Análisis

Solo hay dos vías: el orden o el caos

Puigdemont no volverá, contra lo que juró; y si lo hiciese, sería a Estremera, sin investirse

El expresident Carles Puigdemont participa en un video en la gala de los X Premios Gaudí, en Barcelona, el pasado 29 de enero.MARTA PEREZ (EFE)

La feraz imaginación indepeinsinúa que hay muchas salidas al bloqueo de la investidura: pactar la (atrabiliaria) impunidad, reclamar la (imposible) inmunidad cuando media presunto delito, pedir al juez Llarena un (improbable) permiso para ser investido, volver en helicóptero (tipo James Bond), cobijarse bajo la protección del (joven) presidente del Parlament, desafiar (a cajas d...

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La feraz imaginación indepeinsinúa que hay muchas salidas al bloqueo de la investidura: pactar la (atrabiliaria) impunidad, reclamar la (imposible) inmunidad cuando media presunto delito, pedir al juez Llarena un (improbable) permiso para ser investido, volver en helicóptero (tipo James Bond), cobijarse bajo la protección del (joven) presidente del Parlament, desafiar (a cajas destempladas) la ley… Agítense según convenga, y distraigan así al personal.

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En realidad, las salidas se reducen a dos. Una, el orden. Otra, el caos. El orden implica reconducir el procés-I a un procés-II que respete las reglas de juego, la legislación estatutaria y constitucional, el fin del unilateralismo y del rupturismo (y deje en sueño el afán de un Estado propio).

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Es la vía pragmática, la que serenaría a una sociedad agitada, a un empresariado irritado y a un entorno español y mundial ya indignados (en contra). Es la vía de un president alternativo impoluto y de un Govern de técnicos como propone Andreu Mas-Colell. La que más conviene también a los secesionistas (menos a uno, a Él): contar con resortes de poder, de alforjas para el desierto, de viáticos para financiar complicidades. La secundan la lógica (tantas veces derrotada en esta aventura). Y en Esquerra (Joan Tardà), y hasta en el PDeCAT (Marta Pascal), pero en sordina, por terror a que les cuelguen el sambenito de traidores o botiflers. Así que uno solo, Él, secuestra a toda la dirigencia secesionista.

La alternativa al orden es el desorden. Intentar la investidura ilegal. La abona, contra toda lógica, la experiencia acumulada. Ante cada dilema estratégico el secesionismo se decantó por lo radical, impracticable y perjudicial: expelió a Unió pues no desbordaba el dret a decidir; entre Artur Mas y la CUP, apostó por esta; entre Neus Munté y Carles Puigdemont, eligió al gerundense; entre convocar elecciones y ceñirse al yugo del 155, prefirió ser humillado.

El caos sería entretenido, si no fuera funesto y arruinase a plazo el bolsillo (y el espíritu) de la peña. Pero al cabo, investir al prófugo resulta imposible: Roger Torrent no querrá ir a prisión ni un solo día como su antecesora; cumplirá la ley (esperemos).

Puigdemont no volverá, contra lo que juró; y si lo hiciese, sería a Estremera, sin investirse. El secesionismo no convocará elecciones, porque para que corra el reloj de esa convocatoria es imperativo celebrar una investidura, gajes de la ley. El desorden cobijará muchas subfórmulas. Pero ninguna es susceptible de llegar a nada.

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