La doble vida de la tinta impresa en el plástico de Cadel Deinking
Un emprendedor desarrolla una tecnología capaz de tratar envases y otros productos para que vuelvan a utilizarse reduciendo la contaminación
Cadel Deinking nació, como muchas otras empresas, tras el fracaso de una primera experiencia. Rafael García, fundador de la compañía, trabajaba en Gaviplas, una empresa familiar dedicada a la fabricación de envases flexibles de plástico, cuando comprobó que, para competir con las grandes, había que buscar un producto innovador. “En la década de los años noventa se empezaba ...
Cadel Deinking nació, como muchas otras empresas, tras el fracaso de una primera experiencia. Rafael García, fundador de la compañía, trabajaba en Gaviplas, una empresa familiar dedicada a la fabricación de envases flexibles de plástico, cuando comprobó que, para competir con las grandes, había que buscar un producto innovador. “En la década de los años noventa se empezaba a hablar de la problemática de los desperdicios. En una charla sobre valorización de residuos comenté el problema que teníamos con la tinta, que no estaba degradada, pero por la que había que pagar como residuo peligroso. Creía que podíamos darle una nueva vida”, explica García. Bajo el paraguas de la Universidad de Alicante montó un negocio de reciclado de tinta que no cuajó. “Ofrecíamos el producto y no lo quería nadie. La tinta virgen te costaba apenas un 15% más, así que no salían los números. Vendimos 3.000 kilos después de un año y medio”, señala el directivo.
Pese a este tropiezo, García no cejó en el intento. “Empezamos a investigar sobre cómo destintar el plástico para optimizar el reciclado de este material. En un local prestado y con unos 700.000 euros de inversión, pusimos en marcha la máquina prototipo”. Tras esto, consiguieron que la vasca Sener Ingeniería los escuchara y prestara su colaboración, lo que supuso el nacimiento de Cadel Deinking hace unos ocho años.
Cadel Deinking trabaja con esta tecnología en su planta de Alicante, donde elimina unas 40 toneladas de tinta al mes para otras empresas del sector. “Todavía es muy poco. Cualquier empresa pequeña de plástico transforma 200 o 250 toneladas al mes. Hay muchas posibilidades de crecer”, añade. Unas posibilidades que pueden aumentar tras el cambio de la legislación en 2023, cuando se autorice el uso del plástico reciclado para envasar alimentos, más allá de las botellas de PET. Hasta ese momento, su negocio también girará en torno a la venta de las máquinas para el destintado. “Hasta ahora hemos vendido cinco, que se reparten entre Italia, Francia, Inglaterra, Estados Unidos y Brasil, con un precio de 1,5 millones de euros cada una. En España no hemos vendido ninguna, aquí no nos han escuchado todavía”, se lamenta García.
El proceso que desarrolla se puede aplicar sobre cualquier tipo de plástico y no solo en envases, también en los parachoques pintados de los coches o en carteles plásticos impresos con tinta. “Es una tecnología con mucho futuro porque estamos investigando no solo cómo eliminar la tinta, sino cómo quitar otros contaminantes”, subraya.
Tras este destintado se obtiene un producto de calidad similar al plástico virgen que puede usarse en las mismas aplicaciones que uno nuevo. “Si quitas la tinta de una bolsa de pan de molde, una vez reciclada puede volver a usarse con este mismo fin. Pero si la reciclas con tinta, solo se podría hacer una bolsa de basura, con un solo uso final”, explica el directivo.
Con 15 empleados, Cadel Deinking facturó 3,5 millones de euros en 2020 y una cifra similar el año que acaba de terminar. Con un ebitda de 831.730 euros, su deuda alcanza los 4,6 millones, acorde con la inversión necesaria para sacar adelante el desarrollo. Pronto esperan alcanzar un acuerdo con la empresa norteamericana Erema, dedicada a la fabricación de máquinas para reciclar plástico, para distribuir su tecnología patentada en más de 20 países. En paralelo, siguen a la búsqueda de nuevos inversores.
Desde 2017 forman parte del segmento de empresas para entrar en el Entorno PreMercado, un programa formativo de la Bolsa española (BME) para que pymes en expansión conozcan el funcionamiento de los mercados de capitales y accedan a inversores privados e institucionales para financiarse. “Somos ambiciosos y queremos crecer. Sabemos que cualquier país trata el plástico de igual manera y que hay opciones en todos. Tenemos en marcha un gran proyecto de I+D en Japón, pero necesitamos dinero para ser solventes y dar la cara fuera”, argumenta el fundador. En su horizonte está la salida al BME Growth (antiguo MAB) en un año en busca de nuevas vías de financiación.