Rajoy no es Cameron

El PP anhela emular el triunfo del político conservador británico, pero hay importantes diferencias

Mariano Rajoy repetirá victoria a lo grande, como David Cameron. El Partido Popular sustenta esta profecía en la marcha presuntamente paralela de las economías británica y española. ¿Es verosímil?

Hay diferencias notables. El PIB creció en Reino Unido casi un 3% el año pasado (por el 1,4% en España, que llegará este año al 3%, pero aún lejos de recuperar el 7,5% perdido en la crisis); el déficit público se redujo a menos de la mitad (el español aún desborda lo pactado con Bruselas); el paro bajó al nivel previo a 2008, el 5,6% de la población activa (en España sigue encaramado al 23,7%)...

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Mariano Rajoy repetirá victoria a lo grande, como David Cameron. El Partido Popular sustenta esta profecía en la marcha presuntamente paralela de las economías británica y española. ¿Es verosímil?

Hay diferencias notables. El PIB creció en Reino Unido casi un 3% el año pasado (por el 1,4% en España, que llegará este año al 3%, pero aún lejos de recuperar el 7,5% perdido en la crisis); el déficit público se redujo a menos de la mitad (el español aún desborda lo pactado con Bruselas); el paro bajó al nivel previo a 2008, el 5,6% de la población activa (en España sigue encaramado al 23,7%).

Eso, contando solo la economía. Sin reparar en la levedad de la corrupción tory comparada con la de aquí. Ni en la gran apuesta (además, ganadora) del conservadurismo inglés sobre el referéndum escocés, tan distante del inmovilismo recentralizador pepero en la cuestión catalana (que la ha enquistado).

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Es muy, muy probable que el dinamismo económico haya contribuido en gran medida al triunfo tory. Pero atención, no se trata de una ley válida para todos los tiempos y lugares. George Bush padre perdió ante Bill Clinton (“es la economía, estúpido”) en 1992, justo cuando iniciaba la recuperación. Felipe González ganó a José María Aznar en 1993, en medio de una grave crisis; y perdió en 1996, cuando la economía empezaba una onda expansiva.

Ocurre que las expectativas económicas tienen “un impacto nada despreciable sobre la decisión de voto”, pero ese impacto “se extiende también a los programas sociales”, y se combina con la “credibilidad” programática de la oposición, ha escrito la socióloga Marta Fraile (Cuando la economía entra en las urnas, CIS, 2005) tras estudiar al detalle las elecciones españolas de 1979 a 1996.

Y de las expectativas al balance retrospectivo: “No se puede afirmar que los Gobiernos rinden cuentas por los resultados económicos; sólo el crecimiento del desempleo afecta de forma significativa al castigo o premio a los Gobiernos” salientes, sostiene Laia Balcells (Elecciones y ‘acccountability’ económica, VI Congreso de la Asociación Española de Ciencia Política). Bajo Cameron, solo una de cada 20 familias contabiliza un parado. Con Rajoy (y su predecesor), les sucede a una de cada cuatro familias españolas.

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