Galletas solidarias como negocio
Robingood comercializa productos de talleres que emplean a personas en riesgo de exclusión social
Paolo Fusaro y Luis Font conocían diferentes marcas de alimentación de impacto social, pero cuando iban a hacer la compra no encontraban ninguna en los supermercados. Si había, por ejemplo, una oferta ecológica, ¿por qué no una social? Uniendo la pasión de ambos por este tipo de proyectos y su experiencia profesional decidieron crear su propia propuesta. En 2019 nació Robingood, que factura alrededor de 300.000 euros, con 55 empleados en los obr...
Paolo Fusaro y Luis Font conocían diferentes marcas de alimentación de impacto social, pero cuando iban a hacer la compra no encontraban ninguna en los supermercados. Si había, por ejemplo, una oferta ecológica, ¿por qué no una social? Uniendo la pasión de ambos por este tipo de proyectos y su experiencia profesional decidieron crear su propia propuesta. En 2019 nació Robingood, que factura alrededor de 300.000 euros, con 55 empleados en los obradores externos y siete contratados por la compañía. Sus productos, desde cremas de verduras a galletas o barritas de pan, están elaborados por personas en riesgo de exclusión.
“Fabricamos todo en empresas sociales, en obradores que están ubicados en Cataluña, País Vasco y Aragón”, cuenta Fusaro por teléfono. Personas con discapacidad física, intelectual o inmigrantes sacan adelante la empresa. “Estamos muy agradecidos por lo que hacen”, señala Fusaro, “y buscamos cada vez más contar estas historias. Porque, en realidad, la historia de Robingood no es la mía, sino la de ellos”.
El catálogo de la marca incluye cinco categorías de productos ecológicos, sostenibles y artesanos. “Y principalmente estamos enfocados en galletas y aperitivos salados”, relata este italiano de 42 años, asentado en España desde hace ocho. Las referencias llegaron a las tiendas en 2020, tras un año de reflexión y diseño de la oferta y la producción.
Tras la identificación de los productores, dice, hubo que convencerlos para acometer algunos cambios para modificar y actualizar recetas y elaborar artículos “más alineados con lo que el consumidor quiere”. Aparte de ofrecer oportunidades de empleo a colectivos vulnerables, buscan, dice Fusaro, mejorar la profesionalización de las empresas sociales con las que trabajan.
Luego llegó el reto de dar a conocer la marca. “Que el consumidor cuando llegue al lineal pueda identificar qué hay detrás. Y eso es lo más difícil, porque hay poco espacio para comunicar y no tenemos grandes recursos para invertir en campañas de medios”, apunta el director. Actualmente están disponibles en El Corte Inglés, en Casa Ametller, en Cataluña, en tiendas especializadas como El súper de los Pastores, en Madrid, y tiendas de proximidad. También en su web.
Fusaro habla con ilusión de uno de los trabajadores, un chico de 19 años con discapacidad intelectual al que su entorno abandonó, pasó por prisión y no conseguía empleo. La fundación que elabora una de las variedades de galletas, gracias a estos encargos, pudo contratarlo de manera indefinida. “Y su vida ha cambiado. Está supercontento, integrado en la sociedad y tiene un futuro”, comenta.
Ahora se enfocan en empezar a ser rentables este año, incorporar más fabricantes sociales y ampliar la familia de productos.