Trump aún no es presidente, pero la guerra comercial ha empezado: las empresas de todo el mundo se preparan para los aranceles que vienen

Las compañías europeas y estadounidenses adelantan pedidos, y las Chinas buscan compradores para sus productos en otros mercados

Vista nocturna de un muelle del puerto de Shanghái Yangshan en Shanghái (China), el pasado mes de julio.Costfoto (NurPhoto / Getty Images)

Ados horas en coche al oeste de Shanghái, Sunny Hu ha pasado casi dos meses desde las elecciones estadounidenses apurando los envíos de muebles de su empresa a clientes estadounidenses y acelerando los cambios para diversificar los mercados de Hangzhou Skytech Outdoor. Mientras tanto, en el corazón del cinturón alemán de Riesling, Matthias Arnold, enólogo y octava generación al frente de la bodega familiar, ha estado recibiendo una avalancha de pedidos especiales de importadores estadounidenses desde la victoria de Donald Trump. Se está apresurando a completar la mayor cantidad posible antes de que el presidente electo pueda volver a aplicar los gravámenes a los vinos europeos que impuso en 2019, que luego la Administración de Biden suspendió.

En todo el mundo, las empresas no esperan hasta el 20 de enero, día de la toma de posesión presidencial, para ver qué países, productos o tasas arancelarias se anuncian en las ampliamente publicitadas guerras comerciales de Trump. La mera amenaza de sus aranceles universales está desatando una disputa por esquivar las balas tarifarias que deja al sistema comercial global propenso a cuellos de botella, cargado con costes más altos y vulnerable a perturbaciones en caso de que se produzca un shock económico. “Todavía estamos en un periodo de pánico”, dice Robert Krieger, presidente de Krieger Worldwide, una firma de asesoría logística y aduanas con sede en Los Ángeles. “Está a punto de producirse una marea alta en la cadena de suministro”, avisa.

En JLab, con sede en California, el director ejecutivo Win Cramer ya había trasladado sus cadenas de suministro fuera de China para eludir los aranceles impuestos durante la primera presidencia de Trump. Además de la congelación de contrataciones impuesta hasta junio en medio de la incertidumbre electoral, su siguiente paso será aumentar los precios de los auriculares y productos inalámbricos de la empresa si esta vez se aplica un arancel universal.

Para ganar a la competencia, algunas empresas están adelantando pedidos. Otras están buscando nuevos proveedores o, si eso no es posible, renegociando las condiciones con los existentes. Todos los casos tienen cosas en común: la renovada tensión conlleva más costes, en forma de mayores inventarios y envíos urgentes con precios más altos, o la incertidumbre de arriesgarse a cambiar de proveedores cuya fiabilidad no está contrastada. En última instancia, los consumidores serán quienes paguen la factura.

El problema es que, a pesar de todas las medidas preventivas que se están tomando, no hay garantía de que las estrategias que ayudaron a algunas empresas a soportar la primera guerra comercial de Trump funcionen ahora. Esta vez tiene el punto de mira dirigido tanto a aliados como a adversarios. Así lo hizo patente a finales de noviembre con su amenaza de imponer aranceles adicionales del 10% a los productos de China y del 25% a todos los productos de México y Canadá, sus socios comerciales preferentes.

Zipfox, una plataforma online de búsqueda de productos que pone en contacto a empresas estadounidenses con fábricas principalmente en México, ha experimentado un aumento del 30% en las solicitudes desde las elecciones, según su fundador y director ejecutivo, Raine Mahdi. Es más, este empresario reconoce que las consultas aumentaron nuevamente después de que Trump amenazara con aranceles del 100% a las naciones emergentes (BRICS). La mayoría de ellas provienen de importadores de bienes fabricados en China. Mahdi advierte contra el peligro de dormirse en los laureles: “Si esperas demasiado, te encontrarás tratando de hacer la transición a última hora y en peores condiciones”.

Los puertos de China registraron un crecimiento de dos dígitos en el tráfico de contenedores en las dos semanas previas a las elecciones y ese frenesí aumentó aún más hasta alcanzar un aumento de casi el 30% en la segunda semana de diciembre. Asimismo, los vuelos internacionales de carga aérea han aumentado al menos un tercio cada semana desde mediados de octubre y los economistas esperan que esto continúe a medida que los clientes se apresuren a realizar pedidos anticipados.

Locura en los puertos

Al otro lado del Pacífico, la puerta de entrada de contenedores más transitada de Estados Unidos, formada por los puertos gemelos de Los Ángeles y Long Beach, está experimentando también un aumento de los contenedores entrantes, similar a la ola que acompañó las primeras andanadas arancelarias de Trump contra China hace siete años. Ambos puertos han superado la actividad récord de la era de la pandemia en el tercer trimestre y se espera que los volúmenes se mantengan elevados hasta el próximo año.

Los pedidos anticipados comenzaron mucho antes de las elecciones estadounidenses y ahora están llegando a los muelles. Solo en el puerto de Los Ángeles, los envíos de contenedores en noviembre aumentaron un 19% con respecto al mismo periodo del año anterior. A falta de los datos de cierre del ejercicio, 2024 será el año de mayor actividad en Long Beach.

“El aumento de las importaciones en todo el país podría continuar hasta la primavera de 2025″, señaló en diciembre el director ejecutivo del puerto de Long Beach, Mario Cordero. “En 2018, los aranceles iniciados durante la primera Administración de Trump tuvieron como resultado una disminución del 20% en las importaciones de China y una caída del 45% en las exportaciones a este país debido a las acciones de represalia”, recordó.

Un trabajador de la bodega de Weingut Patke eGbR, en Brandeburgo (Alemania).Patrick Pleul (picture alliance / Getty Images)

Los aranceles no son el único factor que contribuye a adelantar pedidos. A él hay que añadir la prisa habitual antes de las vacaciones anuales del Año Nuevo Lunar en China, que comienzan a fines de enero, y la necesidad de adelantarse a posibles huelgas portuarias en Estados Unidos. En ese contexto, Robert Sockin, economista global de Citigroup, advierte sobre las tensiones a las que se verá sometido el comercio mundial a poco que haya la más mínima disrupción del sistema. “Si los pedidos adelantados se incrementan, podrían crear algunos cuellos de botella en los puertos estadounidenses que exacerbarían las presiones en la cadena de suministro”. Las perspectivas de otra huelga de trabajadores portuarios a pocos días de la investidura de Trump solo agravan esas preocupaciones.

Solo acaba de empezar 2025 y puede que ya tengamos la palabra del año. Desde las elecciones estadounidenses de principios de noviembre, la Reserva Federal percibe una gran inquietud sobre los futuros gravámenes comerciales. La palabra “arancel” apareció 11 veces (la mayor cantidad desde 2020) en el último Beige Book, una encuesta a empresas realizada por el banco central estadounidense. Además, un análisis de la presentación a analistas de los resultados trimestrales por parte de los directivos de las empresas del S&P 500 refleja cómo la mención de la palabra “aranceles” aumentó en noviembre hasta su nivel más alto desde finales de 2019, según Bloomberg.

Avalancha de consultas

Las empresas industriales y, en particular, las de maquinaria industrial y proveedores son las que más temen las barreras comerciales. Las multinacionales tienen más margen de actuación, pero no así el resto del tejido empresarial compuesto por medianas y pequeñas compañías. Si la bandeja de entrada de correo electrónico de Lynlee Brown sirve de guía, el impacto será generalizado. Es socia comercial global de EY, el gigante de la consultoría. En las primeras horas de la mañana después de las elecciones estadounidenses, había recibido más de 400 mensajes. Las consultas se extendieron por todo el mundo: desde empresas estadounidenses que importan materias primas hasta una empresa de indumentaria australiana. “Hay muchas preguntas que llegan de las empresas”, reconoce Brown.

Entre quienes buscan respuestas se encuentran Kim Osgood y Mike Roach, propietarios de Paloma Clothing, una tienda de ropa para mujeres en Portland, Oregón. El establecimiento, que ofrece productos que incluyen joyas, accesorios, suéteres, bufandas y abrigos para la lluvia, ya ha comenzado a realizar pedidos adicionales a sus proveedores que fabrican en el extranjero. “Lo único que aborreces por completo como dueño de un negocio es la incertidumbre”, dice Roach. “Pero no hay mucho que podamos hacer”.

Esta parálisis parece deberse al miedo. Según una encuesta de Oxford Economics realizada a 156 empresas estadounidenses en las dos semanas anteriores al 10 de diciembre, el 65% de los encuestados dijo que una guerra comercial global representa un riesgo muy significativo para la economía mundial en los próximos dos años, en comparación con el 38% que opina que el mayor riesgo es un enfrentamiento entre Rusia y la OTAN, y el 14% que destaca el potencial desestabilizador de un conflicto entre China y Taiwán.

En los grandes centros manufactureros de China, las empresas están tratando de mantener las exportaciones. En Hangzhou, alrededor del 90% de los productos de Hangzhou Skytech Outdoor se destinan a Estados Unidos, lo que la hace vulnerable a aranceles superiores al 25% que ya se aplicaron a sus exportaciones estadounidenses durante la primera guerra comercial entre 2018 y 2019. La empresa está considerando ofrecer a sus compradores estadounidenses un precio que incorpore tanto los aranceles como el flete, pero estos tendrían que ser al menos entre un 10% y un 15% más altos, dice Hu, dependiendo del nuevo nivel de aranceles. Mientras tanto, la empresa pretende enviar la mitad de la demanda prevista para 2025 antes de que Trump jure el cargo.

Unas tres semanas después de las elecciones, cuando los periodistas de Bloomberg News lo visitaron, el taller y el almacén de Hangzhou Skytech Outdoor estaban repletos de cajas sobre palés listas para ser enviadas, mientras los trabajadores se apresuraban a doblar y cortar el metal para satisfacer la temporada de máxima demanda. Después de un auge en las ventas durante la pandemia, la empresa decidió expandirse: actualmente está construyendo un nuevo taller y una sala de exposición de cinco pisos que duplicaría su capacidad.

Las incógnitas son igualmente desconcertantes en JLab, con sede en Carlsbad, California. Sus productos de audio se vieron afectados por aranceles en 2019. Eso llevó a Cramer a trasladar alrededor del 90% de su fabricación por contrato de China a Vietnam, Malasia y otros países. “Básicamente, nos vimos obligados a reconstruir nuestra cadena de suministro fuera de China, y eso no es algo fácil de hacer”, explica. Cramer cree que tratar de acumular inventarios antes de que se impongan los aranceles no es práctico porque eso requiere dinero en efectivo y, con la tecnología en constante cambio, podría quedarse con inventarios obsoletos. Además, Trump podría hacer algo distinto a lo que dijo que haría durante la campaña.

Si bien JLab no aumentó los precios después de que se promulgaran los aranceles durante la primera Administración de Trump, es posible que esta vez no lo pueda hacer. Su producto más vendido es un auricular inalámbrico de 24,95 dólares y, si bien puede absorber parte del coste adicional del arancel, no tendrá más opción que trasladar parte de él al consumidor final debido a sus bajos márgenes de ganancia.”Estamos diseñados para ofrecer un producto justo a un precio justo, y cuando entran en juego los aranceles, eso hace que sea más difícil hacerlo”, explica.

Márgenes al límite

Evelyn Suárez, abogada aduanera con sede en Washington con clientes entre los que se incluyen empresas manufactureras estadounidenses que importan piezas y componentes de China, cree que muchas compañías que se adaptaron a la primera ronda de aranceles de Trump tendrían dificultades para hacer frente a un segundo golpe. “Están en el nivel de impuestos que pueden manejar, pero si se agrega otro 60%, sería prohibitivo”. Suárez comenta que sus clientes “se están preparando para costes más altos y eso es un verdadero desafío porque los precios van a subir”.

En Riesling, Arnold tuvo que absorber alrededor del 80% del gravamen extra de Trump durante su primera presidencia para conservar a los clientes que, de otro modo, podrían optar por vinos más económicos de otras regiones. Tanto Arnold como el importador estadounidense con el que trabaja quieren mantener precios relativamente estables para los clientes también esta vez; la pregunta es cómo se dividirán entre ellos el coste adicional de los aranceles.

Arnold, que exporta unas 10.000 botellas de vino a Estados Unidos cada año, aproximadamente el 5% de su volumen total, confía en poder esperar a que se aplique otra ronda de aranceles, aunque los mercados con márgenes más altos, como Escandinavia, comienzan a convertirse en destinos de exportación más atractivos si los aranceles se mantienen a largo plazo. Sin embargo, algunos productores de vino alemanes venden hasta el 40% de sus productos a Estados Unidos. Para ellos será difícil, dijo. “Esta vez los aranceles podrían llegar rápidamente y durar mucho más tiempo”, teme Arnold.



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