Cómo fotografiaron su mundo los refugiados yemeníes

La antropóloga Nathalie Peutz y la fotógrafa Nadia Benchallal hablan sobre el significado social de las imágenes tras documentar la vida de los desplazados en Yibuti

Unos niños observan un cuaderno escolar en el campo de refugiados de Marzaki (Yibuti).©Nuha Nasr Mohsen
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La crisis de los refugiados yemeníes se desarrolla lejos de la mirada de la opinión pública. La mayoría de los tres millones de personas que se han visto obligadas a abandonar sus hogares debido al conflicto en Yemen se han desplazado dentro de los límites de su país, en el que el cólera y el hambre se suman a los costes mortales de la guerra.

Desde que en 2015 empezaron los ataques aéreos de la coalición liderada por Arabia Saudí, alrededor de 280.000 yemeníes han logrado escapar cruzando la frontera. 38.000 de ellos se embarcaron y atravesaron el mar Rojo en dirección al pequeño Estado africano de Yibuti.

La antropóloga Nathalie Peutz quería documentar las experiencias de los refugiados yemeníes en ese país. En colaboración con la fotógrafa francoargelina Nadia Benchallal entregó cámaras a nueve refugiados del campamento de Markazi, en la ciudad costera de Obock. A lo largo de un año, los refugiados tomaron imágenes de su vida en el marco de un proyecto que cuenta con el apoyo de la Universidad de Nueva York en Abu Dabi.

El campamento, dirigido por Acnur (la agencia de Naciones Unidas para los refugiados), acoge a unos 1.700 yemeníes. La mayoría no pueden regresar a su país debido a que se sigue combatiendo. Sin embargo, como cada vez hay menos plazas para reasentados, es poco probable que sean trasladados a otro.

Vista del campamento de Markazi y el mar Rojo.© Jalid Mohamed Ali

Dentro de la serie Fotografiar a los refugiados, Newsdeeply ha hablado con Peutz y Benchallal de cómo cambian las imágenes y los significados cuando quien está detrás del objetivo son los propios refugiados.

Pregunta. ¿Cómo se les ocurrió el proyecto?

Nathalie Peutz. Conocí el trabajo de Nadia en 2012, cuando vi su proyecto Sisters [Hermanas] sobre las mujeres musulmanas. A principios de la década de 2000 me había interesado por los refugiados somalíes en Yemen, y empecé a hacerlo por los refugiados yemeníes que huían al Cuerno de África. Pero, en antropología, el trabajo de campo es largo. Me pareció que estaba ante una situación de emergencia y que era necesario que la investigación llegase a la opinión pública más rápidamente de lo que habría permitido un estudio etnográfico. Se me ocurrió colaborar con un fotógrafo, de manera que pudiésemos documentar lo que estaba pasando. A continuación podríamos exponer las fotografías y llevarlas a sitios a los que los propios refugiados no podían llegar.

Dibujo hecho por uno de los habitantes del campamento de Markazi.© Jalid Mohamed Ali

Nadia y yo llevamos a cabo el trabajo de campo conjuntamente. Al principio mandé una propuesta a la Universidad de Nueva York en Abu Dabi con la idea de distribuir teléfonos que me permitiesen estar en contacto con las personas cuando no estuviesen viajando. Pero, claro, cuando fui al campamento descubrí que si algo tenían todos era un móvil para mantenerse en contacto con su familia en Yemen. Así que Nadia y yo decidimos entregarles cámaras fotográficas a algunos de ellos, ya que podía ser una manera de involucrarlos en el proyecto para que colaborasen con nosotras.

Nadia Benchallal. Me interesaba mucho la idea porque partía de un proyecto documental cuyo objetivo era trabajar con los refugiados e instruir a diferentes comunidades a través de la fotografía, y en el que las fotografías las iba a hacer yo misma.

P. ¿Cómo organizaron la logística del proyecto? ¿Qué problemas éticos y de seguridad se plantearon y cómo los resolvieron?

N. B. Cuando llegamos, muchos refugiados [que procedían de zonas rurales] no sabían nada de fotografía, ni tampoco usar una cámara. Era la primera vez que muchos de ellos tenían una en sus manos y, como es lógico, querían participar y mostrar al mundo sus condiciones de vida. Seleccionamos a varias personas en función de las ganas que tuviesen de unirse al proyecto. En enero de 2017 entregamos cámaras a nueve refugiados del campamento. Las instalaciones tenían cuatro sectores, así que seleccionamos a hombres y mujeres de entre 16 y 70 años de cada uno. Yo los acompañé para ayudarlos con las instrucciones técnicas y dar varios talleres de fotografía a lo largo del año.

No pensábamos que el proyecto fuese a cobrar vida propia. La mayoría de los participantes querían mostrar que sus condiciones de vida no eran normales. Uno de ellos hacía fotos solamente por la noche. Otro hombre tomaba imágenes de los niños del campamento que tenía a su cargo. También había una mujer que eligió enseñar cómo vivían en sus espacios privados. Yo intentaba organizar el trabajo en torno a lo que los participantes querían que viese el mundo exterior.

Por la noche, cuando se conecta el suministro eléctrico, los chicos cargan sus móviles y acceden a Internet.© Nasr Mohammed Ahmed

N. P. Otra dificultad era que imprimíamos gran parte de las fotos y las llevábamos al campamento para que la gente pudiese ver su trabajo a medida que avanzaba, y para que viese también los retratos que iba haciendo Nadia. Habría sido mucho más fácil si hubiésemos tenido una impresora en el campo. Mientras duró el proyecto hicimos varias exposiciones, una de ellas en el campamento, otra en Yibuti capital, y otra en la Universidad de Nueva York en Abu Dabi y en Nueva York. Esto [empezando por la exposición en Markazi] permitió a los autores de las fotografías entender lo que estaban haciendo al ritmo que el proyecto se iba desarrollando y comprobar que otras personas iban a ver sus imágenes. Uno de los participantes, un hombre ya mayor, empezó su propia exposición en su huerto, presentando sus fotografías y el retrato que le había hecho Nadia.

P. ¿Cuál dirían que es la característica distintiva de estas fotos? ¿Les parece que reflejan la vida de los refugiados con los que trabajaron?

N. B. Lo fundamental es que no les habíamos enseñado a ser fotógrafos. Eran personas normales que hacían fotos de lo que les importaba.

N. P. Sí, empezaron a retratar cosas que querían que viesen otras personas, como las condiciones de vida en el campamento, pero las fotografías que se pueden hacer sobre ese tema son limitadas. Los refugiados empezaron a fotografiar su vida diaria y lo que consideraban importante. Hicieron fotos a sus hijos, igual que yo se las hago a los míos.

Una niña posa para una fotografía en el campamento de Markazi.© Anissa Samir Abdulaziz

En las imágenes de refugiados que vemos normalmente aparecen muchedumbres, grupos de hombres o niños desvalidos. Lo importante de nuestro proyecto es que se ven familias que han viajado juntas, viven juntas y se desplazan juntas. Es lo que pasa, sobre todo, con los retratos de Nadia. Cuando se ofreció a hacer fotos en las casas, mucha gente le pidió que volviese al día siguiente. Entonces reunieron a su familia vestida con sus mejores galas para la fotografía.

También hay muchas cosas que no se ven en las imágenes, como las moscas, el calor y el polvo. Pero creo que estas tienen algo importante de verdad, que en ellas se puede ver la humanidad más allá de las dificultades. Espero que la gente vea las fotos de Nadia y se pueda imaginar a esas familias como si fuesen sus vecinos o personas a la que les gustaría conocer.

P. ¿Pedir a los refugiados que documentasen su propia vida hizo que cambiasen los temas y el enfoque si lo comparamos, por ejemplo, con lo que ustedes han fotografiado en otros campamentos?

N. B. Lo más importante para mí era mostrar la dignidad de las personas que viven en esas condiciones. Como fotógrafa, no intentaba que los participantes hiciesen fotos profesionales, sino ayudarlos a enseñar lo que ellos quisiesen al mundo ajeno al campamento. La mayoría de los refugiados tenían una buena formación y proyectos de marcharse a otro sitio, o estaba esperando para volver a Yemen. Tenían aspiraciones, y me pareció que era importante darlo a conocer.

N. P. No nos imaginábamos que las fotos iban a adquirir tantos sentidos nuevos a lo largo del proyecto, en especial las que hacían los propios refugiados. Hay una, por ejemplo, de un anciano tumbado en su colchón del campamento hecha por su hijo. Ahora que el hombre ha fallecido, para su hijo será importante tener la foto.

Retrato del padre de Kiri Said Ahmed, que sufría de Alzheimer, hecha por su hijo. El padre regresó a Yemen pocos meses antes de morir.© Kiri Said Ahmed

El sentido de los retratos de Nadia también fue cambiando. En uno aparece un grupo de cinco hombres jóvenes habitantes del campamento. Uno de ellos ha vuelto a Yemen, pero los otros cuatro se marcharon a otro país. En el avión pusieron el retrato que Nadia les había hecho contra la ventanilla del avión, lo fotografiaron y nos lo mandaron. La foto se convirtió en un documento que da testimonio del lugar en el que habían estado y de cómo prosiguieron su viaje.

R. D. ¿Cómo han reaccionado a sus fotografías la propia comunidad y los observadores de fuera de ella?

N. B. Nos preocupaba el éxito del proyecto, ya que se trataba de una comunidad musulmana y las mujeres se sentían incómodas cuando las fotografiaban. Pero Nathalie y yo pasamos mucho tiempo en el campo ganándonos la confianza de la gente, así que creo pudimos conectar con ella. No fue un proyecto de fotoperiodismo más. Pasamos tiempo con los participantes y empezamos a entender lo que esperaban del trabajo y cuáles eran sus esperanzas y sus sueños para el futuro.

N. P. En Yibuti capital la gente tuvo reacciones interesantes. El campamento de Markazi se encuentra unas cuatro horas al norte de la ciudad, y muchos habitantes de esta ni siquiera saben que existe o, como mínimo, desconocen casi todo de la vida de los refugiados. La exposición llamó la atención de la gente sobre la situación de los yemeníes que viven en Yibuti.

Este texto fue publicado originalmente en inglés en la página web de Newsdeeply en este enlace.

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