Editorial

Turquía en Europa

El acuerdo con la UE inaugura un nuevo camino pero también obliga a Erdogan a transformar su país

El primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, charla con François Hollande (derecha), Alexis Tsipras (izquierda) y Angela Merkel.THIERRY MONASSE (AFP)

La nueva fase de las relaciones entre Turquía y la Unión Europea, escenificada en la cumbre del pasado fin de semana en Bruselas, representa una buena oportunidad en varios frentes importantes. A corto plazo, en la contención de la crisis de refugiados más grave que vive Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Ankara desempeña un papel crucial para solucionar este drama. Los 3.000 millones de euros ofrecidos por Europa deberían servir para mejorar las condiciones de vida de los refugiados que ya se encuentran en territorio turco y evitar que la desesperación les obligue a seguir vi...

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La nueva fase de las relaciones entre Turquía y la Unión Europea, escenificada en la cumbre del pasado fin de semana en Bruselas, representa una buena oportunidad en varios frentes importantes. A corto plazo, en la contención de la crisis de refugiados más grave que vive Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Ankara desempeña un papel crucial para solucionar este drama. Los 3.000 millones de euros ofrecidos por Europa deberían servir para mejorar las condiciones de vida de los refugiados que ya se encuentran en territorio turco y evitar que la desesperación les obligue a seguir viaje más hacia el oeste.

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Por su parte, Turquía debe respetar los compromisos adquiridos en el plan de acción sobre las corrientes migratorias. Y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, no puede ignorar que los países europeos —algunos, sometidos a duros ajustes desde hace tiempo— están haciendo un importante esfuerzo, y que la cantidad acordada no le sobra a nadie, sino que forma parte de una estrategia para solucionar el problema.

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A medio plazo, el acuerdo firmado en Bruselas debería servir para encauzar las relaciones con un país que ha tenido un papel destacado en la historia de Europa. La reanudación de las conversaciones para la incorporación de Turquía a la Unión y el cambio de política de visados no son concesiones, ni únicamente una compensación a la solución de una coyuntura como es la crisis de los refugiados. Erdogan debe ser consciente de que el horizonte de aproximación a la UE obligará a su país a una transformación opuesta, en ocasiones, a la política hacia la que él apunta. La democracia, el respeto a las minorías y la libertad de expresión son valores que todos los países europeos, sin excepción, deben respetar, compartir y promover. Y Turquía deberá hacerlo, independientemente de su situación, para hacer realidad el futuro que anhela.

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