Señor Biden: su buena economía no se venderá sola

Algunos analistas creen que poner de relieve las noticias más positivas sería un error para el presidente

El presidente estadounidense Joe Biden camina por los jardines de la Casa Blanca el pasado 17 de febrero.Patrick Semansky (AP)

Tras 13 meses de gobierno de Joe Biden, los demócratas se enfrentan a una preocupante paradoja. Muchos indicadores muestran que la economía ha ido muy bien y ha superado con creces las expectativas en lo que a crecimiento y creación de empleo se refiere. Una cantidad nunca vista de estadounidenses afirman que es un buen momento para encontrar un empleo de calidad. Pero la inflac...

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Tras 13 meses de gobierno de Joe Biden, los demócratas se enfrentan a una preocupante paradoja. Muchos indicadores muestran que la economía ha ido muy bien y ha superado con creces las expectativas en lo que a crecimiento y creación de empleo se refiere. Una cantidad nunca vista de estadounidenses afirman que es un buen momento para encontrar un empleo de calidad. Pero la inflación se ha disparado, el estado de ánimo de los consumidores se ha hundido, y las encuestas dicen que, actualmente, la percepción de la economía es un gran lastre para el partido azul.

¿Qué debería decir el presidente sobre esta situación? Evidentemente, tiene que reconocer el problema de la inflación. Sin embargo, entre los entendidos, y probablemente dentro de los círculos internos demócratas, hay un debate acerca de hasta qué punto debe dar publicidad a sus logros. Al parecer, algunos analistas creen que poner de relieve las buenas noticias sería un error, y que la mejor estrategia del presidente sería demostrar su conexión con la gente reconociendo que las cosas han ido mal. O sea, que debería ratificar los relatos negativos sobre la economía.

Pues bien, yo recuerdo la década de 1970, y si me piden mi opinión, se diría que los expertos que instan a Biden a mostrar “humildad” están insinuando que debería pronunciar una versión del tristemente célebre discurso del “malestar” de Jimmy Carter.

Es más, si Biden pone de relieve los aspectos positivos, la realidad estará de su parte. Llevo tiempo sosteniendo que la economía va mucho mejor de lo que indican las encuestas de consumo o los sondeos. Y dos importantes estudios recientes refuerzan mis argumentos.

El primero, realizado por investigadores del Banco de la Reserva Federal de Dallas, se refiere a los salarios reales, es decir, a los salarios ajustados a la inflación. He visto que muchos artículos se limitan a afirmar como un hecho que los sueldos no han seguido el ritmo del alza de los precios. Pero, ¿es verdad?

Uno podría pensar que la pregunta es fácil de responder: basta con comparar el salario medio con el nivel de los precios. Pero la pandemia ha dado al traste con estas comparaciones al distorsionar la composición de la mano de obra. En 2020, el salario medio subió mucho no porque los trabajadores individuales recibieran grandes aumentos, sino porque la gran mayoría de los despedidos tenían profesiones mal pagadas como la hostelería. Esas mismas ocupaciones estuvieron a la cabeza de la recuperación del empleo el año pasado, de manera que el verdadero aumento salarial fue mayor de lo que parece indicar la media.

El estudio del Banco de la Reserva Federal de Dallas, que intentaba corregir estos efectos, descubrió que los salarios reales habían subido de hecho en 2021, a pesar de que cayeron ligeramente en la segunda mitad del año. Con esto no quiero decir que a los trabajadores les vaya de maravilla, porque no es así. Tampoco deberíamos tomarnos este estudio como la última palabra; puede que la verdad sea que los salarios reales son un poco más bajos en vez de un poco más altos. Pero estos cálculos no concuerdan con las afirmaciones de que los trabajadores han sufrido un importante descenso de su poder adquisitivo.

Y en cuanto a la política, parece que vale la pena hacer referencia a una comparación histórica: los salarios reales de los obreros descendieron de manera casi constante durante la presidencia de Ronald Reagan a pesar de que, en 1985-1986, los precios del petróleo se desplomaron. Así y todo, los republicanos lograron no una, sino dos aplastantes victorias en las elecciones presidenciales de la década de 1980 en gran medida gracias a la sensación de éxito económico.

En todo caso, a la gente no le gusta la inflación aunque sus ingresos se mantengan, quizá porque el aumento de los precios produce la impresión de que las cosas están fuera de control. Esto ayuda a explicar el descenso de la confianza de los consumidores el año pasado, aunque tanto Nate Cohn, de The Times, como yo hemos descubierto que esta caída es mayor de lo esperable incluso teniendo en cuenta la aversión a la inflación.

Pero hay más. Los investigadores del Banco de la Reserva Federal de Nueva York señalan que la encuesta de consumo de su banco, al igual que otras, muestra que los estadounidenses prevén que la inflación será alta este año, pero no creen que vaya a durar. Es más, las expectativas de inflación se han vuelto menos sensibles al alza de los precios actuales que en el pasado, lo cual es lo opuesto de lo que se esperaría que ocurriese si la gente tuviera realmente la sensación de que la economía está fuera de control.

Los estadounidenses, por lo tanto, no están sufriendo un importante descenso de los salarios reales, y consideran que la inflación es temporal y no un fenómeno desbocado. Entonces, ¿por qué las buenas noticias económicas en otros frentes no les han levantado el ánimo?

Tal vez porque, por una u otra razón, no se han enterado de ellas.

Muchos indicadores apuntan que hay una importante divergencia ente lo que la gente dice de su propia situación —que califica de bastante buena— y lo que opina del país en su conjunto. Una parte es el reflejo de un partidismo inamovible: nada va a convencer a los republicanos de que las cosas no son horribles. Pero, como señala Greg Sargent, de The Washington Post, los últimos sondeos revelan que, cuando se proporciona información a los votantes sobre las buenas noticias en materia de empleo, crecimiento y paro, su valoración de la economía mejora.

De modo que Biden sí que debería hablar de sus éxitos económicos. No debería pasar por alto lo negativo, aunque, tradicionalmente, negar la realidad les ha funcionado muy bien a los republicanos. Pero sí debería destacar las cosas buenas. Al fin y al cabo, si él no lo hace, ¿quién va a hacerlo?

Paul Krugman es premio Nobel de Economía. © The New York Times, 2022. Traducción de News Clips

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