La cuadratura del círculo

Este hombre nos recuerda a Vulcano, con perdón, cuando en el cuadro de Velázquez se le aparece Apolo

Lucas Jackson (Reuters)

Este hombre nos recuerda a Vulcano, con perdón, cuando en el cuadro de Velázquez se le aparece Apolo para anunciarle que Venus se acuesta con Marte (véase La fragua de Vulcano). Los motivos de su sorpresa sin embargo no tienen nada que ver con el descubrimiento de una infidelidad conyugal ni con que se le haya aparecido un dios de la mitología grecolatina para contarle un cotilleo. Lo que se acaba de manifestar delante de él es una cotización bursátil que lo ha hundido en la miseria, o que le ha hecho rico, no hay forma de saberlo porque los gestos de máximo placer coinciden con los d...

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Este hombre nos recuerda a Vulcano, con perdón, cuando en el cuadro de Velázquez se le aparece Apolo para anunciarle que Venus se acuesta con Marte (véase La fragua de Vulcano). Los motivos de su sorpresa sin embargo no tienen nada que ver con el descubrimiento de una infidelidad conyugal ni con que se le haya aparecido un dios de la mitología grecolatina para contarle un cotilleo. Lo que se acaba de manifestar delante de él es una cotización bursátil que lo ha hundido en la miseria, o que le ha hecho rico, no hay forma de saberlo porque los gestos de máximo placer coinciden con los del dolor máximo. Posiblemente, es la misma cara que pone cuando copula o cuando lo azotan, o cuando copula mientras lo azotan (véase Cincuenta sombras de Grey).

En todo caso, la sorpresa parece generalizada. Fíjense, si no, en el sujeto de la derecha, que nos trae asimismo a la memoria a uno de los obreros de Vulcano en el citado cuadro de Velázquez.

Aclarémoslo: nos encontramos en la Bolsa de Nueva York por los mismos días en los que subía el precio del dólar, lo que se tradujo en una caída de la cotización de las empresas en EE UU y en ataques de pánico como el que advertimos en el inversor de la foto. ¿Conviene entonces tener una moneda barata? Tampoco, porque caen las defensas y coges todo lo que pasa. Una moneda como Dios manda debe ser fuerte y débil a la vez: fuerte porque aumenta el poder adquisitivo del país al que pertenece, y débil porque facilita las ventas de los productos de ese país al extranjero. En resumen, que toda moneda que se precie debe depreciarse. Y viceversa.

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