Clases pequeñas, mayor bienestar
Debido a la pandemia, profesores, familias y equipos directivos comprueban que tener menos alumnos por aula personaliza la atención y mejora la convivencia
En 2020-2021, y debido a la pandemia, el colegio público madrileño donde Aitana cursaba 5º de Primaria creó una tercera línea, pasando de dos clases de 26 o 27 alumnos a tres con 17 o 18; en el de David, que estaba en 6º, los estudiantes por aula se redujeron a la mitad. Ambas familias comprobaron en la práctica los beneficios de una reivindicación histórica: la bajada de las ratios. Generalizada en todo el territorio para cumplir con las...
En 2020-2021, y debido a la pandemia, el colegio público madrileño donde Aitana cursaba 5º de Primaria creó una tercera línea, pasando de dos clases de 26 o 27 alumnos a tres con 17 o 18; en el de David, que estaba en 6º, los estudiantes por aula se redujeron a la mitad. Ambas familias comprobaron en la práctica los beneficios de una reivindicación histórica: la bajada de las ratios. Generalizada en todo el territorio para cumplir con las medidas sanitarias impuestas por la covid-19. Este año las ratios han vuelto a ser las de siempre, en Madrid y en otras comunidades autónomas: 25 alumnos en Primaria, 30 en ESO, 35 en Bachillerato. El próximo, bajarán en Infantil, de 25 a 20, según ha anunciado la presidenta autonómica, Isabel Díaz Ayuso. “La medida se irá extendiendo de manera progresiva hasta hacerla efectiva en las etapas superiores”, precisa el Gobierno regional en nota de prensa.
“Los estudios internacionales nos dicen que la reducción en un tercio de los alumnos por aula, de 30 a 20, mejora notablemente los resultados, y que bajarlos a la mitad garantiza un éxito educativo”, declara Esteban Álvarez, presidente de Adimad (Asociación de Directores de Institutos Públicos de Madrid). Y reconoce la propia Comunidad de Madrid: “La disminución de la ratio ha servido para comprobar la mejora de resultados académicos gracias a la presencia de un menor número de alumnos por aula”, apuntaba, refiriéndose a que la región cerró 2020 con una tasa de abandono temprano (población entre los 18 y los 24 años que deja su formación sin haber obtenido el título de Bachillerato o Formación Profesional de Grado Medio) del 10%, según la Encuesta de Población Activa del Instituto Nacional de Estadística (INE). La más baja desde que se contabiliza este índice educativo; 1,9 puntos menos que en 2019 y 6 puntos por debajo de la media española, que se sitúa en el 16%.
Entre el 98% y el 100% de los alumnos de 1º y 2º de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) de Madrid aprobó todas las asignaturas del curso 2020-2021, según revela Álvarez, mientras que en el segundo trimestre de 3º y 4º de la ESO, donde se optó por la semipresencialidad en lugar de por grupos más reducidos, suspendió un 15% más que en años prepandémicos, según publicaba EL PAÍS a finales de marzo de 2021. La tentación de establecer una causalidad directa entre bajada de ratios y semejante éxito académico es grande, reconoce Lucas Gortazar, director de Educación en el Centro de Políticas Económicas EsadeEcPol. Pero, en su opinión, es incorrecta, puesto que “en España no hay ningún estudio serio que concluya una relación causal entre subida o bajada de ratios e impacto educativo”. Entiende que “la experiencia profesional y docente de maestros y profesores fue mejor, y eso ya es un progreso, pero pide “un debate serio, sustentado en datos”, y no en indicios u opiniones. “Lo importante en este debate es ordenar, más allá del ruido”, zanja.
Dicho lo cual, ¿cree Gortazar que habría que bajar las ratios en Madrid? “Sí, de manera estratégica”, responde, recordando que las últimas investigaciones defienden la progresividad, es decir, que las ratios sean menores, y se dediquen más recursos, en aquellos centros que atienden a alumnado más vulnerable. Porque ahí es donde más eficiente y equitativa resultará la inversión. El experto sería partidario, por tanto, de empezar por el 20% o 30% de los colegios e institutos de Madrid que atienden a ese perfil poblacional. Por el contrario, recortar las ratios para todo el mundo por igual, como propone la Comunidad, supone “un mal uso de los recursos públicos, y es poco transparente”, lamenta.
Plan oficial
Cuando se le pregunta por la bajada de la ratio, el Gobierno regional remite al ya citado comunicado de prensa, que no aporta muchos datos. En él marca generalidades como que “potenciará los desdobles de estudiantes que sean necesarios a través una contratación adicional del profesorado con el fin de evitar que ningún alumno se quede atrás”, y que “dedicará los recursos requeridos para asegurar que la función de la educación sigue siendo una herramienta para favorecer la igualdad de oportunidades y elevar la probabilidad de incorporación al mercado laboral”. No entra en detalles sobre la inversión necesaria ni explica, por ejemplo, en qué basa su decisión de diseñar las clases (por lo pronto de Infantil) con cinco alumnos menos, y no con siete, o con cuatro, o con 10.
“No sé cuánto debería bajar la ratio”, admite Gortazar. “Casi toda inversión que se destina a educación tiene efectos positivos. La pregunta es cómo de buena sería comparada con otro tipo de inversiones, y cómo lograr la máxima eficiencia”, argumenta el experto de EsadeEcPol. Porque recortar la ratio un 10% “es subir el presupuesto un 10%”, según recuerda. “Echo en falta el dato de cuánto se invierte por centro educativo o, al menos, de una manera desagregada, por municipio o distrito, para saber en qué punto estamos, y qué sería conveniente hacer a partir de ahí. Si no, estamos jugando a ciegas”, advierte.
Hechos comprobados
En el terreno de los hechos comprobados, hay dos que conviene tener en cuenta: Madrid es la comunidad más rica de España, y la que menos invierte por alumno en la educación pública, en valor nominal. “Se trata de un entorno urbano de escuelas grandes, con un uso más intensivo del personal y de la infraestructura, pero creo que eso no justifica, ni de lejos, la baja inversión secular, que es fruto de su política fiscal; es una decisión política”, argumenta Gortazar. Y dos, sus ratios no solo no son progresivas, tal y como recomienda la evidencia científica, sino que son regresivas, lo que significa que, a mayor nivel socioeconómico, más docentes por alumno, y por tanto, ratio más baja. Y a la inversa. “Pediría a la administración más concreción y más aterrizaje sobre lo que busca, y sobre cuáles son sus objetivos; generaría más confianza. Los vaivenes de Madrid solo generan desconfianza”, insiste.
“La bajada de ratios vino bien a compañeros que andaban más pillados, y pudieron prepararse mejor de cara al salto al instituto, porque los profesores tenían más tiempo para ellos. Y ahora la subida les ha perjudicado; es probable que, este curso, algunos repitan”, tercia Sara Sanz, madre de David. Su hijo va bien académicamente, y compartir espacio con más o menos iguales no ha afectado a sus calificaciones. “A un chaval con una historia de buenas notas a lo mejor no le aporta tanto, sino que lo mantiene, pero quienes arrastraban una historia académica deficiente, y dudaban de su capacidad, no solo aprobaron sino que ganaron en autoestima”, subraya Álvarez, aludiendo a la importancia de ese “valor añadido” en educación.
Esos intangibles de estabilidad emocional, seguridad, confianza, autoestima. Un mejor ambiente. “Con muchos niños, los conflictos pasan más desapercibidos; la escuela es una pequeña sociedad en la que aprenden a relacionarse, y los maestros no tienen tiempo para prestar tanta atención a esa parte de convivencia”, piensa Carolina Domínguez, madre de Aitana. “Con menos alumnos, los profesores pueden trabajar de manera más personalizada y la convivencia escolar mejora”, resume María del Carmen Morillas, presidenta de la FAPA (Federación de la Comunidad de Madrid de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado) Francisco Giner de los Ríos.
El año pasado, los padres de David sí notaron cambio, y para bien, en su comportamiento y en su actitud en clase. “Él es muy nervioso, y lo vimos más relajado”, detalla Sara. En este 2021-2022, David, que ya está en 1º de la ESO, ha llegado alguna vez a casa comentando: “Somos muchos, a veces es un poco caos”. Carolina también percibió “más tranquilidad” en el aula de su hija en 2020-2021. Aitana, igualmente buena estudiante, no estuvo contenta con que los repartieran en tres grupos en lugar de los dos de siempre, porque la separaron de sus amigas, comenta con cara de fastidio. “Pero acuérdate de cómo tu tutora tuvo tiempo para trabajar contigo diferentes esquemas para estudiar”, la interpela su madre.
Buenos resultados
“Lo que he vivido me ha demostrado que la calidad del proceso de enseñanza-aprendizaje mejora cuando el número de alumnos por aula es menor; hay menos bullicio”, coincide Mario Galán, profesor de Educación Física en el IES La Serna de Fuenlabrada, que el año pasado tuvo entre 21 y 23 alumnos por grupo. “Este curso doy clase a nueve grupos de unos 30 alumnos cada uno, lo que suma unos 270 chicos y chicas a los que solo veo durante dos sesiones a la semana... Apenas te da tiempo a conocerlos ni a atenderlos de manera más individualizada, con sus dificultades, capacidades, limitaciones y potencialidades”, reflexiona.
Desde su experiencia como director del IES Sierra de Guadarrama, en Soto del Real, Álvarez detecta que su alumnado está percibiendo como un castigo la vuelta a las ratios normales después de todo el curso pasado con siete u ocho estudiantes menos por aula. “Escuchamos decir ‘el profe me tiene abandonado’, ‘ahora nunca tiene tiempo’, ‘me cuesta seguir la asignatura’, ‘tengo dudas que no consigo resolver”, enumera como quejas más frecuentes. “Las matemáticas, por ejemplo, se construyen sobre una base previa; si no sabes dividir con decimales no podrás resolver nunca una ecuación que exija una división con decimales. Si te atascas en una fase y no tienes los apoyos necesarios, la dificultad se va montando, una encima de otra, hasta hacer una bola muy difícil de superar... Así es como se sienten los chicos”, asegura.
El virus también ataca la salud mental
A mediados de febrero de 2022, Adimad llevaba contabilizados casi 400 protocolos de autólisis (suicidios) abiertos por centros de Secundaria de la Comunidad de Madrid, según alerta su presidente, Esteban Álvarez. La cifra representa el doble de los casos gestionados en todo el curso pasado, que “ya fue de récord histórico”, añade. Un protocolo se abre cuando hay indicios de ideación suicida, el chico o la chica se ha autolesionado, o ha tenido algún intento de acabar con su vida.
“A esto le añadimos casos de estrés y ansiedad... Son chavales con expectativas académicas elevadas, en su mayor parte, que iban bien pero están encontrando dificultades y se ven sometidos a una presión que no son capaces de gestionar”. Álvarez relaciona la situación con la crisis sanitaria, “que ha afectado a su bienestar emocional”, y con la subida de las ratios de este año en Madrid; dice que, de haberse mantenido más bajas, la readaptación a la normalidad habría sido más progresiva y la atención más personalizada hubiera ayudado a prevenir muchos de los casos. “La Comunidad de Madrid ha actuado como si no hubiera pandemia”, denuncia.
En los últimos meses, comunidades autónomas como Aragón, Comunidad Valenciana, Castilla y León, Baleares y Extremadura han aprobado protocolos para la prevención del suicidio y las conductas autolíticas en los centros educativos de Primaria y Secundaria, urgidas por la sensación de desprotección y falta de herramientas de los docentes y por los datos oficiales, según información publicada por EL PAÍS. Adimad pide “ayuda inmediata” para un problema “de primer orden” en la educación pública. “La concertada está contratando psicólogos, tiene un margen que los directores de la pública no tenemos”, lamenta Álvarez en alusión a la falta de profesionales de la salud mental en las aulas.
El 27 de enero, la oposición presentó en la Asamblea de Madrid una Proposición No de Ley con una batería de medidas de refuerzo de la salud mental infanto-juvenil en la educación para prevenir el suicidio, entre las que se encontraban la incorporación de más orientadores en los institutos de educación secundaria o el desarrollo de la figura del psicólogo educativo. “Pedimos el aumento del equipo de orientadores en los institutos, ya que la mayoría no cumplen las ratios o están muy por debajo. Además, queremos reforzar la coordinación con los centros educativos terapéuticos y los centros de salud mental para que se doten de mayor número de profesionales”, declaró el diputado de Más Madrid, Diego Figuera. PP y VOX la rechazaron.
El 28 de febrero, Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, anunció el plan de salud mental 2022-2024, ligado al ámbito hospitalario: 45 millones de euros; 379 nuevos profesionales entre psiquiatras, psicólogos clínicos, enfermeros y terapeutas ocupacionales; 14 unidades de hospitalización psiquiátrica domiciliaria y más hospitales de día infanto-juveniles.
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