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La bacteria que se expande (mejor) bajo tierra

La tuberculosis es una de las principales causas de muerte entre los mineros africanos. Se trata de una epidemia de difícil solución

En el aeropuerto de Johannesburgo es tan fácil toparse con una revista sobre minería, la industria por excelencia del país, que con otra sobre tendencias de moda. Al salir de la terminal, en la carretera que conduce a la ciudad, varios carteles informan sobre cómo el país está luchando contra el sida. Es un nexo anecdótico entre el VIH y las minas, pero tienen otro: la tuberculosis. Sudáfrica es uno de los países con mayor tasa de prevalencia del mundo de esta enfermedad, precisamente por ser especialmente frecuente entre los seropositivos y entre quienes trabajan bajo tierra, un lugar de cultivo ideal: cerrado, pequeño, con poca ventilación y muchas horas de convivencia. En la imagen, una de las minas abandonadas de la capital sudafricana, a solo unos minutos del centro de la ciudad.ALFREDO CÁLIZ
Por toda Sudáfrica, existen asentamientos mineros como este, plagados de inmigrantes de los países vecinos que acuden en busca de trabajo para extraer oro, platino, carbón… La imagen es de Marikana (provincia de Rustemburg), a 100 kilómetros de la capital. Alex Solang, de 32 años es uno de los líderes que da voz a una comunidad con muchas reivindicaciones. El VIH, la silicosis y la tuberculosis están presentes no solo entre quienes trabajan en las minas, sino también entre los vecinos de estas áreas. Las condiciones de trabajo precarias desencadenaron en 2012 una trifulca entre los trabajadores de la empresa minera Lonmin Platinum y la policía que acabó con 34 muertos y 250 heridos.ALFREDO CÁLIZ
Un minero sudafricano tiene más probabilidades de morir de tuberculosis que de cualquier otro accidente relacionado con su peligroso trabajo. La ONG Aeras estima que de los 2,3 millones de casos de tuberculosis reportados en África en 2013, una tercera parte tenían que ver con la minería. Según la organización, la bacteria que causa de la enfermedad está latente en nueve de cada diez mineros. A su vez, un trabajador puede contagiar la enfermedad a 15 personas. En la imagen, M. Bekizufu, de 46 años, posa durante su baja por tuberculosis. Todavía está débil, pero asegura que va recuperando fuerzas y que quiere volver a la mina lo antes posible.ALFREDO CÁLIZ
La tuberculosis es a priori una enfermedad curable. Con un tratamiento de seis meses seguido disciplinadamente el bacilo de Koch que causa la enfermedad es vencido. Y en solo un par de semanas de medicación el paciente deja de ser infeccioso. El problema viene cuando se dejan de tomar los fármacos. Han aparecido variantes de la tuberculosis resistentes que pueden ser mortales incluso con tratamiento, que además es tremendamente agresivo, aunque fundamental para frenar la infección. En la imagen, casas de los poblados mineros de Marikana.ALFREDO CÁLIZ
Sheila Motuoa, de 39 años, trabaja como enfermera para la empresa Lonmin, que extrae sobre todo platino, el metal más abundante en Marikana. Los sindicatos y asociaciones que trabajan con los mineros se quejan de la carencia de medidas para frenar la epidemia de tuberculosis entre los trabajadores. Algunas compañías, como esta, hacen chequeos periódicos. “Cuando algún trabajador presenta síntomas de la enfermedad, analizamos el esputo y si da positivo le obligamos a dejar la actividad. De lo contrario tratan de ocultarla y seguir trabajando”, explica Motuoa. El problema es que los primeros 60 días de baja son pagados, pero el resto no, y los obreros prefieren sacrificar su salud para aportar ingresos al hogar, algo que no solo les perjudica a ellos, sino también a quienes les rodean, que tienen altas probabilidades de infecciónALFREDO CÁLIZ
Mabel Xohsua es una trabajadora comunitaria que lleva en Marikana desde 2002. Se dedica a ayudar a los pacientes de tuberculosis desde 2006. Su labor consiste en ir casa por casa de los enfermos para asegurarse de que toman la medicación y de que están bien alimentados, ya que la enfermedad debilita el cuerpo y genera grandes pérdidas de peso. Además, cuando a algún minero se le detecta tuberculosis, acude a su casa para hacer pruebas al resto de la familia y comprobar si están infectados. La tuberculosis se transmite por el aire y es proclive a propagarse en espacios cerrados. El contagio se evita tras unos días de tratamiento, aunque el paciente siga presentando síntomas.ALFREDO CÁLIZ
Sebastiao Nhancute, de 52 años, empezó a trabajar como minero en 1984. Entró en la de platino de Marikana en 2002 y se contagió de tuberculosis en 2014. Cuando se tomó esta imagen, en mayo de 2015, ya estaba prácticamente recuperado, con ganas de volver al trabajo para obtener su paga de unos 300 euros al mes. Cuenta que no sabe cómo se infectó, ya que ninguno de sus compañeros presentaba síntomas. Su familia, en la foto, está sana. La gran mayoría de los enfermos de tuberculosis en las minas son también seropositivos. Él admite tener “otra enfermedad”, pero no especifica cuál. En Sudáfrica, un país brutalmente azotado por el sida, sigue siendo un asunto tabú en muchos lugares.ALFREDO CÁLIZ
En Marikana las casas son modestas. Unas más que otras. Las de chapa, sin baño ni luz, conviven con otras de ladrillo que cuentan con algunas comodidades, como electricidad y televisión. Cuanto mejores sean las condiciones de vida, menores suelen ser las probabilidades de contagio de tuberculosis.ALFREDO CÁLIZ
Los primeros síntomas de tuberculosis de Suzan Zudide fueron unos sudores que la llevaron a empezar a dormir en la calle. Pero cada vez estaba peor, con menos fuerzas, así que decidió acudir a la clínica, donde le diagnosticaron la enfermedad. Vive en su vivienda de Marikana con su hijo, pero se siente tan débil que ni siquiera puede hacer las tareas domésticas. Thandiwe Nazimande, en primer plano, es una trabajadora social que va a ayudarla a hacer la comida y a limpiar mientras se recupera.ALFREDO CÁLIZ
El sol se pone en los poblados de Marikana, rodeados de minas de platino y oro. Aunque caiga la noche, las extracciones funcionan durante 24 horas al día, los trabajadores hacen turnos para arriesgar su vida y su salud bajo tierra en una profesión que, a sus riesgos intrínsecos, en Sudáfrica suma las altas probabilidades de contagio de tuberculosis, una enfermedad que en la mayoría de los casos tiene cura, pero que se cobra cada año casi un millón y medio de vidas en el mundo.ALFREDO CÁLIZ