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El polvo enfrenta a campesinos peruanos con una mina

Los que viven al pie de la carretera cercana a extractora de cobre se quejan del ruido y las vibraciones, que están resquebrajando sus casas

Los cotabambinos practican hasta ahora una economía de subsistencia, basada en el autoconsumo de los productos tradicionales, como la papa, la quinua, la cebada o el maíz, y en el trueque. Para comprar lo que sus tierras no producen venden su ganado y los hombres emigran por temporadas para buscar trabajo en ciudades cercanas, como Cuzco, o en otras regiones agrícolas más ricas.
La empresa propietaria de la mina, la estatal china MMG, asegura que riega la carretera antes de que pasen sus vehículos, pero en calor y la sequedad de la zona, situada a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar hace que evapore rápidamente. En la imagen se ve el polvo que levanta el paso de un convoy que regresa a Las Bambas a recargar.
Guadalupe Sota muestra las raquíticas plantas de maíz que le han salido este año. Asegura que están agusanadas por culpa del polvo, pues su chacra (huerto) está al borde de la carretera por donde pasan los camiones de Las Bambas, por lo que este año su producción se ha reducido drásticamente. “Antes acá vivíamos tranquilos y vendiendo nuestro producto manteníamos a nuestros hijos y para nuestra ropa y alimentos”, dice la mujer. “Ahora hay demasiada polvareda y con eso aparecen las plagas”.
Vista de la mina Las Bambas. Este megaproyecto minero prevé explotar unas reservas de 7,2 millones de toneladas de cobre y otros subproductos de éste como oro, plata, zinc y molibdeno, lo que supondrá una importante contribución al crecimiento de Perú, que sigue apostando por la minería como el motor de su economía. En los cinco primeros años espera producir más de dos millones de toneladas de cobre en concentrado.
Los convoyes de Las Bambas cruzan también varias aldeas, como la de Pisaccasa (en la imagen), cuyos vecinos reclaman no solo por el polvo que inunda sus casas, sino también por el ruido que producen al pasar, incluso en horas de la noche, y por las vibraciones, que hacen vibrar sus casas y está provocando incluso que algunas se estén resquebrajando. “Algunos de nosotros ya estamos mal de audición”, asegura uno de los habitantes de este pueblo.
Los cotabambinos estuvieron varios meses reclamando por los perjuicios que les estaba causando la mina y por los incumplimientos de los acuerdos por parte de la empresa propietaria sin que el gobierno que presidió hasta julio pasado Ollanta Humala les prestase mucha atención. En marzo inició una mesa de diálogo que no dio ningún resultado. Ahora, con Pedro Pablo Kuczynski de presidente, cuyo Ejecutivo se ha comprometido a asfaltar la carretera, los afectados advierten un cambio de actitud. En la imagen, una protesta de campesinos de Cotabambas en Lima en abril pasado.
En septiembre del año pasado hubo un paro en Cotabambas contra la mina y la población local se enfrentó con la policía con un saldo de tres campesinos muertos y varios heridos. El pasado 14 de octubre otro choque de las fuerzas de seguridad con manifestantes dejaron un cuarto cotabambino fallecido. Agustina Llusca, en la imagen preparando chuño (patata deshidratada), quedó viuda y con cinco hijos a su cargo por la muerte de su esposo en los incidentes de septiembre del año pasado.
Los campesinos de Cotabambas también denuncian la muerte de su ganado por inanición al quedar sus pastos cubiertos por el polvo. En la imagen, Guadalupe Sota, muestra los restos de dos de las cuatro reses que tenía y que murieron. “Se quedaron tan secos que no los come ni el perro”, afirma.
Desde que los camiones de Las Bambas comenzaron a inundar Cotabambas de polvo, la población local alerta de que están aumentando los problemas respiratorios, sobre todo en aquellos más vulnerables: los niños, los ancianos y las mujeres gestantes.
Los habitantes de la aldea de Fuerabamba, el lugar donde se encuentra ahora el tajo de la mina Las Bambas, fueron reasentados en una moderna urbanización que la minera construyó para ellos. Sin embargo, tras dos años fuera dicen que no se acostumbran a vivir en esas casas y que añoran su antiguo estilo de vida. Han dejado la agricultura y la ganadería porque el terreno que les compró la empresa en reemplazo de sus tierras originarias están muy lejos de donde viven y no es adecuado para esas actividades.
Los ancianos son los más afectados por el reasentamiento de Fuerabamba. En su nuevo pueblo se sienten fuera de lugar. En los primeros meses, muchos se perdían cuando intentaban regresar a su casa, pues todas las calles y todas las viviendas son iguales. Algunos se han construido chozas en las afueras del pueblo para poder cocinar en su fogón de leña y poder tener sus animales de corral.
Nueva Fuerabamba tiene un centro de salud (en la imagen), escuelas, tres templos para distintas religiones, un mercado, canchas deportivas y un terminal terrestre, pero muchos se han ido a vivir a otras partes porque no tienen nada que hacer allí y no se sienten a gusto. También denuncian que la empresa no ha cumplido todos sus acuerdos en aspectos como la atención sanitaria y la calidad de los profesores de sus hijos.