La visita de Francisco

Colombia es una república laica, con la protección de Dios

Un hombre sostiene un cartel de bienvenida mientras espera el paso del papa Francisco en Bogotá (Colombia).LUIS EDUARDO NORIEGA A. (EFE)

Estos días está el papa Francisco por Colombia. Viene a decirle a este país que se reconcilie después de 52 años de guerra fratricida. Como en Patria de Fernando Aramburu: “Constató: pedir perdón exige más valentía que disparar un arma, que accionar una bomba”.

Colombia es una república laica, con la protección de Dios. Así lo dice la Constitución. Después cada uno elige al dios al que le quiera rezar, pedir que le perdone o usar su nombre en vano. Por eso, los colombianos...

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Estos días está el papa Francisco por Colombia. Viene a decirle a este país que se reconcilie después de 52 años de guerra fratricida. Como en Patria de Fernando Aramburu: “Constató: pedir perdón exige más valentía que disparar un arma, que accionar una bomba”.

Colombia es una república laica, con la protección de Dios. Así lo dice la Constitución. Después cada uno elige al dios al que le quiera rezar, pedir que le perdone o usar su nombre en vano. Por eso, los colombianos, que solo se ponen de acuerdo para animar a la selección de fútbol, han troceado el mensaje que les trae el Papa hasta formar el puzle que mejor encaja con su manera de mirar al de al lado.

El presidente Santos, el mismo que inaugura puentes con la cruz de ceniza en la frente, espera encontrar en Francisco el último balón de oxígeno ante la desconfianza de sus compatriotas.

El enemigo Uribe, más papista que el Papa, tiene los brazos abiertos desde hace una semana. Y entre los dientes lleva una carta para que Francisco no se olvide de que Colombia va camino del temido castrochavismo.

El resto de los colombianos católicos, una mayoría, sigue sin creerse que llegue hasta la tierra del olvido el regente del Vaticano.

Y unos cuantos malandros ya han empezado a aprovechar la emoción, las multitudes y el despiste de alguno de los 36.000 agentes que vigilan la visita. Al final del día, con el botín en casa, solo tendrán que arrepentirse.

Cada uno interpreta al Papa como mejor le conviene.

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