La vieja anormalidad de la inflación
Las presiones de precios son mucho mayores en Estados Unidos que en Europa, y tienen un componente importante de elementos ligados a la gestión de la epidemia que son temporales y se revertirán
La entrada en 2022 nos enfrenta a un escenario económico global con un ojo puesto aún en la epidemia mundial, pero con vuelta a problemas de gestión macroeconómica que parecían olvidados durante décadas, principalmente la inflación elevada y la retirada de estímulos monetarios a la economía.
Estamos inmersos en la enésima ola de la covid, con el coste humano añadido pero con el alivio de que la inmunidad adquirida, la evolución del propio virus y lo aprendido durante estos dos años hacen que los impactos económicos...
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La entrada en 2022 nos enfrenta a un escenario económico global con un ojo puesto aún en la epidemia mundial, pero con vuelta a problemas de gestión macroeconómica que parecían olvidados durante décadas, principalmente la inflación elevada y la retirada de estímulos monetarios a la economía.
Estamos inmersos en la enésima ola de la covid, con el coste humano añadido pero con el alivio de que la inmunidad adquirida, la evolución del propio virus y lo aprendido durante estos dos años hacen que los impactos económicos sean cada vez menores. En todo caso, la nueva variante ralentizará algo la recuperación y supondrá tasas de crecimiento menores en el cuarto trimestre de 2021 y el primero de este año.
Los problemas de abastecimiento y cuellos de botella en las cadenas de suministro globales también se están alargando más de lo previsto, en buena parte por la prolongación de la epidemia. Las fricciones en las cadenas de valor habían empezado a mejorar en octubre y noviembre, pero esa mejoría se ha frenado en diciembre. Lo más probable es que el flujo de bienes se normalice progresivamente, sobre todo a partir de mediados de 2022, en la medida que la oferta reaccione y la demanda se modere.
De este modo, se han revisado a la baja las previsiones de recuperación globales, aunque el crecimiento seguirá siendo fuerte, en la senda hacia la tendencia previa a 2020. Así, la economía global podría crecer este año un 4,4%, y 3,8% el que viene, con cifras bien por encima de su potencial tanto en Estados Unidos (4,2% y 3,1%, respectivamente) como en la eurozona (3,7% y 2,7%), y la continuación del proceso de moderación estructural en China (5,2% en ambos años).
Más allá del crecimiento, el rebote de la inflación y su persistencia, con la consiguiente respuesta de la política monetaria, son la principal fuente de riesgo para este año y el foco de atención central de la gestión macroeconómica. Las presiones inflacionistas son mucho mayores en Estados Unidos que en Europa, y tienen un componente importante de elementos ligados a la gestión de la epidemia que son temporales y se revertirán a lo largo del año. Pero, aun así, queda la duda de si la tormenta perfecta de todas esas presiones temporales no desencadenará efectos de segunda ronda importantes. Tanto la Reserva Federal como el Banco Central Europeo han reaccionado con anuncios de retirada de estímulos, pero su reto para los próximos trimestres es encontrar el punto de equilibrio que frene las presiones inflacionistas, evite una recesión y no genere turbulencias fuertes en los mercados financieros. Un viejo problema de política económica al que tendremos que volver a acostumbrarnos.
Miguel Jiménez González-Anleo y Enestor Dos Santos, BBVA Research.