Ceuta, la ciudad con los peores resultados educativos de Europa, reduce casi a la mitad las horas lectivas de los alumnos
La ciudad autónoma, que continúa a la cabeza en abandono escolar temprano, arranca sus clases sin el cupo de profesores covid para dar apoyo a los estudiantes
En Ceuta, todos se sienten de allí, pero parece que nadie está satisfecho de serlo. El relato de los habitantes de esta ciudad autónoma de 18,5 kilómetros cuadrados está polarizado entre el de miles de funcionarios que aseguran vivir bien ―cobran un plus de residencia que sitúa su salario mensual muy por encima del de sus colegas en la Península, hasta 1.000 euros más― y el de los que tratan de sobrevivir en una región azotada por el desempleo ―afecta al 37,5% de la población, ...
En Ceuta, todos se sienten de allí, pero parece que nadie está satisfecho de serlo. El relato de los habitantes de esta ciudad autónoma de 18,5 kilómetros cuadrados está polarizado entre el de miles de funcionarios que aseguran vivir bien ―cobran un plus de residencia que sitúa su salario mensual muy por encima del de sus colegas en la Península, hasta 1.000 euros más― y el de los que tratan de sobrevivir en una región azotada por el desempleo ―afecta al 37,5% de la población, más del doble que la media nacional― con la incertidumbre de qué será del futuro laboral de sus hijos. Ceuta es la ciudad con la mayor tasa de abandono escolar temprano de Europa, la que obtuvo peores resultados en Matemáticas y Ciencias en las pruebas PISA de 2018 y la que lidera, junto a Melilla, el número de alumnos por aula. Pese a la urgencia educativa, el Ministerio de Educación no ha enviado a tiempo el cupo de 152 profesores covid para dar apoyo a los alumnos que no pudieron seguir las clases durante el confinamiento y ha dado el visto bueno a que se reduzcan las horas lectivas casi a la mitad, extremo que no ha sido aprobado en otras autonomías (excepto en Melilla).
Si en algo coinciden los dos grupos de población ceutí ―un responsable político dice que allí la clase media es prácticamente inexistente― es en el abandono del territorio por parte del Gobierno central, que tiene las competencias en Educación y Sanidad en dos únicos territorios: Ceuta y Melilla. No hablan de partidos políticos, solo se refieren a “Madrid”, un “monstruo burocrático” que desde la distancia, casi 700 kilómetros, no escucha sus reclamaciones.
Es jueves, son las 7.45 de la mañana, y un grupo de niños hace cola en la puerta del colegio público Reina Sofía, en el barrio del Príncipe Alfonso, más conocido como El Príncipe, uno de los más desfavorecidos de la ciudad, levantado de forma irregular sin un plan urbanístico y en el que nadie se atreve a entrar sin la compañía de uno de sus vecinos. Su director, David Pérez, emocionado con la reapertura del centro y, a la vez, temeroso de que la pandemia vuelva a confinar a los alumnos, no está preocupado por la reducción de cinco a tres horas que van a sufrir todos los niños de infantil y primaria de Ceuta, que sí tendrán el privilegio de ser solo 15 en clase. “Las mayores carencias de los estudiantes se dan en comprensión lectora, expresión y matemáticas. Esta reducción de las ratios puede ser una oportunidad para darles un aprendizaje más personalizado y tal vez nos sorprendan con mejores resultados académicos”, anhela.
En secundaria, se pasa de seis horas diarias a tres y los grupos serán también de 15 alumnos. La falta de profesores y el hecho de que el 27% de los escolares no disponen de Internet en casa ni de dispositivos digitales (la media nacional es del 11%) imposibilita una modalidad semipresencial. Los únicos que continúan con su horario habitual y 100% presencial de seis horas son los alumnos de bachillerato.
Muchos docentes creen que esa reducción de las horas lectivas puede suponer una oportunidad para que los alumnos que obtienen peores resultados mejoren, ya que es la primera vez que consiguen reducir el número de estudiantes por aula ―los datos dicen que Ceuta tiene una media de 25,7 en primaria, frente a los 21,7 del resto de España, pero en muchos colegios han llegado hasta los 29 estudiantes en una misma clase―. Otros creen que es una nueva muestra de lo poco que importan al Ministerio de Educación. “Estamos en un limbo administrativo, dependemos de Madrid y la comunicación y gestión es muy lenta. Nunca hemos sido una prioridad para ellos”, lamenta el director de un instituto público de la ciudad que no quiere dar su nombre porque, dice, “aquí nos conocemos todos”. En la ESO, los datos cifran en 28 los alumnos por clase, frente a los 25 de media nacional. De nuevo, sobre el terreno, algunos institutos han tenido hasta 34 alumnos por aula.
A la falta de espacios educativos para reducir las ratios de alumnos por aula ―hay 17 colegios (de ellos, seis concertados) y seis institutos públicos para una población de casi 85.000 personas en una ciudad en la que solo 9,5 kilómetros cuadrados son urbanizables―, se suman golpes como el cierre del único Centro de Formación del Profesorado de Ceuta que ordenó el ministro José Ignacio Wert (PP) en 2015, bajo el pretexto de la crisis económica. En 2019, Ceuta registró una tasa de abandono escolar temprano ―jóvenes entre 18 y 24 años que abandonaron los estudios y solo obtuvieron, en algunos casos, el título de la ESO― del 24,7%, la más alta de España (cuya media es del 17,3%) y de los países de la Unión Europea (con una media del 10,2%).
El hecho de que el cupo de 152 profesores covid no haya llegado a tiempo para el inicio de las clases el pasado jueves ―de momento, la única autonomía que tampoco lo ha conseguido es País Vasco―también tiene que ver con la lucha entre el ministerio y la Consejería de Educación de Ceuta, que equivale en competencias a las que tiene un Ayuntamiento. El Gobierno de la ciudad, en manos del PP desde 2001, se negó a destinar parte del fondo covid que ha recibido del Gobierno de Pedro Sánchez a la contratación de profesores. De los siete millones, solo dos serán para la compra de materiales para los centros educativos ―como geles hidroalcohólicos― o a la contratación de personal de limpieza, entre otros asuntos. “En Ceuta, el ministerio tiene las competencias en materia de profesores, tienen que cumplir con su función”, expone Carlos Rontomé, consejero de Educación de la ciudad. Ahora la pelota está en el tejado del Ministerio de Hacienda, que debe aprobar la contratación de esos docentes.
En el acuerdo alcanzado a finales de agosto entre el ministerio y las autonomías, se pidió que se hicieran los máximos esfuerzos para garantizar la presencialidad en infantil y primaria y algunas regiones han suprimido los recreos y han puesto en marcha la jornada continua. ¿Cómo se explica que se reduzcan las horas de enseñanza en la región con mayor fracaso escolar? Ceuta, que ha pasado de los cero casos registrados en julio a los 107 positivos en covid-19 en septiembre, solo dispone de un hospital (con siete camas UCI y 165 para agudos) y tres centros de salud. “Ha primado el criterio sanitario sobre el educativo; si se produce un empeoramiento, nosotros no podemos plantearnos la ayuda de territorios cercanos, estamos aislados, y no nos podemos permitir grupos de alumnos de más de 15. Tenemos que proteger a la población”, explica Juan Bosco, director provincial del Ministerio de Educación, que ha elaborado el protocolo escolar junto al servicio de medicina preventiva del Hospital Universitario de Ceuta.
Un alumno ceutí va dos cursos por detrás de uno gallego
Ya son las 8.00 de la mañana y, mientras se toma la temperatura y se da gel hidroalcohólico a los últimos alumnos que van llegando al colegio Reina Sofía, un corrillo de madres muestra su indignación por la falta de limpieza de los alrededores. En esa misma calle, a escasos metros del acceso, unos montones de tierra de un metro de altura permanecen sin retirar. Enfrente, en un espacio asfaltado que hace las funciones de aparcamiento, yace un coche calcinado, una práctica “muy habitual” en esta barriada.
“¿Tú te crees que esta es forma de recibir a nuestros hijos?”, lanza una de las madres, de cultura musulmana, como el 100% de los alumnos del colegio. La limpieza y el mantenimiento de los centros de primaria corresponde al Gobierno de la ciudad autónoma (PP). De puertas hacia dentro, se vive otro ambiente: los maestros no hablan de lo destrozado que está el barrio, sino de cómo con pequeños arreglos han mejorado la infraestructura del colegio. Quieren ver el vaso medio lleno. En el caso de que finalmente lleguen los refuerzos de personal, al colegio Reina Sofía, con 700 alumnos de los que el 70% no tienen Internet en casa, le corresponderían cinco.
Según los resultados del informe PISA 2018 (elaborado por la OCDE para medir las competencias de los alumnos de 15 años de los países integrantes), teniendo en cuenta los resultados en Matemáticas y Ciencias, un alumno ceutí va dos cursos por detrás de otro navarro o gallego. El análisis de las causas del estrepitoso fracaso lleva décadas sobre la mesa y en el último estudio publicado por el ministerio en colaboración con la Universidad de Granada en 2009 se señalaba que el área donde los alumnos ceutíes encontraban los mayores problemas era la de lengua, teniendo en cuenta que más del 60% de los alumnos son musulmanes y su lengua materna es el dariya, un dialecto del árabe. Entre las recomendaciones de ese informe, las más significativas eran incluir la enseñanza del árabe en los colegios y evitar los centros gueto (según la definición de la ONG Save the Children, aquellos en los que la concentración de alumnado con bajos recursos en un mismo centro supera el 50%).
En el artículo El árabe marroquí de Ceuta y el fracaso escolar, en el que Rafael Jiménez, profesor de Didáctica de la Universidad de Cádiz, hace una revisión de la investigación educativa publicada entre 2005 y 2018, señala que “la pobreza y la marginación se han concentrado en la población musulmana”, y eso ha generado “un tejido social asimétrico”. Con el aumento de la natalidad entre la población musulmana (entre 2009 y 2020, la población escolar en Ceuta ha crecido un 20%, casi el triple que la media del resto de España), barrios que antes eran mixtos se han ido convirtiendo en guetos.
“Estoy orgullosa de ser de El Príncipe, pero nuestros hijos están marcados”, dice Naima Dris, de 45 años y madre de tres niñas. Sentada en el salón de la casa de otra madre del colegio de sus hijas, coinciden en que “el bajón” les llega cuando entran al instituto. “No tienen el apoyo ni la motivación que les dan los maestros en el colegio”. Los datos muestran que en los tres institutos ubicados en los barrios más deprimidos, de los siete grupos que empiezan 1º de ESO, solo dos llegan a bachillerato. El único instituto que el curso pasado llegó a seis grupos en bachillerato está en el centro.
“Estoy orgullosa de ser de El Príncipe, pero nuestros hijos están marcados”Naima Dris, de 45 años
En la ciudad, hay centros que han conseguido dejar de ser gueto y atraer a familias de diferentes estratos sociales. Uno de ellos es el colegio público Mare Nostrum, que linda entre dos de los barrios más periféricos y deprimidos y la zona centro, con edificios históricos rehabilitados, avenidas con farolas de hasta 60.000 euros cada una y una limpieza absoluta. En 2009, el entonces jefe de la Inspección ―dependiente del ministerio, en ese momento bajo el mandato del PSOE― tomó la decisión de modificar los criterios de escolarización para mezclar a alumnos de familias acomodadas con otros sin recursos. Los primeros años, las familias “cristianas”, como las llaman los ceutíes, pusieron el grito en el cielo. “Los padres no tenían una buena imagen de nuestro cole, venían llorando”, cuenta Anabel Ramón, jefa de estudios del centro. Fueron los propios docentes los que empezaron a dar ejemplo, matriculando allí a sus hijos. En 10 años han conseguido que el 45% de los alumnos sean musulmanes y el otro 45% “cristianos”. El proyecto pedagógico, con una carga importante de contenidos en inglés, ha sido clave. “El colegio tiene que compensar lo que no se tiene en casa; te invitan a un cumpleaños y ves otro hogar, otra cultura, y ahí es cuando se produce la mezcla, en ambas direcciones”, añade la maestra.
“El fracaso escolar en Ceuta no interesa porque afecta solo a una parte de la población, que no domina el español al mismo nivel que avanza la enseñanza…existe un racismo estructural muy arraigado que condiciona las decisiones políticas y las relaciones sociales dentro de la ciudad”, opina Juan Luis Aróstegui, secretario general del sindicato CC OO en Ceuta.
En boca de pedagogos, políticos y profesores, la solución al fracaso no puede venir solo de la mano de la educación. Hace falta un gran acuerdo que también implique a otros sectores económicos y la creación de nuevos planes de empleo. El 55,8% de los jóvenes ceutíes menores de 25 años está en paro, frente al 39,6 % de la media nacional. “No hay tejido productivo, ni sector agrícola; solo funciona el sector servicios para el público marroquí, ya que no hay turismo nacional”, señala Pepe Simón, director general del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) en Ceuta. Ni siquiera el puerto es ya una oportunidad para los jóvenes; no se ha adaptado a los canales marítimos de distribución internacional de mercancías y está cediendo importancia al emergente puerto de Tánger. “La esfera pública es casi el sostén económico de la ciudad”, añade Simón. En Ceuta, parece que ser funcionario es el único camino de los jóvenes para romper la fragmentación social.
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