Columna

Para controlar la pandemia hay que parar a Bolsonaro

Brasil ha descubierto que su presidente no es solo un golpista, también un maníaco

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, este domingo en Brasilia. SERGIO LIMA (AFP)

La pandemia del Covid-19 muestra que hay que detener a quienes corrompen la verdad y falsifican la realidad, porque ponen en peligro la supervivencia de la población. Ningún caso global es más notorio que el de Jair Bolsonaro, el antidemócrata que gobierna Brasil. Ya horrorizó a una parte de la humanidad con sus declaraciones racistas y la destrucción de la Amazonia. El domingo, demostró que es un demente al romper la cuarentena, poner en riesgo a los brasileños y no respetar las reglas de protección establecidas por su propio Ministerio de Sanidad. Bolsonaro unió golpismo, negacionismo y amen...

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La pandemia del Covid-19 muestra que hay que detener a quienes corrompen la verdad y falsifican la realidad, porque ponen en peligro la supervivencia de la población. Ningún caso global es más notorio que el de Jair Bolsonaro, el antidemócrata que gobierna Brasil. Ya horrorizó a una parte de la humanidad con sus declaraciones racistas y la destrucción de la Amazonia. El domingo, demostró que es un demente al romper la cuarentena, poner en riesgo a los brasileños y no respetar las reglas de protección establecidas por su propio Ministerio de Sanidad. Bolsonaro unió golpismo, negacionismo y amenaza a la vida en un solo acto.

Notorio negacionista climático, Bolsonaro calificó la pandemia de “fantasía” de los medios durante una visita a su ídolo Donald Trump. Estando en cuarentena por haber tenido contacto con 14 personas que dieron positivo, el ultraderechista hizo una transmisión por Facebook con mascarilla. Pidió a los extremistas de derecha que lo apoyan que, debido a la pandemia, suspendieran la manifestación contra el Congreso y el Supremo Tribunal Federal programada para el domingo pasado. Antes, Bolsonaro había estimulado y difundido la protesta. La mayoría creyó que finalmente había tenido un encuentro inesperado con la realidad y había entendido que la epidemia es real. Nada. El domingo, Bolsonaro asistió a la manifestación, en un acto explícito de golpismo, y violó las reglas de su propio ministro de Sanidad al estimular la aglomeración de personas en plena pandemia, sacarse selfies, manipular móviles de seguidores y estrechar sus manos.

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Además de enfrentar a los poderes democráticos, puso en riesgo a su propia población y dio el peor ejemplo que un jefe de Estado podría dar en este momento gravísimo. Y más: llamó “extremismo” e “histeria” a las medidas tomadas por su propio Gobierno para controlar el virus. “Este virus no es todo lo que dicen”, siguió insistiendo el lunes.

Brasil ha descubierto, en plena pandemia, que no solo tiene a un golpista en el poder, sino también a un maníaco. ¿Y ahora qué? La reacción de las instituciones y la sociedad a la amenaza que representa el déspota elegido determinará el futuro inmediato del país. Sin embargo, en un mundo globalizado, este problema no es solo de Brasil. Es un problema del planeta. La misma irresponsabilidad criminal que está acabando con la Amazonia ahora pone en riesgo el control global de la pandemia.

El Covid-19 ha mostrado el nivel de perversión que pueden alcanzar los negacionistas para mantener su proyecto de poder. Los que negaron el riesgo de la pandemia son los mismos que niegan la crisis climática. El virus posiblemente pasará, dejando un rastro de muerte. La catástrofe climática solo está empezando.

Traducción de Meritxell Almarza.

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