Nuevas reglas

Ya hemos aprendido que la sangre, si es femenina, molesta más que si viene de un hombre

Susan Sarandon y Lena Dunham, en una gala para recaudar fondos para investigar sobre la endometriosis.Getty

La prima roja, el tomate, esos días,… Las mujeres hemos inventado mil nombres para no decir abiertamente que nos ha bajado la regla. Lo correcto sería decir que menstruamos o que sangramos. Pero ya hemos aprendido que la sangre, si es femenina, molesta más que si viene de un hombre. No se entiende, si no, que a algunos les incomode tanto la regla como para que la hayamos erradicado de películas, series y libros, pero que puedan ver vísceras en pantall...

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La prima roja, el tomate, esos días,… Las mujeres hemos inventado mil nombres para no decir abiertamente que nos ha bajado la regla. Lo correcto sería decir que menstruamos o que sangramos. Pero ya hemos aprendido que la sangre, si es femenina, molesta más que si viene de un hombre. No se entiende, si no, que a algunos les incomode tanto la regla como para que la hayamos erradicado de películas, series y libros, pero que puedan ver vísceras en pantalla grande con cada estreno de Tarantino.

La realidad es que la menstruación sigue usándose contra nosotras, como símbolo de debilidad. Vamos, que somos inferiores por el hecho de menstruar. No en vano, uno de los eufemismos más extendidos es “estar mala”, como si fuera una enfermedad.

Hay casos en los que sí lo es. Se llama endometriosis y afecta a entre un 10% y un 20% de las mujeres fértiles. Las que lo sufren tardan una media de siete años en ser diagnosticadas. Durante ese tiempo se enfrentan a caras de dudas y desconfianza. “¿Por qué tardaron tanto en diagnosticarme? Porque es una enfermedad que solo sufrimos las mujeres”, dice Eugenia Guillén, una de las afectadas. Algunas de las víctimas, como Lena Dunham, Susan Sarandon y Hillary Clinton, han empezado a decirlo en público, conscientes de que solo conseguiremos normalizarlo hablando de ello.

Hemos crecido teniendo pesadillas con esa pequeña mancha en el pantalón y muriéndonos de vergüenza si se nos cae un tampón del bolso en el trabajo. Ahora nos toca enfrentarnos a los miedos y complejos que hemos heredado. Aunque ese compañero te ponga cara de asco —e incluso lo diga— cuando comentas que te ha venido la regla.

Son nuestras nuevas reglas.

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