Más zonas verdes y huida del calor: el turismo nacional echa el freno y busca alternativas al sol y playa
Entre enero y julio, el número de turistas nacionales retrocedió por primera vez desde 2020. Cataluña, Canarias y Andalucía, mecas del descanso vacacional, registraron las mayores caídas
En las playas de Ibiza, Cádiz o Marbella, los chiringuitos han notado algo diferente este verano. El sol y la playa de las costas del sur y el mar Mediterráneo han seguido atrayendo a turistas, pero menos españoles que el año pasado. Las estadísticas oficiales y de las agencias de viajes confirman lo que muchos hosteleros ya sospechaban: el turismo nacional ha echado el freno, con un ligero retroceso tras los vigorosos crecimientos pospandemia, una ma...
En las playas de Ibiza, Cádiz o Marbella, los chiringuitos han notado algo diferente este verano. El sol y la playa de las costas del sur y el mar Mediterráneo han seguido atrayendo a turistas, pero menos españoles que el año pasado. Las estadísticas oficiales y de las agencias de viajes confirman lo que muchos hosteleros ya sospechaban: el turismo nacional ha echado el freno, con un ligero retroceso tras los vigorosos crecimientos pospandemia, una mayor atracción hacia el norte y un renovado interés por el extranjero. Mientras tanto, las llegadas internacionales se afianzan con fuerza y apuntan a un nuevo máximo histórico que, en opinión de todos los analistas, encumbrarán a España en el olimpo del turismo a escala mundial.
Inmaculada Guerra y su familia son el claro ejemplo de esta dinámica. Este verano, su primera opción era ir a Sancti Petri, en Cádiz, porque es de ahí y creía que se ahorraría un dinero al no tener que gastar en transporte. Nada más lejos de la realidad. Una semana en un hotel de Iberostar le costaba tres veces más que un todo incluido con la misma cadena en Mallorca. “Si al final pagamos unos 3.000 euros por ir los cuatro, en el otro sitio eran casi 8.000 y eso sin tener que desplazarnos”, detalla. Jamás pensó que en cuestión de cuatro años, iba a dar tal vuelco este destino turístico. “Mi marido y yo fuimos justo cuando estábamos saliendo de la covid, es verdad que en ese momento los hoteles estaban un poco más baratos porque no había mucha gente, pero recuerdo que nos costó unos 2.000 euros”, agrega.
Los precios más altos y un menor colchón de ahorro tras la pandemia están detrás del estancamiento del turismo nacional, pero a ello se añaden condiciones climáticas extremas en algunas zonas y destinos cada vez más masificados. Todo suma, según los expertos.
“Los españoles se lanzaron a viajar como si no hubiera un mañana después de la pandemia, y ahora hay una vuelta a la normalidad”, contextualiza Xavier Canalís, del medio especializado en turismo Hosteltur. El Instituto Nacional de Estadística (INE) confirma la ralentización. Entre enero y julio, el número de viajeros residentes en España retrocedió un 0,9%, la primera caída desde 2020. Cataluña, Canarias y Andalucía, mecas del descanso vacacional, registraron los mayores retrocesos.
Los datos de la agencia de viajes Destinia son claros. En 2023, el turismo nacional había alcanzado cifras históricas en destinos clave como la Costa Mediterránea, Baleares, Canarias y el norte del país. Sin embargo, en 2024, esta tendencia se ha revertido. Las reservas de turistas nacionales han caído de manera notable en cuatro de los seis destinos principales, con Baleares como la excepción destacada, donde el turismo local ha crecido 37 puntos porcentuales.
“Es el verano en el que la demanda nacional ha tocado techo”, dice Emilio Gallego, secretario general de Hostelería de España. Un 41% de los hosteleros encuestados por la asociación ha detectado que en estos meses estivales ha habido menos visitas de locales, y que los que han ido han gastado menos que otros años. “Ese efecto champán que ocurrió una vez que salimos de la pandemia, esa trayectoria de gasto se ha agotado ya. Hemos entrado en una fase de estabilidad que prevemos que siga en los próximos años”, añade el portavoz de la patronal, que identifica en la subida de precios el principal responsable de la pérdida de brío en el consumo residente.
En los clásicos destinos de sol y playa, los viajeros residentes siguen llegando aunque sin marcar récords como lo hace el turismo foráneo. En la zona oriental de la Costa del Sol, donde municipios como Torrox o Frigiliana han rozado el 90% de ocupación hotelera, el turista veraniego ha sido más internacional que nacional. “Este año hemos tenido más extranjeros que otros veranos y algo menos de españoles”, asegura José María Alba, propietario del restaurante Berebere, ubicado a pie de playa en Torre del Mar (Vélez-Málaga, 83.899 habitantes). El empresario asegura que el verano ha sido irregular: mientras durante agosto las mesas se llenaban cada día, en julio “ha sido más como dientes de sierra: días muy llenos con días muy tranquilos”.
El hotel Pez Espada de Torremolinos (Málaga, 68.819 habitantes), uno de los históricos de la Costa del Sol, tiene estos días apenas un puñado de sus 239 habitaciones libres. “Solo quedan cuatro o cinco por día. Y el próximo miércoles estamos completos”, relata su directora, Cristina Pérez. Las instalaciones se han llenado durante julio y agosto, y se prevé que así sigan hasta la segunda quincena de noviembre, como ocurrió el año pasado. “A lo largo del año trabajamos más con turismo internacional y en verano ha sido más nacional. Las cifras de este 2024 son muy similares a las de 2023″, explica Pérez. Según la Asociación de Empresarios Hoteleros de la Costa del Sol, la ocupación en la zona ha sido del 90,8%, casi tres puntos por encima del año pasado, “impulsadas por las reservas de última hora”, dice el presidente de la organización, José Luque.
Stefan de Clerck, hotelero y presidente de la Asociación Provincial de Hoteles de Cádiz, califica de “éxito” el verano. “Cádiz está de moda”, afirma. De las 50.000 plazas hoteleras de la provincia, en julio se ha alcanzado el 86,26%, frente al 84,01% del año pasado; en agosto se ha pasado del 89,13% de 2023 al 91,58%. La asociación maneja previsiones de que el año acabe con cifras similares “o algo más elevado que el año anterior”. “Este verano ha habido estancias algo más cortas, pero el nivel de gasto se ha mantenido”, explica De Clerck en referencia a dos meses en los que el 75% de las reservas ha sido de clientes nacionales.
El país se ha despedido de lo peor de la crisis inflacionaria, pero en estos dos años el sector turístico ha incrementado con fuerza sus precios, aprovechando una época de vacaciones vertiginosas en las que la población se ha vengado de las excursiones que se perdió durante la pandemia. El índice de precios al consumo, cuya base 100 toma como referencia lo que valían los productos en 2021, muestra que en julio -último mes con datos disponibles- los vuelos nacionales superaron los 118 puntos, lo que significa que fueron un 18% más caros que hace tres años. Los paquetes turísticos nacionales han repuntado un 72%, los hoteles un 66%, y los restaurantes un 17%.
Si se mira la evolución de los precios entre comunidades, las cifras se vuelven incluso más escandalosas. En Baleares los servicios de alojamiento han repuntado en pleno verano un 100% respecto a 2021, en la Comunidad Valenciana lo han hecho casi un 70%, y en Cantabria y Cataluña un 68%. Los restaurantes, por su parte, se han encarecido con fuerza en Galicia, Canarias y Andalucía. Todos destinos populares entre los turistas.
Otro de los factores que ha acelerado el frenazo ha sido el interés por conocer otras partes del mundo: los viajes de los españoles al extranjero ya han recuperado los niveles precovid y suponen un 10,4% del total. “Croacia viene teniendo tirón desde hace tiempo y Albania también está ganando popularidad como destino europeo. En cambio, han perdido atractivo los países nórdicos y centroeuropeos por la guerra en Ucrania”, detalla Pablo Díaz Luque, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC. Gallego, de Hostelería de España, tiene la misma sensación. “Es una percepción todavía a falta de datos definitivos, pero los hosteleros dicen que les han faltado clientes porque se han ido fuera”.
Carmen López (nombre ficticio) encaja a la perfección con este perfil. Tiene una casa en Torrevieja donde suele pasar el verano, pero ya lleva dos años repartiendo sus días entre la localidad alicantina y otros destinos. El año pasado fue a los Pirineos, y este verano a Asturias y Francia. “Queríamos un sitio con algo más cultural, que no conocíamos, comer bien… Me gusta la playa, pero llega un momento en que cansa, sobre todo en temporada alta es agobiante”.
La revalorización del norte
El estancamiento de la demanda nacional ha venido acompañado por un paulatino trasvase de turistas residentes desde las costas del sur a los parajes naturales del norte. Esta tendencia ganó terreno con la pandemia, a la vez que algunos destinos icónicos como Mallorca, Málaga, Canarias y Barcelona han experimentado una saturación al calor de los récords de llegadas de turistas internacionales, con playas abarrotadas y precios que se han disparado en los últimos años y han causado manifestaciones de rechazo de la población local.
Andrea Suárez, 39 años, es una de las turistas que ha cambiado el sur por el norte. Tras veranear “toda la vida” en Tarifa junto a su familia, donde tienen una casa en propiedad en primera línea de playa, hace tres años empezaron a refugiarse en el norte para huir de la masificación y los precios inaccesibles: “Es súper caro y está todo lleno”. Lo mismo le ha pasado a Sonia Cuevas, de 59 años, que solía irse de vacaciones a Cádiz y Almería, pero este año ha optado por Barreiros (Lugo), en Galicia. “La razón principal ha sido el clima y la tranquilidad. Hasta estoy pensando en comprar un piso en Galicia”, cuenta por teléfono.
Juan Ignacio Pulido, catedrático de Economía en la Universidad de Jaén, cree que este paulatino trasvase del sur al norte está en parte relacionado con el cambio de hábitos que se produjo durante la pandemia. “La búsqueda de espacios abiertos, la necesidad de contacto con la naturaleza, la práctica de actividades físicas, la búsqueda de paz interior… todo ello llevó al descubrimiento de nuevas formas de hacer turismo y nuevos destinos”, enumera. La masificación de las metas costeras más populares y el incremento de las temperaturas han hecho el resto.
Las olas de calor, más intensas y frecuentes, han desalentado a muchos españoles a viajar a las regiones meridionales, mientras que el norte, con su clima más suave y menos masificado, ha empezado a atraer a un nuevo tipo de visitante. En los últimos cinco años, la costa atlántica ha crecido con fuerza, mientras que en la parte sur de la costa mediterránea las cifras han sido mucho más moderadas, según un informe de este año de CaixaBank Research en el que analiza el impacto del cambio climático en el turismo en España. “Hay una redistribución de los flujos turísticos hacia las zonas más frescas, en particular en julio y agosto, que son los meses en los que se centra nuestro análisis”, detalla el autor del estudio, David Cesar Heymann.
“Ya no soporto el calor excesivo, sobre todo por las noches y menos si no hay aire acondicionado”, dice Alexander Bakardjiev. Con 33 años, residente en Madrid, por primera vez se ha ido de vacaciones a Santander en lugar de a Gandía. “Puede caerte un poco de lluvia, pero me ha gustado”, asegura. Manuel Arcila Garrido, profesor de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Cádiz, cree que esta pasión por el norte está más motivada por los precios, el temor a las grandes concentraciones y las nuevas costumbres pospandémicas que por el cambio climático. “Será un verdadero problema para el sur en unos 15 o 20 años. Ahora, en cambio, las temperaturas más altas también afectan a las zonas costeras del norte y las playas de Galicia o Asturias pueden ser mucho más apetecibles que hace unos años”, comenta.
José Serrano, vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Europea de Canarias y asesor en planes estratégicos de turismo, también cree que el cambio climático ha generado una tendencia creciente de desplazamientos hacia el norte, tanto a nivel interno, como internacional. Un claro ejemplo de esto es el aumento de turistas en lugares como Islandia, que antes se consideraban fríos y poco atractivos, especialmente en verano. Según el analista, esto se debe a que muchas personas buscan escapar de las intensas olas de calor que afectan a destinos más tradicionales y masificados.
Los empresarios gallegos lo están notando. Los visitantes procedentes de Madrid o Castilla-La Mancha no disminuyen, señalan los representantes del sector, pero los de Andalucía se han multiplicado. “Venir a Galicia ha ganado interés y atractivo para los andaluces”, explica el hotelero César Ballesteros, presidente de la federación de hosteleros de la provincia de Pontevedra. “Son turistas que aprecian incluso un día nublado o lluvioso. Te cuentan como algo superagradable que han pasado fresquito en cama por la noche”.
Esta tendencia no ha hecho más que empezar. Al respecto, Heymann se remite a un informe del año pasado de la Comisión Europea, según el cual España tiene varias regiones consideradas vulnerables a escenarios climáticos adversos. Según estas estimaciones, en un escenario extremo con subidas de temperatura de cuatro grados, la Región de Murcia y las Islas Baleares, por ejemplo, verían caídas de llegadas de turistas superiores al 5% en el conjunto del año. Las proyecciones son particularmente severas para la temporada alta. En caso de que la temperatura subiera entre tres y cuatro grados centígrados, habría un descenso de la demanda turística del 1,6% y del 3,1%, respectivamente en los meses de octubre y mayo. Y para los meses de julio y agosto el recorte alcanzaría casi el 10% en el escenario de una subida de tres grados y de más del 15% en el escenario de cuatro grados.
No obstante, la popularidad de Asturias, Cantabria o País Vasco no solo se debe al clima. Desde Exceltur consideran que los precios competitivos respecto al sur también son un factor diferencial, al igual que la diversidad de atractivos naturales, los distintos sitios históricos y una buena cartera de eventos culturales. A esto se suma una creciente promoción de estos destinos en los últimos años, que ha logrado posicionar al norte como una alternativa destacada y cada vez más popular en el panorama turístico.
A falta de que se cierren los datos oficiales y se pueda calcular cuánto ha subido el porcentaje de turismo del sur, Ballesteros ya avanza incrementos de turistas que en algunas localidades gallegas ha sido de hasta un 40% con respecto a hace cinco años. En el caso de los visitantes del sur de la Península, este hotelero gallego atribuye la subida a que la mejora de las conexiones ha acercado estos territorios y a un “nuevo perfil de turismo verde” que huye de la climatología cada vez más extrema que sufre Andalucía.
Aunque la diversificación ayude a descongestionar los destinos más cotizados, si no hay una buena gestión turística pueden generarse tensiones, alerta Pulido, de la Universidad de Jaén: “Como ocurre con los destinos del sur, los del norte tampoco están planificados y gestionados para recibir tal volumen de flujos turísticos”. Lo ha percibido Alberto Lorencio, 37 años. Suele veranear cerca de Gijón, y en los últimos años notó una saturación creciente. “Sobre todo después de la pandemia hubo un subidón increíble. Nunca habíamos visto tanta gente, hasta el punto de no poder andar cómodos por el paseo marítimo de Gijón”, cuenta. “En algunas zonas no hay quien reserve en un restaurante y antes no pasaba. Pero aún se está muy bien. Igual el día de mañana, cuando esté más masificado, pues no iremos”.
Con información de Nacho Sánchez, Jesús Cañas, Sonia Vizoso y Carlos Molina.