Opinión

Algo más que Ébola

El virus pervive agazapado desde hace años en lo más hondo de la selva tropical Ha habido 22 brotes epidémicos. El último, el más global

Tumbas de fallecidos de ébola en el Hospital de Lacor, Gulu, Uganda.J.E.O.

Durante los últimos meses los medios de comunicación se han visto invadidos por las noticias relacionadas con la infección ocasionada por el virus del Ébola (VE). La escalada no ha tenido tregua y tan sólo ahora, cuando parece que ya habíamos alcanzado la cumbre, ha disminuido su intensidad y frecuencia, hasta casi desaparecer: hemos empezado el descenso... Dentro de muy poco nadie se acordará de dicha infección y de la grave enfermedad que acarrea. ¿Cuál ha sido la razón de todo ello?: Dos misioneros españoles muy enfermos, y transportados desde África hasta la península, fueron el origen de todo este descalabro. ¿El resultado de todo este ruido y agitación? Los dos pacientes fallecidos, una enfermera que los atendía infectada, un perro sacrificado, un juicio pendiente y a ello hay que añadir la inquietud, el miedo y la alarma de miles de ciudadanos; desconozco el coste de toda la operación pero sin duda no ha sido desdeñable…

A principios de este siglo trabajé durante unos años en un hospital rural ugandés. Poco antes de marchar pasé unas semanas en un centro sanitario en el distrito de Gulu, cerca de la frontera con Sudán. Quedé sorprendido al ver un día en el patio las lápidas de 13 trabajadores (incluyendo al antiguo director médico que ante la situación había vuelto urgentemente del extranjero) que habían fallecido debido a una epidemia por VE ocurrida dos años antes. ¿Supimos aquí algo de ello? Murieron varios cientos de pacientes pero en Europa no nos habíamos enterado: ¡todo ello no constituía mas que un problema local sin mayor trascendencia y a nosotros poco nos incumbía! El virus se encontraba en lo más hondo de la selva tropical y aquí estábamos seguros y a buen refugio de cualquier patología exótica. O eso es lo que pensábamos…

El virús del Ébola (nombre de un río en el Congo) fue aislado en 1976 en el entonces denominado Zaire. Desde entonces han ocurrido 22 brotes epidémicos todos en el continente africano que afectaron a un número reducido de pacientes (en los brotes anteriores murieron en total menos de 1.600 enfermos) y que se autolimitaron. El brote actual se ha caracterizado por su mayor extensión (unos 14.000 infectados y más de 5.000 enfermos fallecidos) y por su rápida difusión a otros países.

Existen unas medidas efectivas para contener la epidemia y evitar la transmisión de la infección (el VE se transmite por contacto con sangre o secreciones, y no por vía aérea):

  • Identificar a los contactos, hacer su seguimiento y determinar si están infectados.
  • Tratar a los enfermos y aislarlos para evitar nuevas infecciones.
  • Educar a las familias afectadas y a sus comunidades con el objetivo de diseminar conocimientos y generar aceptación y confianza.
  • No comer carne de animales salvajes y evitar el contacto con murciélagos (el reservorio natural del virus).
  • No practicar ritos funerarios que supongan un riesgo de infección.

Todo ello puede parecer relativamente fácil en lugares con medios económicos y sanitarios suficientes, y en poblaciones con otras costumbres, pero es difícil llevarlo a cabo, cuando no imposible, en los lugares más afectados que se caracterizan por su escasez de medios económicos, por la debilidad de sus estructuras sanitarias, y por algunas creencias ancestrales de sus pobladores en conflicto con los métodos científicos avanzados. Algunos ejemplos:

  • En los países más afectados (Guinea Conakry, Liberia y Sierra Leona) hay un médico por cada 100.000 habitantes. Ello equivale a 10 médicos en una ciudad de un millón de habitantes. Hay una falta crónica de médicos y enfermeras formados y dispuestos a trabajar en un medio rural.
  • En muchos hospitales africanos el material sanitario esencial de protección, tal como guantes y mascarillas, escasea, y los cortes de fluido eléctrico y de agua no son infrecuentes. En estas condiciones y ante el VE, no es de extrañar que el personal sanitario se sienta amenazado e impotente y abandone su trabajo.
  • Los rituales y ceremonias que conlleva una muerte suelen ser muy elaborados e implican un contacto estrecho de muchas personas con el fallecido (para lavarlo, amortajarlo y vestirlo); es lógico que los familiares sientan un fuerte rechazo ante las medidas impuestas que les impiden cualquier acercamiento al cadáver y que no admitan las restricciones impuestas: en Guinea un equipo sanitario fue asesinado por la comunidad a la que se dirigía para su educación y explicación de las medidas a tomar.

Es importante tener en cuenta que la epidemia de esta infección vírica se superpone a una pandemia de pobreza crónica, de carencias y penurias permanentes entre las poblaciones afectadas. No hay riesgo de que el virus se propague en nuestras latitudes, en nuestras sociedades desarrolladas, porque falta el substrato, el medio de cultivo adecuado (las lamentables condiciones socioeconómicas en las que se desenvuelven los habitantes de las áreas afectadas), y, por otra parte, no podremos controlar la epidemia en los países africanos de donde ha surgido hasta que no mejoren sus condiciones de vida, hasta que no se elimine la pandemia de miseria que permite el crecimiento y la propagación del virus. Ya lo dijo Pasteur dando la razón a Claude Bernard: "El microbio no es nada, el terreno lo es todo".

No será limitando los viajes transfronterizos ni haciendo interrogatorios de salud en los aeropuertos como controlaremos al VE, puesto que la infección tiene un período asintomático de días y los síntomas en el comienzo de la enfermedad son inespecíficos. Para ello habrá que hacer frente no sólo al virus en la misma fuente de origen sino también, y de forma urgente, a su caldo de cultivo. Es decir, para controlar la epidemia de forma definitiva hay que encararse con la pandemia que lo promueve. Un solo enfermo en cualquier lugar representa ahora una amenaza para todos. Hoy es el VE pero mañana será otro. La tan mentada globalización tiene estos efectos: nada nos es ajeno. ¿O pensábamos que tal cosa no era mas que la facilidad de vender nuestros productos por doquier? ¿De instalar empresas en el tercer mundo y pagar sueldos irrisorios? ¿De extraer beneficios inmediatos de terrenos exóticos sin aplicar ninguna norma que respete la naturaleza y el medio ambiente? O empezamos a pensar de otra forma y aplicamos las acciones pertinentes para que todo lo bueno fluya en los dos sentidos o deberemos vigilar sin descanso la espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas. En cualquier momento, y de forma impredecible, podrá desprenderse y acabar con nosotros…

Jaime E. Ollé Goig es médico especialista en enfermedades infecciosas y epidemiólogo.

Archivado En