La brevedad

Roland Barthes, la misteriosa profundidad de lo breve, su 'Diario de duelo' y el inquietante universo del tuit

“Toda biografía es una novela que no se atreve a decir su nombre”, respondió Roland Barthes a alguien que hurgaba con descaro en los entresijos de su vida personal. Y en el prefacio de su célebre Barthes par Barthes advierte: “Todo lo que sigue debe ser tomado como dicho por un personaje de novela”. Entre sus libros hay uno rabiosamente contemporáneo: Diario de duelo. Se trata de un curioso volumen, que primero fue un desasosegante fichero, donde el escritor fue anotando las sensaciones, reflexiones y conclusiones que lo acosaron inmediatamente después de la muerte de su madre. Al día...

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“Toda biografía es una novela que no se atreve a decir su nombre”, respondió Roland Barthes a alguien que hurgaba con descaro en los entresijos de su vida personal. Y en el prefacio de su célebre Barthes par Barthes advierte: “Todo lo que sigue debe ser tomado como dicho por un personaje de novela”. Entre sus libros hay uno rabiosamente contemporáneo: Diario de duelo. Se trata de un curioso volumen, que primero fue un desasosegante fichero, donde el escritor fue anotando las sensaciones, reflexiones y conclusiones que lo acosaron inmediatamente después de la muerte de su madre. Al día siguiente de este cisma en su vida adulta, el 26 de octubre de 1977, Roland Barthes escribió la primera entrada de las 330 que escribiría hasta el 15 de septiembre de 1979. Estos textos breves fueron escritos entre París y Urt, una localidad en el sur de Francia, cerca de Bayona, donde Barthes nació, pasó su infancia y fue recalando el resto de su vida.

En su Diario de duelo, Barthes propuso, de manera rigurosamente involuntaria, la escritura sintética de Twitter. En este medio escrito de comunicación, los usuarios se expresan en ideas de no más de 140 caracteres. Quien escribe una idea, un comentario o un gracejo introduce palabras en un rectángulo que impone la dimensión que debe tener el texto. Se trata de un espacio, perfectamente delimitado, que el usuario está obligado a respetar, pues de otra forma su mensaje se publicará mutilado. Este rectángulo de Twitter se parece a las tarjetas del fichero en que Barthes iba escribiendo su diario. Con estas tarjetas, el escritor se imponía un límite, se comprometía a expresar sus reflexiones de manera sintética, confiaba en la misteriosa profundidad de lo breve y además bosquejaba, sin saberlo, el inquietante universo del tuit.

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