La brecha entre los sueldos y la inflación alcanza su mayor diferencia en julio

Frente a un IPC disparado al 10,8% en el séptimo mes, la subida salarial media en los convenios colectivos fue del 2,56%, apenas una décima más que en junio

Varios camareros atienden en una terraza en Madrid, el 2 de agosto.Samuel Sánchez
Madrid -

Mientras la inflación avanza a salto de liebre, los salarios lo hacen con pasos de tortuga. Pero en esta historia, que poco tiene de fábula, no está claro que la primera acabe siendo alcanzada. De momento, y según los últimos datos publicados por el Ministerio de Trabajo, los sueldos ceden cada vez más terreno ante el coste de vida. Julio marcó, de acuerdo con la Estadística de Convenios Colectivos de Trabajo, un nuevo máximo en el ...

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Mientras la inflación avanza a salto de liebre, los salarios lo hacen con pasos de tortuga. Pero en esta historia, que poco tiene de fábula, no está claro que la primera acabe siendo alcanzada. De momento, y según los últimos datos publicados por el Ministerio de Trabajo, los sueldos ceden cada vez más terreno ante el coste de vida. Julio marcó, de acuerdo con la Estadística de Convenios Colectivos de Trabajo, un nuevo máximo en el diferencial entre el IPC y la subida salarial media. La distancia superó los ocho puntos porque las remuneraciones recogidas en convenios colectivos se elevaron de media un 2,56%, mientras que la inflación subió un 10,8%, según el dato preliminar y que el Instituto Nacional de Estadística debería ratificar este viernes.

No es que los salarios no avancen. De hecho, en junio subían un 2,45%, lo que significa que sí hubo un ligero progreso. Pero este es mucho menos abultado que el de la inflación, que en el sexto mes se elevaba al 10,2%. La brecha entre salarios y coste de vida de entonces, 7,75 puntos porcentuales, ya fue la más elevada en el periodo que permite rastrear la estadística de Trabajo, que se remonta a 1999. Julio, por tanto, ha marcado un nuevo récord a la espera de ver qué sucede en agosto con el IPC, que es el que va marcando la pauta.

Cuando empiece a aflojar este indicador —algo que los analistas esperan en esta segunda mitad del año, aunque nadie sabe muy bien precisar cuándo ni cuánto— el diferencial volverá a reducirse. Y solo entonces podrá precisarse cuánto poder adquisitivo han perdido los trabajadores, aunque la cuenta de momento se antoja muy desfavorable.

Los sindicatos no están dispuestos a que esto suceda, por eso se movilizaron en julio y anunciaron protestas más intensas a la vuelta de verano. Es llamativo que la subida salarial medida hasta julio esté casi un punto por debajo de lo que los empresarios estarían dispuestos a aceptar. En la mesa del diálogo social, durante la negociación de un pacto de rentas para paliar la merma de poder adquisitivo en amplias franjas de la población, llegó a haber consenso en torno a la propuesta sindical de subir los sueldos un 3,5%. La discrepancia era qué hacer con el terreno que ya se ha perdido: las patronales no aceptaron que se impulsen cláusulas de revisión salarial retroactivas, de manera que las remuneraciones se corrijan automáticamente en función de la evolución pasada de los precios.

De los 2.428 convenios colectivos de los que Trabajo ha tenido conocimiento hasta julio, solo 358 tenían una cláusula de revisión salarial. Y de estos, solo en 269 casos era retroactiva. El porcentaje mejora algo al de junio, con un 14,7% del total de los convenios protegidos por este tipo de disposiciones. Esto se traduce en 1,7 millones de trabajadores, de un total de 6,9 millones a los que cubren los convenios registrados en los siete primeros meses de 2022. Pero el porcentaje no deja de reducirse: si en marzo eran un 29%, en julio representaban un 25,3%. Es decir, apenas uno de cada cuatro trabajadores que han visto renovarse su convenio tienen alguna fórmula que les ampara frente a la inflación. Y solo un 12,7% (unos 873.000 asalariados) han visto blindar su poder adquisitivo de manera retroactiva.

La diferencia no es baladí. Si la subida salarial media pactada es del 2,56%, los convenios sin cláusula de revisión suben un 2,49% mientras que los que sí la tienen lo hacen un 2,78%. Y eso pese a que, entre estos últimos, los que contienen disposiciones retroactivas lo hacen solo un 2,19% (acordar a la baja en este tipo de negociaciones es más fácil porque los trabajadores tienen asegurado que a posteriori se les reconocerá la diferencia con el coste de vida).

Tampoco es lo mismo trabajar en un sector que en otro. Los empleados agrarios, por ejemplo, están sufriendo un mayor deterioro en su poder adquisitivo que los de la industria. Los 51 convenios colectivos registrados en lo que va de año en el sector primario elevan los salarios un 2,31% en promedio, y los 979 convenios industriales recogen una subida media del 3,16%. También progresan más que la media los convenios de la construcción (3,06%), mientras que el sector servicios, que representa el grueso del mercado laboral español y también de los convenios firmados en los siete primeros meses (1.352 acuerdos que afectan a casi 4,4 millones de asalariados) se anota la subida más raquítica: un 2,27%.

“Otoño caliente”

Pese a que agosto se ha tomado como un paréntesis en la negociación, los sindicatos siguen avisando periódicamente de que el pacto de rentas es prioritario en sus agendas. Comisiones Obreras mantiene una campaña en redes sociales con la etiqueta #salariooconflicto. Y este mismo martes, el secretario confederal de UGT, Fernando Luján, insistía en declaraciones a Radio Nacional de España: “Si no se alcanzan acuerdos que garanticen el poder adquisitivo de los salarios, obviamente tendremos un otoño caliente”.

Luján aseguró que “las grandes empresas están generando mayores beneficios, pero ni la pequeña empresa, ni los autónomos, ni los salarios están pudiendo repercutir el amplio incremento de precios que se está produciendo en España”. Por ello, el dirigente sindical pidió “un pacto de rentas que proteja a los más desfavorecidos”. Enfrente, ni la principal patronal española, CEOE, ni su asociación hermana para las pequeñas y medianas empresas (Cepyme) han dado de momento signos de aceptar la retroactividad de las cláusulas de revisión salarial. Los empresarios argumentan que la inflación también afecta a las compañías, máxime cuando en la base del actual episodio de carestía se encuentra la subida de productos energéticos y de algunas materias primas fundamentales en los procesos productivos.

La inflación se ha contagiado cada vez a más productos y afecta de manera creciente a la cesta de productos básicos, lo que supone serios contratiempos para muchos hogares. Donde no se ha propagado es a los salarios, algo que la mayoría de analistas ven como positivo, puesto que uno de los mayores temores que se conjuran en el actual periodo inflacionista son los conocidos como efectos de segunda ronda.

Estos consisten, simplificadamente, en que precios y salarios entren en una espiral alcista en la que se retroalimentan unos a otros. Es lo que ha sucedido en EE UU, que actualmente tiene un IPC más bajo que el español, pero con una inflación subyacente (que es la que marca la tendencia a medio plazo) más elevada. Con la estadística de convenios de Trabajo, de momento, parece poco probable que algo similar ocurra en España. Aunque los defensores del pacto de rentas también aducen que este ayudaría a disipar del todo ese peligro.

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