel de autor mientras degustas una selección de platos georgianos, la cocina más de moda en Madrid. En la parrilla uruguaya Charrúa, la carne es la protagonista absoluta, y en el vanguardista Llama Inn, original de Brooklyn, de nuevo los cócteles se suman a una original propuesta gastronómica fusión con acento peruano y varios guiños al ceviche.

Todos estos nuevos lugares son el termómetro de un barrio definitivamente en la cresta de la ola. Pero el peligro de las olas es que pueden arrastrar todo a su paso, vecinos y comercios, para crear un barrio al alcance de algunos privilegiados. La mejor noticia es que, ante semejante derroche de sitios cool, en sus calles aún siguen resistiendo tabernas de toda la vida y restaurantes de menú del día, donde los que vivimos aquí llenamos la barriga. La castiza Taberna Barrutia y el 9, con sus chipirones en su tinta; la deliciosa La Tasca Suprema, con sus migas y su pisto en parmentier, y el premiado cocido de tres vuelcos del Nuevo Horno de Santa Teresa son solo tres ejemplos de que lo castizo, si es bueno, le aguanta la mirada a la propuesta gastronómica más pintada. Otro superviviente es la churrería tradicional Santa Teresa, que se codea sin complejos con los cafés de especialidad —cuatro abiertos en poco más de un año— en una calle de apenas 100 metros, despachando churros y chocolate como lo ha venido haciendo desde hace décadas. Hablando de dulces, Las Salesas siempre ha sido un punto de encuentro de los gurmés de la repostería, con La Duquesita como lugar de peregrinaje para los amantes de las palmeras de chocolate. Aux Merveilleux de Fred, la nueva pastelería belga con su obrador de cara al público, horneando sin parar cruasanes y cramiques, es una tentación más que acecha a los que pasan por su puerta.

Compras y arte por doquier

En un barrio como este, donde las apariencias importan y mucho, parece que la ingesta de dulce hay que quemarla con estilo. En el complejo Lamarca, una antigua fábrica de carruajes transformada en universo fitness, se pueden comprar outfits deportivos a precio de ropa de calle, practicar yoga, boxeo, wellness y engullir comida saludable. Se reparte la clientela con Síclo, donde legiones de jóvenes de cuerpos definidos sudan las calorías de sus matcha latte y tostadas de aguacate pedaleando al unísono al ritmo de música motivadora en una habitación a oscuras. En este mundo donde el sudor es bueno pero su olor no tanto, las tiendas de cosméticos y perfumerías son la otra gran apuesta. Marcas como Aesop y perfumerías boutique como Le Labo, nacida en Nueva York, ponen la fragancia al barrio junto con las flores y plantas que rebosan en las aceras de la exquisita floristería Margarita Se Llama Mi Amor, a la sombra de la arquitectura modernista del edificio de la SGAE. En esta misma acera está una de las tiendas más fascinantes: el atelier de abanicos del francés Olivier Bernoux, donde se hacen a mano auténticas fantasías que han mitigado los sofocos de Rosalía, Madonna o Beyoncé, entre muchas celebrities.

Y si hablamos de celebrities, cada vez son más las que, de paso por Madrid, visitan el barrio o, en el caso de Julianne Moore y Tilda Swinton durante su rodaje en la ciudad con Pedro Almodóvar, lo eligen para alojarse (en brazos del espectacular hotel de cinco estrellas Urso). Ambas patearon sus calles y, en el autodenominado Pelayo District, donde un puñado de establecimientos han dado un nuevo sentido al concepto de comercio de barrio, se enamoraron de la cerámica de La Oficial y los modernos diseños de Talavera, encargados en exclusiva por Toni Torrecillas para su tienda; escucharon recomendaciones literarias de Laura Riñón en su librería Amapolas en Octubre y aprendieron sobre artistas locales en la galería Échale Guindas. Y es que el arte tiene, por supuesto, su espacio destacado en el barrio, hasta el punto de tener una calle entera, Justiniano, con una sucesión de cinco galerías a ambos lados, donde viajar desde el arte medieval de la Galería Gonzalo Eguiguren hasta el vanguardista en la Galería Estampa.

El barrio no para. El primer sábado de cada mes se lanza a la calle como un pavo real que abre su cola y se exhibe al mundo. Aquel mercadillo modesto que empezó en la calle de Campoamor, con las tiendas locales sacando sus cosas para venderlas, es hoy todo un street market que, bajo el nombre de [The Festival], se ha extendido hasta ocupar la calle de Orellana y parte de la plaza de Santa Bárbara. Ropa, accesorios, arte… en puestos algunos a la sombra de un enorme edificio histórico en proceso de restauración. Cuando reabra sus puertas convertido en el icónico Soho House, se habrá puesto la guinda en el más sibarita de los pasteles. Puede que muchos de los actuales vecinos ya no estemos aquí para hincarle el diente.

Más información

Archivado En