El sexo no es suficiente: esto es lo que nos engancha de 'La isla de las tentaciones'

Para que el público sintonice con el programa hace falta algo más, y todos los llevamos dentro

Un momento del programa 'La isla de las tentaciones'.Mediaset

Aunque parece un supuesto excéntrico, te sonará de la televisión. Cinco parejas están de vacaciones en un paraíso tropical, pero las mujeres y los hombres permanecen separados. Cada grupo disfruta de la playa dominicana en una casa con todo tipo de lujos, donde conviven con diez bellezas del sexo opuesto que buscan el amor –o lo que surja- y con las que están obligados a citarse a solas. Sí, saben que su pareja verá los tonteos, devaneos, revolcones y refriegas amatorias. Y sí, los tonteos, las refriegas, los revolcones y devaneos se suceden a un ritmo creciente en el ...

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Aunque parece un supuesto excéntrico, te sonará de la televisión. Cinco parejas están de vacaciones en un paraíso tropical, pero las mujeres y los hombres permanecen separados. Cada grupo disfruta de la playa dominicana en una casa con todo tipo de lujos, donde conviven con diez bellezas del sexo opuesto que buscan el amor –o lo que surja- y con las que están obligados a citarse a solas. Sí, saben que su pareja verá los tonteos, devaneos, revolcones y refriegas amatorias. Y sí, los tonteos, las refriegas, los revolcones y devaneos se suceden a un ritmo creciente en el reality show de moda.

¿Resistirán la tentación de ser infieles? Es la pregunta con la que uno se aproxima a La isla de las tentaciones, un programa de televisión que engancha por medio de aventuras con trasfondo erótico, pero también de las historias que toman forma con ellas. Por ejemplo, la de un hombre que propuso a su pareja ir a la isla para que comprendiera que sus celos eran infundados solo para experimentar cómo era ella quien acabó siéndole infiel.

El morbo televisivo demanda escenas como las que irremediablemente se producen cuando los concursantes repasan antes las cámaras los vídeos de los deslices de sus parejas. Pero hay un asunto más profundo que hace que los espectadores no se muevan del sofá: desean que algún participante sea capaz de enarbolar hasta el final la bandera de la lealtad. Porque si no… ¡la fidelidad no existe!

El programa es un examen a los límites de los espectadores y a su concepto de relación amorosa, y ahí es donde reside su conexión más sutil con la audiencia, la que comparte con otros formatos en los que las parejas son las protagonistas. Como en buena parte de ellos, La isla de las tentaciones da pie a un previsible debate sobre cuestiones morales como la monogamia y la honestidad. Pero también suscita interrogantes como el de si es la belleza el principal detonante de la infidelidad y si se comportan de forma distinta los y las concursantes, cuando los guionistas los colocan en circunstancias similares. Luego uno llega al borde del abismo; si aceptamos que la televisión actual es una manifestación de la cultura popular y esta, un reflejo de la sociedad, cabe preguntarse si ese incómodo microcosmos puede extrapolarse al resto de los mortales. En otras palabras: ¿actuaríamos todos igual?

Un espejo que lo convierte a uno en 'tronista'

"Un grupo de jóvenes en unas vacaciones de lujo", "actores que solo buscan ganar dinero en televisión", "unos 'tronistas". Estas ideas se repiten en las conversaciones en las que los telespectadores comentan, destripan y juzgan cada entrega del programa el día siguiente a la emisión. Son fórmulas con las que tratamos de distanciarnos de los tórridos sucesos de la isla, catalogando a sus moradores como seres inferiores o con escasos principios, carne de cañón para engañar a sus parejas. Son infieles, en definitiva, porque son superficiales. Nosotros, en cambio, tendemos a situarnos en una escala superior que nos acredita para afirmar: no lo haríamos.

¿De verdad lo evitaríamos con tanta facilidad? "A veces los atributos físicos de otra persona te parecen muy atractivos, y eso puedes percibirlo como un don para la vista o como algo a conquistar. Si además el entorno acompaña, estás relajado, con bebidas que estimulan la desinhibición y en un ambiente que facilita el cambio de pareja…, tienes que estar muy bien con tu amado para frenar los impulsos naturales", dice la psicóloga clínica Mara Cuadrado. La vuelta de tuerca de los productores del programa está en que hay momentos en los que la sensibilidad está a flor de piel, y es lo que distingue a los concursantes: fueron escogidos en un casting porque atravesaban una fase de transición.

"Hemos buscado perfiles de parejas que estuvieran en un momento especial de su relación", dice Juan Ramón Gonzalo, director general de Cuarzo TV y máximo responsable de La isla de las tentaciones. "Ya fuera en uno crítico o de aburrimiento después de muchos años juntos, o de querer dar un paso más y tratar de confirmar si su pareja era la ideal", explica. He aquí otro poderoso punto de unión con la audiencia. Todos los espectadores pasan por esos momentos, por lo que percibe las tramas del programa como espejos en los que se ve reflejado.

Una reflexión que no puede faltar en los salones que sintonizan el programa gira en torno a la importancia de los cuernos. ¿Tan terribles son? Para los habitantes de nuestro país, sí, y quizá esa es una de las claves del éxito de La isla de las tentaciones. "Los españoles seguimos dándole mucha importancia a la fidelidad sexual, más que los franceses, los suecos, los alemanes… En ese sentido somos muy latinos. Y dentro de la sociedad española, quienes más importancia le dan son los jóvenes", comenta el sociólogo Luis Ayuso, profesor de la Universidad de Málaga y autor del libro Los españoles y la sexualidad en el siglo XXI (CIS, 2014).

Razón de más para que, por mucho que el reality haga reflexionar sobre la infidelidad, la monogamia, la honestidad, la belleza y el morbo, tenga uno cuidado con poner a prueba a su pareja. Regálale una corbata horrible o un perfume barato este San Valentín; unas vacaciones en algún paraje de ensueño, casi mejor que no… Por si acaso.

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