Lo que vale un peine

CLÁSICO. Inspirado en las estrellas de cine de los años cuarenta, sobrios y elegantes, este peinado atemporal resulta siempre favorecedor. Papo Waisman

LA LUZ tibia, la música tenue. En un local decorado con muebles de estilo victoriano, dos trabajadores elegantemente uniformados con camisa blanca, tirantes y barbas de arreglo impecable reciben a sus clientes. “Gente joven o señores, emprendedores, dinámicos, seguros, con personalidad”. E indefectiblemente, hombres. “Que no te sientas cómoda aquí, ya es un logro”, dice Iván Carpio, encargado de la barbería Blackstone, en Madrid. Inscrito en la tradición de los cuidados de belleza viriles, es solo uno de los muchos negocios que están actualizando este ritual al siglo XXI.

Abiertos desde...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

LA LUZ tibia, la música tenue. En un local decorado con muebles de estilo victoriano, dos trabajadores elegantemente uniformados con camisa blanca, tirantes y barbas de arreglo impecable reciben a sus clientes. “Gente joven o señores, emprendedores, dinámicos, seguros, con personalidad”. E indefectiblemente, hombres. “Que no te sientas cómoda aquí, ya es un logro”, dice Iván Carpio, encargado de la barbería Blackstone, en Madrid. Inscrito en la tradición de los cuidados de belleza viriles, es solo uno de los muchos negocios que están actualizando este ritual al siglo XXI.

Abiertos desde mayo, más allá del cabello y la barba –cuyas atenciones se han redoblado con la implantación, ya en cierta decadencia, de la estética hipster– realizan tratamientos como “la manicura o los masajes de espalda”, que Carpio enumera entre los más solicitados. Aunque ellos están especializados en el universo masculino, no son los únicos que han aprovechado el tirón de la imparable segmentación del sector de la belleza, prácticamente desierto de varones en su vertiente cosmética hasta hace solo tres décadas. Desde que en 1985 Biotherm lanzara los tres primeros productos para ellos, en España se ha pasado de prácticamente nada a una cifra, según Kantar, de 4,6 millones de usuarios de cremas y lociones en 2015. Entre las marcas, despuntan las de la multinacional Procter & Gamble, que copa un 16% del mercado, de acuerdo con Euromonitor. Según un informe de esta empresa de investigación de mercados, Gillette se erige como la opción favorita en lo que respecta al afeitado, mientras que Hugo Boss y Dolce & Gabbana lideran las ventas de fragancias. Entre ambos sexos, y según Stanpa, la patronal de cosmética, el consumo de este tipo de artículos alcanzó el año pasado los 6.450 millones de euros.

pulsa en la foto'MOD' REINVENTADO. Esta propuesta arrasa en las calles. Se trata de un corte recto peinado hacia abajo con flequillo. Además de por su comodidad, destaca por su versatilidad.

Arrastrado a escala global por los mercados asiáticos, con Corea del Sur a la cabeza, el grooming (cuidado de pelo y rostro en hombres) no solo está ganando su propio espacio, sino que se está introduciendo en los que antes estaban reservados casi en exclusiva a las féminas. “El porcentaje ha aumentado a medida que la mentalidad ha ido cambiando”, señala Eduardo Sánchez, dueño de una exclusiva maison de peluquería a su nombre, para la que cifra la distribución de sexo en torno a un 70%-30%. Autor de algunos de los cortes de exmadridistas como Raúl, Figo o Guti, Sánchez ratifica que el referente de los famosos marca tendencia. “El hombre coqueto es más coqueto que la mujer”, agrega, “y suele ser fiel”.

De la misma opinión se muestra el reconocido peluquero Isaac Salido, quien señala que “desde hace una década, el hombre se ha vuelto incluso más exigente que la mujer”. Menos inclinados hacia la coloración de la melena, ahora están empezando a probar tratamientos como los tintes de cejas o bigote. De media, acuden a su cita capilar una vez al mes y, aunque “se dejan recomendar”, hoy existen ciertos estilismos de demanda recurrente, como los de laterales y nuca muy cortos o los cabellos largos y de­ses­tructurados. Todo por cantidades que, dependiendo del negocio, rondan entre los 30 y los 70 euros el corte, muy alejados de los cerca de 10.000 euros mensuales que paga François Hollande a su peluquero o los 700 o más por trabajo que se cobran en establecimientos de Nueva York o Londres. “Un corte de una hora, todo a mano, no debería costar más de cuarenta y tantos euros”, sentencia Salido. “Tener una buena técnica es importante, pero esos precios son un insulto”.

Sobre la firma

Archivado En