Auxiliares de conversación: necesarios, precarios y escasos en la escuela pública
Cerca de 7.500 jóvenes de distintos países ayudan cada año a los alumnos a perder el miedo a hablar en otros idiomas. Los expertos creen que harían falta más y CC OO reclama que sus contratos se ajusten a su trabajo
Esme Davis nació hace 25 años en Bristol (Reino Unido) y, aunque no ocupa un puesto de profesora, ha estado todo el curso ayudando en las clases de Inglés y de Biología, y también ofreciendo extraescolares en el instituto Consell de Cent de Barcelona. Es una auxiliar de conversación, una figura que se ha ido consolidando desde hace décadas en los centros públicos a pesar de las reticencias por su particular encaje laboral. Ha estado a favor su gran valor para mejo...
Esme Davis nació hace 25 años en Bristol (Reino Unido) y, aunque no ocupa un puesto de profesora, ha estado todo el curso ayudando en las clases de Inglés y de Biología, y también ofreciendo extraescolares en el instituto Consell de Cent de Barcelona. Es una auxiliar de conversación, una figura que se ha ido consolidando desde hace décadas en los centros públicos a pesar de las reticencias por su particular encaje laboral. Ha estado a favor su gran valor para mejorar la práctica de idiomas en la escuela, para reforzar la motivación de los estudiantes y para fomentar el conocimiento de la cultura y las costumbres de otros países. “Las clases [con ella] son más guay, si no son muy pesadas”, opina Malak, alumna de 4º de ESO en el Consell de Cent. Tanto ella como Hajra, de 3º, cuentan que van a clase “con más ganas” y lamentan que no puedan tener más días con Esme, a quien no ven como una docente más. “Nos comprende más en cosas personales, seguramente por la edad”, asegura Jennelyn, también de 4º.
A las 750 plazas de auxiliares de conversación que ofrece cada año el Ministerio de Educación y Formación Profesional —con un presupuesto de 4,4 millones de euros—, la mayoría de comunidades le suman sus propias ampliaciones hasta sumar este curso casi 7.500 jóvenes que echan una mano en inglés, francés, italiano o alemán. Por 12 horas de clase a la semana se reciben 700 euros mensuales, pero la asignación crece si se imparten más horas. A la cifra general hay que añadir otros 200 puestos que Educación convocó hace unos meses de urgencia para auxiliares de ucranio que atendieran la llegada de menores refugiados.
Lyndsay R. Buckingham, profesora de la Universidad Pontificia de Comillas que ha publicado varios estudios sobre el papel de los auxiliares de conversación en los centros educativos, responde lo siguiente a la pregunta de si 7.500 puestos son suficientes para un universo de 3,2 millones de alumnos de enseñanza obligatoria en las escuelas públicas: “Para que sea un programa eficaz, los auxiliares tendrían que estar con cada grupo del colegio al menos una vez a la semana. No creo que estos números den para esto. Debería estar disponible para todo el alumnado, y no solo para los programas bilingües, para que todos se aprovecharán de los beneficios del contacto intercultural y la ilusión de aprender un idioma extranjero”, defiende. Añade que deberían estar en todos los centros, no solo en aquellos con programas bilingües, como ocurre en distintas comunidades.
De hecho, algunos ayuntamientos han considerado tan importante esta figura que han movilizado sus recursos para reforzarla. En Azuqueca de Henares (Guadalajara) o en El Prat de Llobregat (Barcelona) han puesto dinero para que estén presentes en todos los colegios e institutos públicos de sus respectivas localidades. Y en L’Hospitalet de Llobregat —la segunda ciudad más poblada de Cataluña— han incluido a los concertados.
“Supone traer un trozo del Reino Unido, es una riqueza que te expliquen las cosas de un país alguien que es de allí”, valora María Jesús Juanes, profesora de Inglés del Consell de Cent. Cuando esta docente cuenta con el apoyo de Davis, dividen el grupo y mientras la primera ofrece la parte más teórica, la auxiliar se centra en la práctica oral y aprovecha para explicar detalles de la vida de su país, desde la cultura, el deporte…. “Somos un instituto donde muchas familias no se pueden pagar un curso intensivo en Inglaterra o una academia”, dice Juanes sobre un centro situado en el barrio popular del Raval de Barcelona. En un solo curso, y aunque sean 12 horas semanales a repartir entre los diferentes grupos, ya han notado un cambio de actitud de los estudiantes hacia esta lengua, para muchos un talón de Aquiles.
Pero Esme, licenciada en Literatura Inglesa, quiso ir más allá de las simples clases de speaking (expresión oral) y aceptó el reto de dar apoyo cada 15 días a la asignatura de Biología. El profesor, Jordi Oriola, imparte sus clases en catalán e inglés, y ha aprovechado la presencia de la joven británica para corregir imperfecciones de vocabulario o pronunciación. “De esta forma ven que el inglés no es solo de la asignatura de Inglés, sino que tiene una aplicación práctica, es una herramienta útil. Tenemos alumnos hindúes que saben inglés, pero no lo valoran, y aquí ven lo importante que es”, incide Oriola.
Esme también se ofreció a hacer sesiones de conversación en inglés como extraescolar y a acompañar a los docentes en las excursiones. Incluso ayudó a los profesores para que mejorasen su nivel de inglés y muchos aprovecharon su presencia para desempolvar los conocimientos de un idioma que no siempre se tiene la oportunidad de practicar. Esta joven acabó en Barcelona porque la pandemia de covid frustró su viaje a México, donde había conseguido un trabajo de docente. Aunque valora muy positivamente la experiencia, no podrá repetir —así lo dicta el programa— y también ve difícil poder quedarse en Barcelona por las restricciones en el visado tras el Brexit. “Me llevo la experiencia de enseñar, el hablar otra lengua, el vivir en otro sitio. No quiero ser profesora en Inglaterra, allí la vida es diferente, aquí me han tratado muy bien”, zanja la joven.
Advertencias y carencias
Héctor Adsuar, secretario de Educación pública no universitaria de Comisiones Obreras, advierte de las particularidades de unos trabajadores que tienen una especie de contrato de “colaboración”: “Es una figura extraña, no es estrictamente laboral. No hay un contrato de trabajo de por medio, con lo que eso conlleva de precariedad; tienen seguros médicos en diferentes formatos…”, explica. Además, no se les exige capacitación docente y han de estar tutelados y supervisados en todo momento por miembros del claustro. Por eso, desde CC OO reclaman que se les convierta en figuras laborales de verdad y “que no se utilicen en ningún caso para sustituir recursos de profesorado”, termina Adsuar.
La profesora Buckingham, por su parte, señala dificultades pedagógicas en el diseño de un programa que, en general, cree se aprovecha razonablemente bien, aunque haya casos en los que el recurso está infrautilizado o se utiliza de manera inadecuada, dejándoles solos para dar las clases. El problema principal, asegura, es que se llenan con clases todas sus horas semanales, sin dejar espacio para la preparación y coordinación con los profesores.
En El Prat, donde cuentan con 17 auxiliares de diferentes países, desde Canadá, Suecia, Kenia o Pakistán, además de las prácticas de inglés, también dan apoyo en otras materias que se impartan en esta lengua, dependiendo del proyecto de cada centro, como Ciencias o Educación física, además de estar presentes en otros espacios como el comedor o el recreo. “Para tener un impacto importante y resultados de verdad, sabíamos que no podía ser con una hora cada 15 días”, explica Leticia Marfil, responsable del programa.
En L’Hospitalet de Llobregat, el concejal de Educación, David Quirós, defiende la iniciativa municipal que paga a 14 auxiliares que imparten tres horas a la semana a un total de 2.800 alumnos de 4º de ESO de 30 centros (15 públicos y 15 concertados). “Tenemos un perfil de alumnos, muchos en situación de vulnerabilidad, que impide que puedan pagarse clases de inglés, así que el Ayuntamiento decidió hacer el esfuerzo”, explica.
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