Columna

Pensar fuera de la caja

Qué tal si, a modo de simple ejercicio de reflexión, abordamos los problemas apartando lo que ya sabemos

El hemiciclo del Congreso de los Diputados durante una votación sobre RTVE. Jaime Villanueva (EL PAÍS)

Quienes están familiarizados con modelos de pensamiento innovador saben lo difícil que es dar con una idea original que aporte valor. Más difícil aún es hacer que esa idea original se transforme —mediante una mejora incremental, radical, disruptiva o genial— en un proyecto de éxito. Que todo eso ocurra no será fruto de la improvisación. Tampoco será el resultado de un ejercicio de puro voluntarismo. Más bien se necesita recurrir al esfuerzo, pero también apoyarse en una técnica depurada que agilice la consecución de resultados eficaces.

No hay grupo de reflexión que se precie en el que ...

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Quienes están familiarizados con modelos de pensamiento innovador saben lo difícil que es dar con una idea original que aporte valor. Más difícil aún es hacer que esa idea original se transforme —mediante una mejora incremental, radical, disruptiva o genial— en un proyecto de éxito. Que todo eso ocurra no será fruto de la improvisación. Tampoco será el resultado de un ejercicio de puro voluntarismo. Más bien se necesita recurrir al esfuerzo, pero también apoyarse en una técnica depurada que agilice la consecución de resultados eficaces.

No hay grupo de reflexión que se precie en el que no se invite a los asistentes a “pensar fuera de la caja”. Al parecer, sólo así se está en mejor disposición para lograr soluciones de mayor valor. Pero… qué elementos determinan el perímetro de esa caja. No es difícil de imaginar: son cuatro y condicionan nuestra forma tradicional de aproximarnos a los problemas en búsqueda de soluciones adecuadas a un escenario en profunda transformación. Se trata del conocimiento disponible, las experiencias acumuladas, los convencionalismos sociales y, por supuesto, los miedos.

El conocimiento y la experiencia pueden ser todavía herramientas de utilidad ante desafíos dentro de modelos sociales, institucionales, normativos o de otra índole, que no han perdido legitimidad y, en consecuencia, no son objeto de contestación por una mayoría significativa de la población. Sin embargo, qué ocurre cuando hay que afrontar una realidad marcada por nuevos paradigmas para los que el conocimiento disponible o no resulta suficiente o ni siquiera existe. Más aún, qué hacemos cuando la experiencia acumulada, lejos de contribuir a una respuesta aceptable, se convierte en un obstáculo para la misma. Sumen ahora a la ecuación los otros dos elementos que determinan el perímetro de la ya citada caja: los convencionalismos sociales y los propios miedos de quienes asumen responsabilidades. No será necesario detenerse a señalar que siempre actúan como auténticos limitadores del pensamiento creativo en el camino de la exploración de soluciones que aporten una innovación radical o disruptiva.

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Ahora detengámonos en los mayores desafíos de la agenda política nacional, europea e internacional a los que tenemos que hacer frente: los flujos migratorios, la violencia contra la mujer, las tensiones territoriales, las cuestiones de seguridad o la necesaria reforma constitucional, entre otros. Qué tal si por un momento, y a modo de ejercicio de reflexión, abordamos estos problemas apartando lo que ya sabemos, evitando apoyarnos en las experiencias acumuladas, ignorando nuestros miedos y obviando los convencionalismos sociales. Quizás las respuestas a las que lleguemos sean mejores que las que hemos logrado hasta la fecha pensando dentro del perímetro de la caja. ¿Hay alguien con la audacia suficiente para pensar fuera de ella?

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