Un vino para la pizza, el sándwich o el kebab

Caldos y comida rápida, una relación nada complicada

Una hamburguesa, un kebab, una porción de pizza, un simple cuenco de patatas fritas o un perrito caliente con kétchup y mostaza antes de poner el punto final a un postre a base de galletas de mantequilla con chocolate o gominolas. Nadie se libra de haber caído alguna vez en la trampa de la comida rápida para salir del paso por tiempo y por dinero. Como indica el estudio El gasto en comida rápida 2014, elaborado por la EAE Business School, “debido a su bajo coste, en algunas ocasiones es más económico comer un menú en un restaurante ...

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Una hamburguesa, un kebab, una porción de pizza, un simple cuenco de patatas fritas o un perrito caliente con kétchup y mostaza antes de poner el punto final a un postre a base de galletas de mantequilla con chocolate o gominolas. Nadie se libra de haber caído alguna vez en la trampa de la comida rápida para salir del paso por tiempo y por dinero. Como indica el estudio El gasto en comida rápida 2014, elaborado por la EAE Business School, “debido a su bajo coste, en algunas ocasiones es más económico comer un menú en un restaurante fast food que preparar comida en casa”. Según el citado informe, en el año 2013, en España nos gastamos 1.862 millones de euros en este tipo de comida (40 euros por habitante).

No se escandalice, porque es una de las cifras más bajas de todo el mundo si comparamos Estados Unidos o China. Ahora la pregunta es: ¿con qué bebida acompañamos este tipo de comida? “Muchos de estos platos se asocian a la cerveza o a los refrescos por temas culturales o de precio, pero también porque son dos productos que se pueden consumir en cualquier sitio o momento”, aclara Nicolás Boise, jefe sumiller del restaurante Mugaritz de Andoni Luis Aduriz (dos estrellas Michelin). “Pero si el vino se vendiese en lata, probablemente nos lo encontraríamos más a menudo con nuestra comida chatarra preferida”, sentencia Boise. Y bien podría ser así, porque aunque a usted le parezca un imposible, incluso los Cheetos tienen un vino que les va a la perfección. “Ese sabor único, de queso y maíz, nos pide un grüner veltliner austriaco, fresco y ligero con notas de frutos secos y final ligeramente amargo para refrescar la boca antes de ir a por más”, sugiere el experto. 

Efectivamente, existen excelentes caldos capaces de combinar con los sabores de cualquier plato basura, porque aunque nos empeñemos en quedar como cultísimos sibaritas del mundo de la vid descorchando un Gran Reserva solo si tenemos un suculento faisán sobre la bandeja de plata, un verdadero amante del buen vino sabe que para disfrutarlo no hay que esperar a que los astros promuevan una ocasión memorable. “Es mítica la escena final de la película Entre copas, en la que el protagonista se bebe un Cheval Blanc [de 230 euros en adelante], que guardaba como oro en paño, en un restaurante de comida rápida servido en un vaso de cartón”, recuerda Pilar Cavero, Mejor Sumiller de España 2013, según la Unión de Asociaciones Españolas de Sumilleres. “Un buen caldo hace que la vida sea más agradable. Puede haber ocasiones en las que la comida en un restaurante no es memorable, pero siempre recordaremos el vino que tomamos y con quién lo compartimos. Cuando llegas a casa cansado y abres una botella, algo especial que tenías reservado, todo sabe mejor”, afirma Cavero, responsable de la carta de vinos del nuevo proyecto culinario Sturios, en Madrid.

Así que, siguiendo el consejo de dos de los mejores sumilleres de España, no se prive de disfrutar al 100% de su comida rápida favorita siempre y cuando lo haga con el vino adecuado. Tome nota, porque las posibilidades y la oferta son muy variadas y sorprendentes.

Perrito caliente: un blanco que refresque

“Suele llevar salsas y encurtidos, por eso le iría bien un blanco con cuerpo, con un toque de barrica y acidez equilibrada para que pueda compensar la acidez del vinagre y refrescar la boca. Una uva garnacha blanca de suelos pizarrosos de Cataluña, por ejemplo, sería ideal”, aconseja Boise.

Bocadillo de calamares: un tinto muy familiar

En el caso del bocata de bocatas, el enólogo Fernando Chivite se guía por criterios de proximidad castiza. "La mejor compañía para este bocadillo es un tinto, de Valdepeñas".

Kebab: algo intenso

“Es un plato que suele tener un sabor muy intenso y especiado. Necesitamos que el vino que elijamos tenga el mismo nivel de persistencia e intensidad. Barriendo para casa, una garnacha de Aragón sería muy adecuada: por ejemplo, Las Rocas de San Alejandro, de Calatayud”, dice Cavero.

Hamburguesa: fresco y antigrasa

Como aclara Boise, “las hamburguesas parecen una opción poco saludable, sin embargo, elaboradas con productos de calidad se transforman en un plato rico que se puede maridar con el vino adecuado”. ¿Y cuál es? Para una hamburguesa clásica con queso, elegiría un tinto sin barrica, servido ligeramente más frío, a unos 14 ºC. Un gran ejemplo es Erre Punto, de Bodegas Remírez de Ganuza, en la Rioja Alavesa”, sugiere Cavero. “Está elaborado por maceración carbónica, es fresco, con mucha fruta y buena acidez, lo que ayudará a contrarrestar la posible grasa del plato". Otra opción sería la que ofrece el sumiller de Mugaritz: “Un tempranillo de zona fría o un buen gamay de Beaujolais. Es solo cuestión de equilibrio, con un plato rico y contundente necesitamos un vino que corte y mantenga nuestro paladar fresco”.

Pizza: directo de Italia

“Este es el ejemplo perfecto que demuestra que en la sencillez se puede encontrar un gran placer culinario”, comenta Boise. “Los ingredientes tradicionales de la pizza nos transportan directamente a Italia para disfrutar de un refrescante Prosecco di Valdobbiadene. Tiene una burbuja muy fina y delicada y poco grado alcohólico, pero, sobre todo, es un caldo que en boca sabe adaptarse a una multitud de sabores, precisamente lo que ocurre con las innumerables recetas de pizzas cada vez más creativas”. ¿Y si apostáramos por un vino español? Cavero tiene su propia elección para este plato que, como ella misma dice, representa todo un mundo. “Depende de los ingredientes, pero una uva mencía del Bierzo, con esas notas balsámicas características, sería perfecta, como El Castro de Valtuille de Castro Ventosa”.

Alitas de pollo fritas: con un toque especiado

¡Atención! Aquí es muy importante, como dice Cavero, contrarrestar la grasa de la fritura. “Nuestros aliados para conseguirlo serán la acidez y lo carbónico. En este caso, las alitas combinarán estupendamente con un espumoso ecológico, como el que elabora la Bodega Còsmic en el Ampurdán con uva cariñena blanca en método ancestral”, recomienda la sumiller. Boise pone también el toque de atención en el sabor para ampliar la oferta: “Las alitas pueden llevar salsa barbacoa, muy golosa y rica. Los vinos tintos de garnacha tinta, con toques especiados, de cuerpo redondo y estructurado, podrían ser una gran alternativa, ya que son capaces de aguantar y asimilar las especias y salsas picantes”.

Arroz tres delicias con salsa de soja: mejor sake

“Vino, sí, pero de arroz. ¡Sake!”, manifiesta Boise. El sumiller argumenta: “Un sake fino y suave compensa el sabor salado de la salsa de soja, y la densidad del almidón contrasta con el crujiente de las verduras salteadas”.

Patatas fritas de bolsa: de Jerez a 'txakoli'

“Un vino de Jerez es perfecto con cualquier producto ligeramente salado. Particularmente soy muy fan de cualquier Bota de Fino o Manzanilla del Equipo Navazos”, confiesa Cavero. Y en el otro extremo de nuestra geografía descubrimos una opción igualmente estupenda que nos acerca Boise. “La sal es la clave de las patatas. Es la que hace que después de unos bocados el paladar nos pida algo ácido, cítrico e increíblemente refrescante: el txakoli [vino blanco que se produce en el Norte a partir de uvas verdes]”.

Palomitas de maíz: lo que importa es la pantalla

“Con una buena película, cualquier vino funciona”, zanja con una sonrisa Cavero. Tambiém podemos decantarnos por una alternativa realmente sofisticada, como la que defiende Boise: “Las palomitas son todavía más ricas con champaña. Si son dulces, el sabor caramelizado le va de maravilla”.

Gominolas: un 'brut nature' sin azúcar

No es el postre más saludable, pero si usted tiene la adicción de las chuches después de comer, sepa que también existe el vino para la ocasión. “En uno del Pirineo francés de la zona de Jurançon encontraremos esos sabores y aromas exóticos de piña fresca y mango, con notas florales de azahar, y un equilibrio perfecto entre dulzor y acidez. Es una buena opción”, señala Boise. Si no, siempre queda el clásico, como recuerda Cavero: “Tomándolo como algo puntual en un momento para el disfrute, un cava. Pero eso sí, que sea brut nature (sin adición de azúcar), como los de Recaredo, ya que esa parte está cubierta con las gominolas”.

Nachos con guacamole: un rosado ligero

Para acompañar a este popular plato del recetario azteca Chivite pediría "un rosado, ligerito, porque al final el guacamole es una receta informal que se come con las manos".

Sushi: brindis con champán

"Sin duda, un Chardonnay, por su sutileza. Y si quieren celebrarlo a lo grande, prueben con un Blanc de Blanc, un champán con un 100% de esta uva", recomienda Fernando Chivite.

Sándwich mixto: un blanco humilde

Un clásico de barra de bar que siempre vemos de la mano de un refresco o una cerveza, "pero un vino blanco sin pretensiones hace buenas migas con el más humilde de los emparedados", asegura Chivite.

'Brownie': siempre moscatel

El que piense que solo pueden maridarse con vino los postres con ínfulas y un poquito decadentes, se equivoca. 'Un brownie va de fábula con una copa de Pedro Ximénez. Riesgo cero, de verdad", asegura Chivite.

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