Freshis, el Netflix de la fruta y la verdura fresca
La empresa reparte productos de la huerta a domicilio en menos de 18 horas desde que se recolectan en el campo
Cuando Lluís Puig, Jaume Puig y Pablo Engelmann se lanzaron a emprender, tenían un propósito en común: asegurar al productor un precio justo por su trabajo y dar certezas al consumidor sobre la fruta y la verdura que sirve en sus mesas. Para ello, consideraron que el primer paso era eliminar todos los intermediarios innecesarios de la cadena de distribución. Puesta en marcha pocas semanas antes del confinamiento, la startup Freshis reparte fruta y verdura fresca a domicilio, acortando los tiempos. El cliente puede recibir el producto en menos de 18 horas desde que se recolecta en el cam...
Cuando Lluís Puig, Jaume Puig y Pablo Engelmann se lanzaron a emprender, tenían un propósito en común: asegurar al productor un precio justo por su trabajo y dar certezas al consumidor sobre la fruta y la verdura que sirve en sus mesas. Para ello, consideraron que el primer paso era eliminar todos los intermediarios innecesarios de la cadena de distribución. Puesta en marcha pocas semanas antes del confinamiento, la startup Freshis reparte fruta y verdura fresca a domicilio, acortando los tiempos. El cliente puede recibir el producto en menos de 18 horas desde que se recolecta en el campo y en una hora desde que realiza el pedido en la plataforma. Los tres emprendedores prevén facturar a finales de año dos millones de euros y se proponen exportar el negocio en el extranjero.
Lluís Puig empezó a madurar la idea mientras trabajaba como consultor en Boston Consulting Group en Dubai para fondos soberanos en temas de movilidad. “Un cliente me pidió que analizara una inversión de una empresa emergente para almacenar lechugas hidropónicas, es decir, sin tierra. Quería replicarlo en Barcelona, pero me di cuenta de que la cadena de valor estaba corrompida”, apunta. Se fijó en que el sector agrícola estaba muy atomizado entre los productores y muy concentrado en los distribuidores (conocidos también como intermediarios). “Estos últimos tienen un poder de negociación muy fuerte con respecto a los precios, presionándolos a la baja”, advierte. Ante este obstáculo, se centró en montar un negocio que redefiniese las reglas del mercado y crease transparencia en la cadena de valor.
A finales de 2020, Puig inició a buscar productores locales que quisieran colaborar con su actividad. “Cogí el coche y, carretera y manta, me fui a distintas poblaciones donde sabía que se producían productos frescos, como Fuenlabrada, Monjarama, San Sebastián de los Reyes…”, afirma. Tras contar con una pequeña red de agricultores, el 1 de marzo la startup comenzó su andadura. Durante el confinamiento, Puig repartía fruta y verdura en su moto personal, intentando satisfacer a los clientes como podía. A medida que el negocio fue creciendo, la empresa contrató a transportistas y adquirió una decena de vehículos, entre motos eléctricas y furgonetas.
El tercer socio, Pablo Engelmann, se incorporó pocos meses después. Tras ejercer durante 14 años como director general de la cadena de supermercados Aldi, quería promover un modelo alternativo de distribución de productos frescos para que estos llegaran a los hogares de los clientes directamente desde las huertas. “La infinidad de intermediarios entre los productores y los consumidores finales hace que aumenten los precios, que los alimentos no lleguen a la mesa en su mejor calidad y que el primer eslabón de la cadena, los agricultores, pierdan gran parte del beneficio”, señala. Conoció a Puig a través del entrenador de tenis de sus hijos y, tras comprobar que las intenciones del emprendimiento eran las mismas, entró a formar parte de la compañía.
Los productos de Freshis proceden de cuarenta productores nacionales y locales. Su selección no es baladí. “Deben ser comprometidos con la sostenibilidad medioambiental y disponer de las mejores técnicas de cultivo para asegurar que los alimentos tengan el mejor sabor”, cuenta Engelmann. Los fundadores estiman que los productores pueden elevar sus ventas un 30% con este modelo, ya que la plataforma les abona entre 10 y 20 céntimos más por kilogramo que los hipermercados y supermercados. “En un año normal, las naranjas se compran al productor por 60 céntimos el kilo. Nosotros les estamos pagando 70 para que ganen más dinero y tengan más margen”, añade Engelmann.
La inversión inicial rondó el medio millón de euros y fue financiada por los mismos socios, que juntaron los ahorros que habían acumulado a lo largo de sus carreras. En 2020, cerraron una ronda de financiación subvencionada por un entorno cercano —las tres efes, family, friends and fools (amigos, familia y los más arriesgados)— y tres business angels. En la actualidad, están negociando otra ronda de entre dos y tres millones de euros, que prevén cerrar dentro de finales de año. Freshis no está muy lejos de alcanzar beneficio, según sus fundadores. “El negocio cubrirá los gastos operativos con una facturación mensual a partir de 100.000 euros. Una rentabilidad a la que esperamos llegar en tres meses”, asegura Engelmann. Tras cerrar 2021 con unos ingresos de 300.000 euros, la previsión para este año es superar los dos millones.
Freshis se sirve de los algoritmos para crear un producto digital experiencial. Su propósito es reducir a lo mínimo el tiempo que el consumidor gasta para llenar su cesta. “Estamos introduciendo una serie de funcionalidades en la plataforma para que localice rápidamente sus alimentos favoritos y descubra nuevos que en función de sus compras históricas les pueden interesar. Queremos ser el Netflix de la fruta y de la verdura”, agrega Puig.
La empresa ha inaugurado a finales de marzo sus almacenes en Barcelona, donde ya está en marcha el reparto de productos. Su próximo objetivo es ampliar el comercio en Alemania, país en el que los tres socios tienen raíces y que, a su juicio, ofrece muchas oportunidades de mercado. “La huerta de España es muy atractiva para Alemania, donde además la conciencia social y ecológica en el consumo está mucho más implantada”, zanja Puig.