El ‘estrellazo’ de un chef mediático

Gordon Ramsay, uno de los chefs más ricos y famosos del mundo, ha visto cómo su restaurante en Nueva York pierde de golpe sus dos estrellas Michelin Se reabre el debate sobre si los cocineros hipermediáticos pueden mantener la calidad en sus cocinas

Aunque la maledicencia y el garrulismo amenacen su liderazgo, la envidia de los que triunfan sigue estando muy arriba en en los 40 Principales de los pecados nacionales españoles. Por eso me da pena que Gordon Ramsay, que fue Chicote antes que Chicote en la versión anglosajona de Pesadilla en la cocina, no naciera en Carabanchel. De haber sido compatriota, habríamos disfrutado tanto con el correctivo que ha recibido que se nos habría olvidado la crisis, M...

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Aunque la maledicencia y el garrulismo amenacen su liderazgo, la envidia de los que triunfan sigue estando muy arriba en en los 40 Principales de los pecados nacionales españoles. Por eso me da pena que Gordon Ramsay, que fue Chicote antes que Chicote en la versión anglosajona de Pesadilla en la cocina, no naciera en Carabanchel. De haber sido compatriota, habríamos disfrutado tanto con el correctivo que ha recibido que se nos habría olvidado la crisis, Madrid 2020, nuestra comprensión lectora nivel Sálvame y todos los dramas que nos mantienen la autoestima en tamaños subatómicos.

Ramsay, uno de los chefs más ricos y famosos del mundo, ha visto cómo su restaurante en Nueva York hacía historia al perder de golpe sus dos estrellas Michelin. La guía siempre baja o sube sus calificaciones de una en una, pero el desbarajuste de The London debía de ser de tal calibre que se lo ha zumbado sin contemplaciones. El director de las Michelin, Michael Ellis, ha hablado de “comidas erráticas” y de “inestabilidad”, una manera elegante de decir que es un truño.

Hay que decir que Ramsay vendió el restaurante en 2009, pero llegó a un acuerdo con los nuevos dueños que permitía a estos usar su nombre. También hay que decir que The London ya era un semifracaso entonces. A la tibia acogida de los neoyorquinos se sumaron las paradójicamente pesadillescas confesiones de uno de los gerentes, que contó cómo el establecimiento había sufrido plagas de ratones y moscas de la fruta y cortes de liquidez que obligaban a rellenar botellas de marcas carísimas con ginebra y vodka baratos.

Aun así, el estrellazo en Nueva York es una mala noticia para la reputación del británico, que vuelve a plantear la vieja cuestión de si los cocineros mediáticos pueden pasarse el día de concurso a reality y a la vez dar bien de comer en sus restaurantes. Mi impresión personal es que no: la comida que ofrezcan puede ser más o menos digna, pero alcanzar la excelencia en esas circunstancias se me antoja sobrehumano. Aunque tampoco sé si esto es demasiado relevante. Por un lado, a quien va al restaurante de Ramsay, Jamie Oliver o similares seguramente le importa más impregnarse de la atmósfera de una celebrity a la que admira que la comida en sí misma. Y por otro, imagino que cualquier bajona que les pueda dar a los chefs por estas cuestiones de prestigio se les pasará al comparar los eurillos que ingresan sirviendo mesas con los pastizales que se ganan en televisión.

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