La inflación cerró marzo en el 3,3%, pero los precios de los alimentos apenas se moderan

El IPC general cae más de dos puntos y medio por debajo de febrero gracias al abaratamiento de combustibles y electricidad, mientras que la subyacente sigue alta, en el 7,5%

Dos clientes hacen la compra en un supermercado de Bilbao, a mediados de marzo.H. Bilbao (Europa Press)

Contenida la escalada del combustible y la electricidad, los alimentos se han erigido en el bastión inflacionista más complicado de asaltar. Este viernes, los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística reflejan una ligerísima moderación de sus precios: en marzo se encarecieron un 16,5% respecto al mismo mes del año pasado, apenas una décima menos frente al 16,6% de subida en febrero, su máximo. La cifra rompe una racha negativa de dos meses, y abre la puerta a que los incrementos hayan tocado techo, pero la continuidad de los avances de doble dígito exhiben las dificultades para...

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Contenida la escalada del combustible y la electricidad, los alimentos se han erigido en el bastión inflacionista más complicado de asaltar. Este viernes, los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística reflejan una ligerísima moderación de sus precios: en marzo se encarecieron un 16,5% respecto al mismo mes del año pasado, apenas una décima menos frente al 16,6% de subida en febrero, su máximo. La cifra rompe una racha negativa de dos meses, y abre la puerta a que los incrementos hayan tocado techo, pero la continuidad de los avances de doble dígito exhiben las dificultades para devolver a tasas más normales la evolución de lo que pagan los ciudadanos por la cesta de la compra, un gasto clave que cuando aumenta golpea especialmente a las familias con menos recursos, dado que representa un porcentaje mayor de su presupuesto.

Ni siquiera las rebajas del IVA de alimentos básicos acometidas por el Gobierno están siendo efectivas para que se produzcan retrocesos importantes. Entre lo que más sube respecto al mismo mes del año pasado hay artículos utilizados en el día a día de millones de consumidores: el azúcar se encarece un 50,4%, la mantequilla un 37,7%, el aceite de oliva un 32,1% y la leche entera un 30,8%. La recuperación turística también se deja sentir en los precios, pese a que la estadística no incluye la Semana Santa: los vuelos internacionales subieron un 18,8%, y los hoteles, hostales, pensiones y otros alojamientos un 15,5%. En el lado opuesto, la electricidad se desinfla un 51,8%, el gasóleo un 15,3% y la gasolina un 12,6%, lo que supone un alivio para los hogares más dependientes del coche. El transporte público también registra importantes bajadas, apoyándose en los descuentos aprobados por Gobierno y comunidades autónomas: el metro baja un 24,2%, y el autobús un 25,1%.

El desacople entre los precios internacionales de los alimentos que cada mes publica la FAO —la agencia de Naciones Unidas dedicada a la alimentación y la agricultura— y la realidad de lo que abonan los consumidores al acudir al supermercado, lleva tiempo impulsando el debate sobre si algún eslabón de la cadena está sacando partido de la situación. Los cálculos de la FAO señalan que los precios internacionales de los alimentos están un 20% por debajo de su pico de hace un año, cuando empezó la guerra en Ucrania, y desde entonces llevan 12 meses desacelerando gracias a iniciativas como el acuerdo con Rusia que permite exportar grano de Ucrania, la relajación de las tensiones en las cadenas de suministro y una menor demanda del lado de los importadores. Sin embargo, esos movimientos no se han trasladado todavía a los lineales: según el INE, los alimentos y bebidas no alcohólicas suman ahora exactamente un año encareciéndose por encima del 10% en España.

Los expertos citan entre las causas la subida del precio de la energía, las semillas y los fertilizantes, que habría encarecido la producción —y que pese a las caídas en electricidad y combustibles, el proceso hasta que se refleja es lento—, así como fenómenos meteorológicos adversos como sequías y heladas, que habrían sido culpables de las peores cosechas, reduciendo así la oferta. No hay que ignorar tampoco la cuestión estadística: los alimentos tardaron más en subir que la energía cuando la invasión rusa de Ucrania provocó un seísmo en los mercados de materias primas. Y no fue hasta abril cuando su impacto se sintió con más fuerza sobre los comestibles.

Eso vuelve mucho más probable que el mes próximo se produzca un frenazo en la inflación alimentaria: al comparar con un abril de 2022 que ya colocó los precios en umbrales altos, es más difícil que sigan encareciéndose a los ritmos vistos últimamente. Y conforme pasen los meses, ese efecto base empujará a la baja la inflación de estos artículos, pues al medirse con lo sucedido hace un año, se comparará cada vez más con meses de alimentos caros. Además, Mercadona, la principal cadena de supermercados del país, ha anunciado rebajas en 500 productos hasta final de año tras comprobar que los precios de coste ya están bajando en el mercado, aunque “lentamente”. Y sus rivales Dia y Eroski han comunicado que efectuarán descuentos.

En cuanto a la tasa de inflación general, el INE mantiene el dato adelantado hace dos semanas, lo que deja el IPC de marzo en el 3,3%, su porcentaje más bajo desde agosto de 2021, y el segundo más bajo de toda la Unión Europea, solo por detrás de Luxemburgo. Fuentes del Ministerio de Economía sostienen que la evolución de los precios en España está beneficiando a las compañías nacionales. “Esta menor inflación está favoreciendo la competitividad de las empresas españolas, como ponen de manifiesto las ganancias de cuota de mercado y el aumento de las exportaciones de bienes y servicios, incluso en el complejo contexto económico internacional”. La inflación subyacente, que excluye energía y alimentos frescos, sigue, en cambio, muy elevada, en el 7,5%, lo que indica un contagio a otros productos.

Aunque los precios vivirán todavía bandazos al alza y a la baja, según un informe del banco de inversión Arcano, la tendencia está clara: 2023 será el año de la ralentización de la inflación, y 2024 el de la normalización de los precios. Entre los factores clave, apunta a la energía. “Los futuros del precio del gas han caído por el clima benigno y las reservas récord”, señala. Alude además a cuestiones como el menor crecimiento económico derivado de la subida de tipos; el enfriamiento del crédito bancario ante las mayores necesidades de liquidez de la banca; la menor demanda de bienes por el fin de las restricciones pandémicas, que empuja a los consumidores a gastar más en servicios; la caída de la demanda china de materias primas por la crisis inmobiliaria o el citado efecto base.

La desaceleración de la inflación de EE UU —del 6% al 5%— conocida este miércoles beneficia de rebote a Europa y España: las perspectivas de una mejora más rápida de lo esperado —aun con el lunar de la alta subyacente— alienta la idea de que la Reserva Federal será menos dura en su política de subidas de tipos. Y eso empuja al euro. La revalorización de la moneda única a niveles similares a los de hace un año —se cambia por 1,10 billetes verdes— permite a su vez abaratar las importaciones europeas de energía, que se pagan en dólares, reduciendo así la factura.

Una mujer reposta en una gasolinera de Sevilla, el lunes.PACO PUENTES

No todo son buenas noticias. La amenaza de que se produzcan retrocesos en la batalla contra la inflación no ha desaparecido. Especialmente por la sequía persistente que sufre el campo español y por los movimientos de la OPEP, que anunció el pasado 2 de abril un recorte de la producción de 1,16 millones de barriles diarios entre mayo y finales de año para sostener el precio del crudo. La noticia provocó un repunte inmediato de su cotización, aunque todavía es pronto para aventurar si se trata de un cambio de tendencia o solo una reacción que irá siendo digerida poco a poco por el mercado.

Para Francisco Blanch, responsable de materias primas en Bank of America, hay motivos para pensar que puede seguir subiendo a corto plazo. “Los indicadores macro no sugieren una desaceleración inminente y la demanda de los servicios sensibles a los precios (como el combustible de aviación y la gasolina) debería verse respaldada por la reapertura de China y la solidez de los mercados laborales occidentales. Y lo que es más importante, en un mundo de escasez de suministros físicos y amplia demanda de los consumidores, la elasticidad de los precios de la producción de esquisto estadounidense ha caído bruscamente, situando de nuevo a la OPEP+ en el centro de la formación de los precios del petróleo”.


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