Esto es lo que el arte contemporáneo puede enseñarnos sobre el cambio climático

La instalación que Lars Jan presentó en Art Basel Miami de la mano de Audemars Piguet es posiblemente una de las obras más reflexivas de 2017

La obra de Lars Jan imagina las consecuencias del cambio climático.

Si el cambio climático sigue aumentando la temperatura del planeta, derritiendo los polos y elevando el nivel del mar, Miami (Florida) sería una de las primeras ciudades en sufrir las consecuencias. El agua inundaría las calles y cubriría las primeras plantas de los edificios. La ciudad se volvería inhabitable y su población tendría que replegarse hacia el interior, en busca de mayores altitudes inmunes a las mareas. Durante las tormentas, las olas golpearían los paneles de vidrio de rascacielos diseñados por ...

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Si el cambio climático sigue aumentando la temperatura del planeta, derritiendo los polos y elevando el nivel del mar, Miami (Florida) sería una de las primeras ciudades en sufrir las consecuencias. El agua inundaría las calles y cubriría las primeras plantas de los edificios. La ciudad se volvería inhabitable y su población tendría que replegarse hacia el interior, en busca de mayores altitudes inmunes a las mareas. Durante las tormentas, las olas golpearían los paneles de vidrio de rascacielos diseñados por Herzog & de Meuron o Frank Gehry y dañarían irremediablemente la vida de una de las ciudades más prósperas de Estados Unidos.

Podría parecer una predicción alarmista, pero ya este año la ciudad más famosa de Florida ha registrado inundaciones inéditas en su historia que no se explican simplemente por fenómenos como el huracán Irma. Y de esa posibilidad habló el artista Lars Jan (1978) en Slow-Moving Luminaries, la instalación con la que participó el pasado mes de diciembre en la última edición de la feria de arte contemporáneo Art Basel Miami Beach gracias a la relojera suiza Audemars Piguet, que le concedió a principios de año su 3ª Comisión de Arte.

El público que pudo acercarse a la instalación descubrió, en primer lugar, que aquello no era simplemente una exposición más. “Me interesa sacar el arte de las galerías, porque el hecho de que alguien no sea un consumidor habitual de arte no significa que no pueda ser receptivo al mensaje de una obra”, nos declaraba Jan el pasado mes de junio, cuando presentó su proyecto en la edición suiza de Art Basel. Y, una vez más, lo cumplió. Si anteriormente había puesto en práctica escenografías desconcertantes en espacios como Times Square (Nueva York), en esta ocasión los visitantes se encontraban ante un pabellón que debían recorrer y experimentar en primera persona si querían descubrir la obra.

Interior de la instalación de la 3ª Comisión de Arte Audemars Piguet en Art Basel Miami Beach.

En el interior, una suerte de invernadero tropical en el que aparecían y desaparecían maquetas de los edificios más reconocibles del skyline de Miami. Desde fuera, esas mismas maquetas emergían y se sumergían en una lámina de agua instalada en el techo. El agua y su poder, el leit motiv de la instalación, ofrecía una sensación entre sosegada y opresiva. "Es una reacción visceral al agua", explicaba Jan. "La encuentro exquisitamente hermosa, pero tengo un poco de ansiedad al respecto. Llegué a este proyecto pensando en el tiempo, pero también en los ciclos del planeta frente al ciclo del comportamiento humano y nuestro entorno construido, pensando en el cambio de nuestro mundo convergiendo con el cambio de la biosfera’.

La obra se completaba con piezas en vídeo que mostraban las mismas maquetas del exterior siendo azotadas por las olas consecuencia de un hipotético aumento desmedido del nivel del mar. Expuesta en el corazón de una feria de arte que simboliza el momento de prosperidad y pujanza que vive la creación contemporánea, funcionaba a modo de recordatorio o advertencia.

Exterior de la instalación Slow-Moving Luminaries de Lars Jan.

De hecho, ahí reside la singularidad del trabajo de Lars Jan, y los motivos por los que los responsables de la relojera suiza decidieron concederle esta comisión. Las obras más conocidas del estadounidense son gigantescos acuarios donde se mueven performers, anticipan la evolución de la especie humana en un futuro apocalíptico. Imaginando cómo sería vivir en un mundo en el que hubiéramos tenido que evolucionar para vivir bajo el agua. No es un mensaje optimista ni utópico, sino más bien una llamada de atención para volver a hacer bien las cosas.

En ese carácter reflexivo, posiblemente, se halla la principal conexión del artista con Audemars Piguet, una relojera de lujo que, a pesar del crecimiento exponencial del mercado y de los cantos de sirena que tientan a buena parte del sector, insiste en permanecer donde siempre estuvo, en el valle del Jura, trabajando con la delicadeza que caracteriza a sus artesanos desde hace décadas. Jan lo corrobora. "Cuando uno piensa en una relojera de lujo piensa en lamborghinis y Dubái, y eso no tiene nada que ver con la cultura de Audemars Piguet", apunta. "Sus artesanos relojeros tienen muchos rasgos en común con artistas que conozco, yo incluido. Esa es la mayor conexión. Filosóficamente hablando, soy igual de obsesivo, de excéntrico. Creo que la creatividad puede expresarse mediante un reloj o una performance, y que es una contribución a la sociedad”.

Con sus edificios inundados en océanos ampliados, Jan elaboró una suerte de vanitas o memento mori contemporáneo en una cita clave para el mundillo del arte. Su obra, más allá de su innegable fuerza estética, planteaba más preguntas que respuestas. Por eso resulta tan incisiva, y tan política. “Creo en el arte por el arte, pero no es lo mío", nos respondía Jan. "Fui activista antes que artista”. En cierto modo, ahí reside su fuerza.

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