Michael Pettis: rock alternativo y finanzas chinas

Una tarde de cerveza, música y mosquitos en el patio pekinés de una de las voces más autorizadas sobre la economía del gigante asiático

Michael Pettis, profesor de Finanzas de Guanghua School of Management (Universidad de Pekín).Billy H.C. Kwok (Bloomberg)

El economista Michael Pettis, una de las voces más autorizadas sobre las finanzas de China, agarra el bote antimosquitos y se dosifica generosamente en las piernas. A esta hora de la tarde y en esta época del año en su patio de Pekín uno puede acabar acribillado. Pettis, estadounidense de 65 años, lleva 20 en el gigante asiático, y vive en un callejón a un paso de la Ciudad Prohibida en lo que se conoce como un ‘siheyuan’, una construcción...

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El economista Michael Pettis, una de las voces más autorizadas sobre las finanzas de China, agarra el bote antimosquitos y se dosifica generosamente en las piernas. A esta hora de la tarde y en esta época del año en su patio de Pekín uno puede acabar acribillado. Pettis, estadounidense de 65 años, lleva 20 en el gigante asiático, y vive en un callejón a un paso de la Ciudad Prohibida en lo que se conoce como un ‘siheyuan’, una construcción antigua compuesta por varios edificios levantados en torno a un espacio central descubierto. Como la casa es grande, además de espectacular, la comparte: en las dependencias del flanco norte se encuentran las oficinas del sello discográfico que montó hace años (aunque más tarde lo vendió); el flanco sur, hasta hace no mucho, lo usaba un compositor que preparaba una ópera (ahora se ha ido en busca de inspiración a Tailandia).

Pettis no es un economista al uso, si es que existe tal cosa. Vestido con pantalones cortos y en chanclas, rebusca en la nevera un par de cervezas Tsingtao, la marca nacional, y se sienta con las piernas en alto en el patio. La conversación arranca con la última noticia que corre como la pólvora en los mentideros políticos de Pekín: al parecer, en la reciente reunión que los altos mandos del Partido Comunista celebran cada verano en la playa de Beidaihe, el presidente, Xi Jinping, se ha llevado una bronca considerable de “los mayores”, por la marcha económica del país y su manejo de las relaciones con Estados Unidos. El rapapolvo habría sido de tal calibre que habría provocado que no acudiera al G20. El bombazo lo ha publicado el medio Asia Nikkei (los japoneses, se dice, son de los que mejores fuentes tienen en la capital china). Aunque obviamente es casi imposible de comprobar: la política china es prácticamente inescrutable.

“Algo está pasando, eso está claro. Pero no hay forma de saber si el artículo es correcto o no. En China sobre todo adivinamos estas cosas”, opina Pettis, que es profesor de finanzas en la Escuela de Negocios Guanghua de Pekín e investigador no residente de Carnegie Endowment for International Peace. Ha sido un verano de noticias económicas negras para el país, que no logra poner en marcha la locomotora tras levantar el cerrojo antipandémico: caen las exportaciones, palidece el sector inmobiliario, el consumo interno no despega y el paro juvenil ha alcanzado cotas tan altas que las autoridades decidieron en agosto dejar de publicar las cifras.

Pettis en cualquier caso lleva años advirtiendo de que el modelo económico de Pekín está agotado. Lo más probable es que no se vuelvan a ver las tasas de crecimiento meteórico del pasado y crezca por debajo del 5%. Sufrirá un proceso de ajuste similar al que secó el maná de Japón en los noventa. Hay que desterrar, añade, la idea de que el gigante asiático superará a Estados Unidos en algún momento. Durante años nadó a contracorriente con este tipo de teorías. El milagro chino era demasiado deslumbrante como para negarlo. Hoy se le suman economistas de la talla de Paul Krugman. “Los problemas económicos de China se remontan quizá a 2006″, asegura Pettis con su voz agrietada de quien ha vivido bastante.

Sus más de 20 años en China han dado para mucho. Mientras impartía clases en las mejores universidades de la capital, puso en marcha dos conocidos clubs de rock y arrancó la citada casa de discos. Pettis es un apasionado de la música indie. Habla de la efervescencia de los primeros años dos mil en el gigante asiático como quien recuerda una época dorada. “Pekín era el lugar donde estar. Como Seattle en los noventa”. Los dos locales cerraron. La decadencia de esa vibrante escena es casi una metáfora de los años dorados de apertura al mundo y crecimiento desaforado que quedaron atrás.

Durante su período de formación en Nueva York, donde estudió un master en desarrollo y un MBA en la Universidad de Columbia antes de adentrarse en Wall Street, ya había inaugurado un local de conciertos y otro sello. Se codeaba con grupos de rock alternativo como Sonic Youth (“quedaron fascinados con la escena musical de Pekín cuando vinieron”).

Pettis se siente neoyorquino. Pero nació en España, en Zaragoza para ser exactos, donde recaló su padre en los cincuenta: era ingeniero civil y trabajó en la construcción del aeropuerto de la ciudad, puesto en marcha por los estadounidenses. La familia vivió en distintos rincones del mundo, de Pakistán a Perú, pero acabó instalada en aquel Torremolinos donde recalaban intelectuales, hippies y artistas extranjeros, además de la jet set. Su madre, que era francesa, fundó en Benalmádena un colegio internacional que sigue en marcha. Ella y dos de sus hermanos aún viven allí. Lo que le recuerda aquella vez que visitó España antes del gran derrape del ladrillo en 2008. Acudió a una gran celebración con decenas de personas. “Todos se dedicaban al sector inmobiliario”. Algo similar está pasando en China. Es parte del reajuste que viene.

Quedar con él supone hablar constantemente de desequilibrios: esto, en el fondo, es la economía. Su conversación se vuelve a veces compleja, abstracta, y no ofrece respuestas a las nimiedades cotidianas de los periodistas. Pide además que uno no grabe ni tome notas: de ese modo, añade, se expresa con mayor libertad.

Mientras oscurece en el patio, Pettis explica que China ha fiado durante décadas su crecimiento a la lluvia de préstamos y dinero en el sector inmobiliario y en infraestructuras. Había mucho que construir en un país que arrancaba de muy abajo. Pero ese tipo de inversiones ahora se vuelven superfluas y por tanto improductivas. A Pekín solo le queda una opción: elevar el nivel de consumo. Él cree que la fórmula consiste en lograr que los hogares ahorren menos (las tasas son elevadísimas en China, para paliar la ausencia de una red de protección social pública). De ese modo habría más dinero disponible e impulsaría la demanda. Pero no es fácil lograrlo. Vaticina duras pugnas políticas en los próximos episodios de esta batalla.

Eso en clave interna. A nivel internacional, en una escena marcada por la rivalidad entre China y Estados Unidos, regresa a 1944 y a Bretton Woods para recordar las lecciones del célebre economista John Maynard Keynes: “No se puede vivir en una economía global con constantes desequilibrios”, concluye. “De ahí los movimientos proteccionistas en el mundo. Habría que reformar el sistema”.

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