Que República Centroafricana y Siria no caigan en el olvido

La periodista de la ONG relata su experiencia en dos contextos de conflicto y su labor para que el drama allí sea conocido

André Pidjou entre las ruinas de su vivienda en República Centroafricana.Pablo Tosco

Cuando decidí partir hacia Líbano y, al cabo de unos meses, trasladarme a la República Centroafricana (RCA) sabía que sería una experiencia impactante, pero nunca imaginé que sería tan intensa. En seis meses de misión conocí de primera mano dos de las crisis humanitarias más graves de los últimos años: la de Siria y la de RCA. Dos conflictos con realidades socio-políticas muy diferentes entre sí, pero con una característica en común: la elevada cifra de refugiados y desplazados y el número inaceptable de vidas truncadas.

En Siria, una generación entera ha visto destrozada su vida y en RCA otra generación ha quedado por completo traumatizada. Pero, mientras que en RCA se empiezan a vislumbrar pequeñas señales de mejoría, en Siria todavía no se ve la luz al final del túnel. Cuatro años de conflicto han desestabilizado por completo la vida de una gran parte de la población siria que lo ha perdido todo, incluida la dignidad y el derecho a la vida. Son conflictos que han sido olvidados, como en el caso de RCA, o que corren el riesgo de serlo, como en el caso de Siria.

Poder contribuir a que estas crisis no cayeran en el olvido ha sido, quizás, uno de los motivos que me hicieron partir, junto con una buena dosis de coraje, voluntad e inconsciencia. Tenía la esperanza de que mi esfuerzo no sería sólo una gota de agua en medio del océano.

Tenía la esperanza de que mi esfuerzo no sería sólo una gota de agua en medio del océano

Como media officer (responsable de prensa), tanto en el Líbano como en RCA, parte de mi trabajo ha consistido en organizar la agenda de los periodistas que visitaban el país, lo que, entre otras cosas, incluye explicarles el contexto humanitario a través de las personas que viven en campos de refugiados y desplazados. Esto significa que, antes de la llegada de los periodistas, es preciso que tú misma comprendas lo que pasa en el país para poder mostrarlo a los periodistas. Hay que efectuar un intenso trabajo de análisis para obtener la información que pueda interesar e impactar más a un público internacional. Un media officer tiene que ser multitasking (multitarea): te ocupas de los contenidos, de la logística, del presupuesto. Hay que ser problem solving (solucionador): responder a cada una de las necesidades de los periodistas. Es, por tanto, un trabajo de 24 horas los siete días de la semana.

Algunas tareas son más pesadas, como la logística y financiera, pero otras me apasionan, como conocer de primera mano el trabajo que realizamos gracias al tiempo que paso on the field (en el terreno), casi un 80%. Allí tengo la posibilidad de conocer a las personas que se benefician de nuestra labor, hablar con ellos, comprender la realidad del país y, sobre todo, ver las cosas con mis propios ojos, no a través de un ordenador. Estoy en constante movimiento y trabajo mucho con el equipo nacional. Gracias a ellos he podido hacer una gran parte de mi trabajo y conocer mejor cada país. Estas experiencias te hacen crecer como persona. Al final de cada misión, te das cuenta de que has aprendido mucho, pero también que con tres meses apenas tienes tiempo para comprender la realidad de un país y que siempre vas a tener una visión parcial.

Trabajar en países donde hay conflicto y crisis humanitarias es muy duro. Nunca descansas. Es raro tener fines de semana libres y todavía lo es más desconectar. Por lo que respecta a la forma de vida en general, en Líbano todo era bastante fácil. Tenía mi independencia y podía llevar un estilo de vida semejante al europeo, aunque debía prestar mucha atención a la seguridad. No ocurrió lo mismo en la RCA. Allí nunca puedes llevar una vida normal. Vives un poco en una burbuja de la que no puedes salir. No puedes tener independencia ni privacidad y existen continuas limitaciones y restricciones por razones de seguridad. Es bastante peligroso y por eso hay que tomar muchas precauciones. Todo lo que haces está constantemente controlado.

Trabajar en países donde hay conflicto y crisis humanitarias es muy duro. Nunca descansas.

En principio, cuando llegué en RCA, me parecía haber regresado a mi adolescencia, cuando no podía hacer casi nada sin el consentimiento de mis padres y me veía obligada a informar dónde estaba y lo que hacía cada hora del día. Esto, lógicamente, cansa. Cansa también la constante tensión existente en países donde todavía hay conflictos armados; escuchar disparos en las calles; ver una ciudad totalmente militarizada y ser consciente de que algo puede pasar de un momento a otro. A todo eso difícilmente puedes acostumbrarte y, si lo haces, significa que tienes que irte de vacaciones porque ha llegado el momento en que has perdido el sentido de la realidad. No podemos y no tenemos que acostumbrarnos a estas situaciones de tensión. Hay que tener miedo. Eso es lo que nos hace tener los ojos abiertos y nos ayuda a ser resolutivos en un momento de emergencia. Esto no significa que debamos tener miedo de todo y que no podamos salir de casa. Simplemente significa que hay que tener cuidado y utilizar el sentido común. Y esto vale un poco para todo.

Una vez terminado mi trabajo en Líbano y en RCA me siento feliz por la experiencia vivida, pero también triste por dejar a todas las personas que he conocido y con quien he trabajado. También soy consciente de que no se pueden comparar estas dos misiones, ni el trabajo ni el contexto. Lo único que ambos lugares tienen en común es la sensación constante de haber vivido en un mundo al revés, que me dio la posibilidad de regresar con un bagaje de experiencias únicas e irrepetibles.

Giulia Rindi es media officer de Oxfam Intermón.

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