La jornada escolar continua es negativa para los niños y afecta especialmente al trabajo de las madres
Las madres que no tienen ayuda para atender a sus hijos cuando estos salen antes del colegio cobran 1.850 euros menos al año de media, según una investigación
La jornada continua, cuya extensión se ha acelerado con la pandemia, es negativa para el alumnado, sobre todo desde el punto de vista socioemocional, y tiene un elevado impacto en el trabajo de los progenitores, especialmente el de las madres, según una investigación publicada el miércoles por el Centro de Políticas Económicas de la Escuela de Negocios Esade (Es...
La jornada continua, cuya extensión se ha acelerado con la pandemia, es negativa para el alumnado, sobre todo desde el punto de vista socioemocional, y tiene un elevado impacto en el trabajo de los progenitores, especialmente el de las madres, según una investigación publicada el miércoles por el Centro de Políticas Económicas de la Escuela de Negocios Esade (EsadeEcPol), que ha utilizado datos de la Encuesta de Condiciones de Vida del INE para analizar por primera vez los efectos económicos del tipo de horario escolar. La conclusión es que la jornada continua supone una pérdida anual de ingresos que asciende a 8.048 millones de euros para las familias, de los que un 66,4% corresponden a las madres. Los autores proponen reimplantar la jornada escolar a tiempo completo y destinar el aumento esperable en la recaudación a compensar a los docentes, cuyas condiciones laborales han empeorado desde la anterior crisis económica, invertir en comedores escolares y ampliar las becas de quienes los utilizan hasta cubrir al 40% de los niños.
El nuevo estudio, titulado Jornada escolar continua: cómo la pandemia está acelerando un modelo social y educativo regresivo, empieza resumiendo la investigación acumulada en las últimas décadas sobre el horario compacto, que ya tiene el 73% del alumnado de los colegios de infantil y primaria. Normalmente, esta jornada se traduce en clases de 9.00 a 14.00 sin apenas descansos. No existen pruebas definitivas sobre el efecto de la modalidad de jornada en el rendimiento académico, indican los autores, Marta Ferrero, Lucas Gortazar y Ángel Martínez, “aunque algunos estudios correlacionales apuntan a que la jornada completa o partida está asociada a mejores resultados”. “Lo que sí existe”, prosiguen, “es evidencia abundante y robusta sobre cómo el tiempo (lectivo y no lectivo) en la escuela supone un impacto positivo en los alumnos en términos académicos y socioemocionales; también que la jornada partida, con un almuerzo temprano y una pausa después, se adapta mejor a los biorritmos de los alumnos y mejora su salud, ciclos de sueño y bienestar”. La pandemia ha acelerado el crecimiento de la jornada intensiva porque muchos centros, por ejemplo en Madrid, están tratando de convertir en definitivo este modelo, que implantaron por motivos sanitarios (con el argumento de reducir la posibilidad de contagios).
La pandemia también ha demostrado “cómo la presencialidad es un elemento clave de la política educativa: cuando la escuela se reduce o se suprime se amplifican las desigualdades entre alumnos de distinto origen social”, señala el informe, que destaca que a pesar “las buenas intenciones” con las que el cambio de jornada suele presentarse, el cambio a un modelo continuo “está asociado a una rotunda menor participación en actividades extraescolares dentro del colegio”. La expansión del horario compacto en España ha ido paralelo a un “fuerte aumento de la inversión” en extraescolares fuera de la escuela. Y puede contribuir a la segregación social, al hacer que las familias “con más recursos y necesidades de conciliación” decidan llevar a sus hijos a centros con jornadas partidas, aunque no estén cerca de sus domicilios. Los colegios concertados, constata en dicho sentido el estudio, tienden a mantener el horario completo.
Una investigación de la escuela de negocios Esade cuantifica por primera vez la desigualdad que supone el horario intensivo, incrementado con la pandemia
La jornada intensiva se aplicó por primera vez en Canarias a finales de los años ochenta, se fue extendiendo después desde el sur de la Península, y hoy es mayoritario: solo resisten con predominio de jornada completa el País Vasco, Navarra y Cataluña. El Ministerio de Educación no ofrece datos globales para toda España (EsadeEcPol ha calculado que el 73% del alumnado tiene ya jornada intensiva basándose en la Encuesta de Condiciones de Vida del INE). En algunos territorios, el horario compacto es el único y oficial, como en Andalucía, pero donde todavía no estaba implantada se está haciendo por votación de las familias en cada colegio, a propuesta del consejo escolar del centro, casi siempre instado por el profesorado. Un sistema que los autores del estudio consideran poco adecuado: los debates suelen discurrir con escasa o inadecuada información y, con frecuencia, generan tensiones entre las familias, y los docentes, que tienen interés directo en su aprobación, participan en el proceso.
Los partidarios de la jornada compacta suelen argumentar que dicho horario se adapta mejor al ritmo de atención de los niños. El estudio cita, sin embargo, una decena de investigaciones para concluir lo contrario, y también apunta que retrasar la hora de comer, como pasa normalmente en los centros con jornada continua, es negativo para los niños. El servicio de comedor, que según las evidencias disponibles “favorece la autonomía, la socialización y la calidad de la alimentación, especialmente para rentas bajas”, añade el estudio, tiende además a perderse en los colegios con jornada continua.
La jornada escolar solo por la mañana, concluye el estudio, “está asociada de forma significativa y relevante con una reducción de los ingresos laborales de las familias”, y muy especialmente de las madres. El efecto negativo en el empleo femenino de este tipo de horario ha sido contrastado en otras investigaciones realizadas en Alemania (donde la tendencia es a aumentar la jornada), Canadá, Suiza y Chile, señalan los autores. En España, las progenitoras con hijos de 3 a 12 años en colegios con este tipo de jornada, que no contratan personas o recurren a algún allegado para que cuide de ellos durante una hora o más al día (el 91% de las madres en dichas circunstancias) perciben 1.850 euros brutos de ingresos laborales anuales menos que aquellas cuyos hijos tienen jornada completa, mientras que la pérdida en el caso de los padres es muy inferior, de 970. La jornada, concluye el informe, “agrava las brechas de género, tanto dentro de los hogares como entre los mismos”.
Los autores del estudio calculan que, en total, la pérdida anual de ingresos de los progenitores con hijos en jornada continua alcanza los 8.048 millones de euros. Lo cual, supone “asumiendo una recaudación media del 15% únicamente vía IRPF, que los beneficios a medio plazo podrían implicar una mayor recaudación pública de en torno a 1.200 millones de euros”.
El estudio añade que se trata de “una estimación a la baja”, ya que solo contempla el impacto en el impuesto sobre la renta, y no en otros como el IVA, o en las cotizaciones sociales. Y a la vez admite un problema metodológico: “Si las familias con determinados ingresos laborales buscan un perfil determinado de colegio para sus hijos con más o menos horas de permanencia al día dentro del centro, esto puede estar sesgando los resultados”.
Las familias ingresan en total 8.000 millones menos
Los beneficiarios de la jornada intensiva, concluye el informe, son para los profesores, “tanto en términos de bienestar como en posibilidades de conciliación”. A pesar de lo cual, de las respuestas ofrecidas por 2.146 docentes encuestados por EsadeEcPol se desprende que ellos “consideran más relevantes los beneficios para el alumnado y las familias”. El 93,1% de los profesores encuestados mencionan en primer o segundo lugar que el horario intensivo beneficia a los niños; el 65,5%, que facilita la conciliación de las familias, y solo un 26,3%, que beneficia a los docentes. “Estos resultados”, indica el informe, “muestran que, en el seno del profesorado, se ha instalado una narrativa en favor de la jornada matinal y sus beneficios sobre alumnado y familias que no está sustentada por los datos”.
Ello está relacionado, opina la coautora del estudio Marta Ferrero, con el hecho de que, en general, en la toma de decisiones sobre cuestiones educativas “no se suele tener en cuenta lo que dice la investigación, tanto en el ámbito de los docentes de los centros escolares como, en muchas ocasiones, de la Administración”.
El profesorado ha sufrido, además, subraya el estudio, un “fuerte deterioro en su situación laboral” desde la anterior crisis económica, con un gran crecimiento del personal interino, un aumento de las ratios de niños por clase y de las horas lectivas, así como una congelación salarial. La jornada continua se presenta así como “uno de los escasos márgenes de mejora” de sus condiciones laborales a corto plazo, añaden los autores, que piden por ello “articular alternativas” al horario matinal para compensar tales pérdidas.
Los autores proponen crear un complemento salarial, dotado con 530 millones de euros, para aumentar a 35 las horas de permanencia en los centros, lo que se traduciría en 2.000 euros más al año para cada docente (y que recibirían también los que ya permanecen en la escuela ese tiempo). Y también plantean destinar 270 millones a aumentar el número de beneficiarios de las becas del comedor. Y 2.000 (400 millones al año durante cinco años) a dotar o mejorar los comedores escolares de los centros públicos.
La razón por la que, pese a las evidencias, las administraciones educativas siguen ampliando o permitiendo que se amplíe la jornada continua también está relacionada, cree Lucas Gortazar, director de Educación de EsadeEcPol, con los recursos: “En un país donde se invierte poco en educación, a las administraciones en parte les conviene, porque se ahorran partidas de comedor e infraestructuras, y se evitan un problema con los docentes y los sindicatos, que tienen muy claro que para ellos es una prioridad”.
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