Las patatas fritas, casi más grandes que el fútbol

Un minuto de silencio por todos aquellos que piden el entrecot con ensalada

Joan Jett, vocalista de The Runaways, come patatas fritas bañadas en kétchup en 1977, demostrando que no hay alimento más transversal.

Las patatas fritas son la comida más poderosa del planeta. El único alimento capaz de escenificar incluso un conflicto diplomático, como sucediera durante la segunda Guerra del Golfo, cuando en la cafetería del congreso de EE UU, las hasta aquel momento denominadas french fries (fritas francesas) pasaron a renombrarse como freedom fries (fritas de libertad), después de que el ejecutivo galo censurara la acción militar estadounidense en Iraq, operación bautizada por e...

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Las patatas fritas son la comida más poderosa del planeta. El único alimento capaz de escenificar incluso un conflicto diplomático, como sucediera durante la segunda Guerra del Golfo, cuando en la cafetería del congreso de EE UU, las hasta aquel momento denominadas french fries (fritas francesas) pasaron a renombrarse como freedom fries (fritas de libertad), después de que el ejecutivo galo censurara la acción militar estadounidense en Iraq, operación bautizada por el Pentágono como Libertad Duradera. Pero no solo eso.

Las patatas fritas pueden incluso poner en jaque la carrera musical de una artista de éxito. Esto le sucedió en 2010 a M.I.A., cuando concedió una entrevista a The New York Times no se le ocurrió otra cosa que afirmar que quería ser una rebelde mientras se comía un plato de patatas fritas con sabor a trufa. M.I.A., la activista tamil, era un fraude. Comía patatas fritas con trufa. Su imagen aún no se ha recuperado.

Este tubérculo frito, además, tiene la capacidad de convertirse en elemento clave en las gastronomías cortas en pedigrí. En este aspecto, uno casi puede afirmar que la falta de recursos de una cocina es inversamente proporcional a las barbaridades que se hacen con las fritas en aquel territorio. Por ejemplo, en Reino Unido les gusta comerlas con sal y vinagre, algo que, contra todo pronóstico, está riquísimo, aunque sienta como un tiro en el pie con un rifle cuyas balas han sido remojadas en amoniaco.

En Quebec, por su parte, el poutine es una religión. Consiste en un regimiento de patatas fritas cubiertas de cheddar poco curado fundido y salsa de carne. En EE UU hay un bar en Philadephia (Varga) que las sirve con queso fundido de tres tipos y carne de centollo. Otro en Denver (Jonesty’s Eat Bar) las mezcla con mac and cheese (macarrones con queso), mientras que el Kenny and Zuke de Portland ha decidido que lo más aburrido del sándwich de pastrami es, obviamente, el pan, y han decidido sustituirlo por patatas fritas. Un minuto de silencio por todos aquellos que piden el entrecot con ensalada.

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