Mujeres transformando el territorio

A los roles tradicionales asignados al género femenino, en los asentamientos informales se suma el trabajo comunitario

Karla Díaz, nicaragüense, lideresa comunitaria del asentamiento Los Laureles Sur, en Managua.Techo
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En las ciudades se manifiesta la desigualdad de nuestra sociedad. La mayor evidencia es la situación que atraviesan las poblaciones de los asentamientos informales. Ya lo decía una lideresa comunitaria de Uruguay: “El hecho de vivir en uno es algo que se pelea todos los días. Nacer pobre es como nacer marcado, y marcado dos veces por vivir en un asentamiento”. Ciudades poco inclusivas limitan la participación de sus ciudadanos en la construcción y disfrute equitativo del territorio.

Frente a esta realidad de exclusión y vulnerabilidad, es de destacar cómo justamente son las mujeres las que al rol asignado tradicionalmente al género femenino, enfocado en la reproducción y cuidado del hogar, y además de sus responsabilidades en el campo laboral, suman una tercera jornada: la participación cotidiana para el desarrollo de su comunidad. Esto no es casual. El trabajo por ella es también el cuidado desinteresado hacia otros y otras.

Esta participación muchas veces se acompaña de otra tarea: la de tener que sobreponerse a diferentes obstáculos, como la violencia machista y la inseguridad de encontrarse en los pocos espacios públicos que puede haber en un asentamiento. Enfrentarse a estas dificultades es parte de la tarea que han asumido tantas lideresas en América Latina que trabajan por mejorar su entorno. Una de ellas es Karla Díaz, nicaragüense, madre de dos hijas, que desde hace nueve años es parte de una organización del asentamiento Los Laureles Sur, en Managua. A los 20 años se integró a la Asociación de Pobladores que está conformada por un total de tres líderes y veinte lideresas. La mayoría son jóvenes y madres.

Karla ha vivido un proceso de empoderamiento al involucrarse con una organización comunitaria que le facilitó el vínculo con otras lideresas y grupos de la sociedad civil. Ha realizado procesos de formación sobre autoestima, género, liderazgo, autogestión y derechos políticos. El poder que ha descubierto dentro de sí misma, en sus años de trabajo colectivo en el espacio público, es capaz de vencer muchos miedos que difícilmente se le podrá arrebatar, asegura.

Ciudades poco inclusivas limitan la participación de sus ciudadanos en la construcción y disfrute equitativos del territorio

Desde su rol, Karla y otras lideresas de la comunidad se han identificado a sí mismas como corresponsables de la mejora de su entorno. De esta forma, han impulsado que cientos de ciudadanos del asentamiento donde residen puedan acceder al disfrute del territorio a partir de la autogestión de tuberías para obtener agua potable, gestiones con la municipalidad para la mejora de iluminación de las vías principales y acceso al servicio de aguas negras. Actualmente aún tienen más sueños para que su comunidad se consolide, por ejemplo, a través de la formulación de un proyecto de construcción de un parque. La participación de las mujeres en estos planes es imprescindible para que estos espacios públicos también sean pensados desde sus necesidades.

La de Karla es sólo una de tantas historias de lucha que desde lo local intentan transformar el mundo en uno más humano. Pese a las dificultades, históricamente las mujeres han sido protagonistas de la construcción y mejora de la calidad de vida de las comunidades que residen en asentamientos informales, al participar y liderar organizaciones comunitarias autogestionadas y movimientos sociales urbanos en la defensa de la tierra, la vivienda y los servicios. Sin embargo, su presencia aún es invisible para la historia oficial y excluida de los diferentes momentos de gestión de las políticas públicas.

Es necesario evidenciar y extrapolar estas experiencias que se tejen en estas comunidades hacia el proceso urgente de construcción de una ciudad más justa, pensada por y para todos y todas. Reflexionemos así sobre políticas públicas que garanticen que las mujeres cuenten con la información y las garantías necesarias para que puedan participar libremente en la construcción de su territorio y estén y se sientan seguras de llevar adelante esta misión.

A medio año desde que se celebró la cumbre mundial Hábitat III en Latinoamérica, la región más urbanizada y desigual del mundo, hagamos visible la lucha de estas mujeres por transformar su comunidad y ciudad. Y de esta manera, contribuir a que la aspiración que figura entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible de “lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles” se transforme en un objetivo cumplido con todos, con todas.

Laura Lacayo es directora de Gestión Comunitaria de Techo Internacional.

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