Columna

Trump tiene un plan y lo cumple

El mayor peligro para el presidente es la pérdida en las elecciones de medio mandato

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante un mitin este jueves.Timothy D. Easley (AP)

El martes negro de la presidencia Trump, 21 de agosto, es la fecha clave de este verano. El presidente fue acusado de coordinar y ordenar un delito para influir en la elección presidencial de 2016. La denuncia formal la formuló Michael Cohen, el turbio abogado personal del inquilino de la Casa Blanca. Para Trump, un episodio más de la “caza de brujas” de la que denuncia ser víctima. Total, un pago de unos cientos de miles de dólares para callar a dos ex amantes.

Ya no es la investigación del fiscal especial Mueller sobre si la interferencia de Rusia en la última elección fue realizada c...

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El martes negro de la presidencia Trump, 21 de agosto, es la fecha clave de este verano. El presidente fue acusado de coordinar y ordenar un delito para influir en la elección presidencial de 2016. La denuncia formal la formuló Michael Cohen, el turbio abogado personal del inquilino de la Casa Blanca. Para Trump, un episodio más de la “caza de brujas” de la que denuncia ser víctima. Total, un pago de unos cientos de miles de dólares para callar a dos ex amantes.

Ya no es la investigación del fiscal especial Mueller sobre si la interferencia de Rusia en la última elección fue realizada con la anuencia de Trump y su equipo, que continúa su curso. O la confusión entre lo público y sus negocios familiares, que también acabarán siendo investigados, una mina escondida que puede ser más mortífera que el supuesto Rusiagate.

La denuncia de Cohen y los cargos criminales que afronta el que fuera director de la campaña presidencial, Paul Manafort, son el reflejo de la quiebra moral y legal del presidente más insólito de la historia contemporánea de EE UU. Pero detrás de su caricatura —que no le desgasta— de sus tuits incendiarios, ahora ha iniciado una campaña contra los gigantes tecnológicos Google y Facebook, a los que acusa de difamar arbitrariamente su presidencia. Donald Trump tiene un plan.

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Y lo está cumpliendo mientras nos distrae con sus gestos para fijarnos en el dedo que oculta la luna. El caprichoso presidente sabe lo que hace, aun estando rodeado de incompetentes y corruptos. Va cumpliendo un diseño: detraer riqueza de otros países, que hasta ahora “han abusado de EE UU”, para acrecentar el bienestar y la primacía de América. El arma, la guerra de aranceles para lograr una transferencia global de riqueza que consolide el América primero. Trump aumenta la presión sobre Europa para debilitarla y dividirla.

Mantiene una peligrosa guerra comercial con la gigante China, justificada porque Pekín abusa del marco de la globalización. Un juego que Washington no puede ganar por goleada. Con México, Trump ha sido lo suficientemente hábil para recrear el Nafta 2, el principal tratado comercial global, al que probablemente se suba finalmente Canadá. Un éxito objetivo para la industria del automóvil de Detroit.

A favor de Trump juegan una economía que marcha avante toda: casi pleno empleo; el apoyo firme de sus bases blancas que responden bien a la polarización desatada por su administración. Y el éxito en la campaña de fake news contra la gran prensa escrita. El mayor peligro para Trump es la pérdida en las elecciones de medio mandato, en noviembre, de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, plausible, que supondría una tormenta legal de citaciones en el Congreso. Si también perdiera el Senado, muy difícil, el camino al impeachment quedaría abierto.

Trump muestra una sorprendente capacidad para llevar el debate a su terreno. Cuanto más es atacado más se refuerza. Continuemos ciegos nuestro camino mesándonos los cabellos ante los tuits de Trump @arealtrump (54 millones de seguidores). A nuestra costa. Mientras él cumple su plan.

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