Análisis

Necesitan un máster en ‘Notodosomosiguales’

La dimisión de Carmen Montón no es una conquista de la ética política sino del periodismo

Carmen Montón anuncia su dimisión como ministra de Sanidad.Vídeo: Pablo Blazquez (Getty Images) / EPV

Hay algo que el presidente y el Partido Socialista parece que no han llegado a asimilar, ni siquiera al final: esto no iba de Montón, sino que iba de 'no-somos-iguales'. Ese era el verdadero quid.

La ministra de Sanidad compareció desde el primer momento apelando a ese mantra:

–¡No todos somos iguales!

Con eso parecía confiar en el bloqueo cognitivo característico del partidismo que, en la confrontación ellos/nosotros, tiende a ver cualquier acusación como un ataque trinc...

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Hay algo que el presidente y el Partido Socialista parece que no han llegado a asimilar, ni siquiera al final: esto no iba de Montón, sino que iba de 'no-somos-iguales'. Ese era el verdadero quid.

La ministra de Sanidad compareció desde el primer momento apelando a ese mantra:

–¡No todos somos iguales!

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Con eso parecía confiar en el bloqueo cognitivo característico del partidismo que, en la confrontación ellos/nosotros, tiende a ver cualquier acusación como un ataque trincherista espurio de los rivales. Es el viejo recurso ante escándalos de corrupción.

El presidente del Partido Popular, bajo sospecha por un caso similar, vio aquí una oportunidad. A pesar de que algunos de los suyos se solazaban en las primeras horas del escándalo con la idea de "ya veis, todos somos iguales", como si esto blanquease los estigmas de su partido, Casado entendió rápido que Montón era un cortafuegos para él. Y salió en defensa de la ministra: "no voy a hacer lo que hicieron conmigo; espero sus explicaciones". Su objetivo –haciendo de la necesidad, virtud– era patente: exhibir talante democrático frente a los socialistas:

–¡No todos somos iguales!

Para Casado, la dimisión de Montón tenía menos valor que utilidad como parapeto para protegerse él.

Todo el proceso ha sido de manual. La ministra, como era notorio desde el lunes, estaba arrinconada por sus mentiras. El débil muro de contención de las coartadas sentimentales, como el embarazo o el imaginario de la joven muchacha en formación, era inútil. Y el tacticismo del PP resultaba muy obvio. De ahí el error de prolongar, cada minuto, el escándalo. Así se daba margen a la percepción de que 'sí, todos son iguales'.

El presidente ha tenido la oportunidad durante estos dos días, si no de dejarla caer, como mínimo de marcar distancias y reclamar a Montón una exposición transparente facilitando toda la documentación a la ciudadanía. Tras la entrevista con Pepa Bueno, la credibilidad de la ministra estaba muy averiada. Ese era ya el momento de actuar con rigor para mostrar que las cosas son diferentes con este Gobierno, y así dar sentido a la moción de censura contra Rajoy a pesar de la debilidad de sus 84 escaños. Sin embargo, la defensa que el presidente hizo de la ministra en el Senado, augurándole un buen futuro poco antes de dimitir, ha devaluado la dimisión. Un mal paso. En definitiva, quedó patente que la caída de Montón no se debió al rigor de Moncloa sino a la noticia del plagio en La Sexta, que derribó su resistencia como las cremas a Cifuentes.

El Gobierno puede sacar pecho de no ser el PP, es verdad, pero han fallado: esta dimisión no es una conquista de la ética política sino del periodismo. El Gobierno y el partido –léase Ábalos y Lastra– estaban por salvar a Montón. De modo que Sánchez debería aprender la lección. Zapatero llegó al poder sobre la idea de "un Gobierno que no nos mienta", y la luna de miel se rompió cuando la gente intuyó que se les había engañado sobre la crisis. Él ha llegado con el mensaje de la regeneración, y esta vez ha dudado. Por tanto esta vez, en este examen, su nota es de suspenso en la asignatura troncal de Notodosomosiguales.

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