Los Mossos siguieron la pauta

Es equívoco identificar activismo con el palo y pasividad con la zanahoria

En foto, magistrados que enjuician la causa del 'procés' durante una de las sesiones. En vídeo, declaraciones de varios votantes del 1-O el pasado 8 de mayo.Vídeo: FOTO Y EFE

Los Mossos no fueron inactivos ni pasivos, según varios testigos de descargo detallaron ayer (y anteayer). Otra cosa, muy diferente, es que no usaran la fuerza.

Una pareja de mossos llegó a las 6.30 del 1-O al Centre Cívic de Caldes de Montbui. “Interlocuté con ellos”, narró el autónomo (jardinería) Antoni Altaió. Explicaron que tenían orden del Tribunal Superior de evitar el referéndum. “Les dije que también ordenaban garantizar la paz ciudadana”, añadió. Eran dos, ante 120 personas. “Entendieron que era dificultoso” disolver, “levantaron acta y dijeron que tenían la obligación de comu...

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Los Mossos no fueron inactivos ni pasivos, según varios testigos de descargo detallaron ayer (y anteayer). Otra cosa, muy diferente, es que no usaran la fuerza.

Una pareja de mossos llegó a las 6.30 del 1-O al Centre Cívic de Caldes de Montbui. “Interlocuté con ellos”, narró el autónomo (jardinería) Antoni Altaió. Explicaron que tenían orden del Tribunal Superior de evitar el referéndum. “Les dije que también ordenaban garantizar la paz ciudadana”, añadió. Eran dos, ante 120 personas. “Entendieron que era dificultoso” disolver, “levantaron acta y dijeron que tenían la obligación de comunicarlo para pedir refuerzos, que no llegaron”.

En Seva fue distinto. Llegaron cinco furgonetas de Mossos, hablaron con los de la mesa, “se llevaron las urnas con las papeletas, que no habían sido recontadas” y se fueron, explicó la documentalista Carme Baqué.

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Si su relato es exacto, en ambos casos los mossos habrían seguido las “pautas de actuación” aprobadas por su jefatura el 29 de septiembre. Prescribían estas tareas: impedir la apertura del centro; comprobar si había actividades dentro; identificar a los responsables; requisar el material electoral; desalojar, y en caso de haber demasiada gente que imposibilitase todo eso, comunicarlo a los superiores.

Y solo autorizaban el uso de la fuerza excepcionalmente. “Ante conductas de desobediencia pasiva” únicamente podían acompañar a la gente fuera del recinto o abrir un pasillo, y en “ningún caso se usará la defensa policial extensible” (la porra, en román paladino) para ejecutar las tareas. Salvo “en caso de agresiones a terceros o a la propia policía, que la obliguen a repelerlas”, individualmente, “nunca de manera generalizada”. Y con cuidado ante “presencia de menores, gente mayor y otros colectivos vulnerables”.

Harina de otro costal fue la eficacia de esas actuaciones (relativa), como la de las intervenciones con porras (también relativa). Pero es equívoco identificar activismo con el palo y pasividad con la zanahoria.

Sobre todo, si esas pautas fueron visadas por el supervisor del dispositivo policial conjunto, el coronel Diego Pérez de los Cobos. Quien en “absolutamente ninguna” de las reuniones previas al 1-O “mostró discrepancias” con el plan, según declaró el comisario Ferran López el 4 de abril. El propio Cobos reconoció que los Mossos “tenían que actuar salvo que hubiese una masa de ciudadanos; ellos harían la contención, sin usar la fuerza” y luego se les apoyaría, afirmó en el Supremo el 5 de marzo.

Para otras películas, los western.

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