Los tambores inflacionistas y el estirón del bono estadounidense llenan de dudas a las Bolsas
Wall Street corrige desde zona de máximos y la zozobra se traslada a Asia y a Europa
La mera expectativa de que la inflación entre en escena, toda una novedad tras años de precios estables —cuando no directamente a la baja—, está empezando a alterar el equilibrio en los mercados financieros a ambos lados del Atlántico. Wall Street sufrió el jueves su peor jornada en casi un mes y la segunda mayor caída en lo que va de año después de que la referencia del mercado global de deuda, el bono estadounidense a 10 años, rebasase la barrera del 1,5% de rentabilidad por primera vez desde el inicio de...
La mera expectativa de que la inflación entre en escena, toda una novedad tras años de precios estables —cuando no directamente a la baja—, está empezando a alterar el equilibrio en los mercados financieros a ambos lados del Atlántico. Wall Street sufrió el jueves su peor jornada en casi un mes y la segunda mayor caída en lo que va de año después de que la referencia del mercado global de deuda, el bono estadounidense a 10 años, rebasase la barrera del 1,5% de rentabilidad por primera vez desde el inicio de la pandemia. La razón: el repique de los tambores de inflación, una variable que cada vez más casas de análisis sitúan en el horizonte a medio plazo, y que amenaza con añadir un punto de picante sobre unos bancos centrales abonados a los tipos de interés cero y a la compra desaforada de deuda para evitar males mayores.
Las voces de alerta sobre la inflación se trasladaron a otros índices. El Vix —que mide la volatilidad de las plazas financieras estadounidenses— también se disparó el jueves, una jornada en la que los valores más damnificados fueron los tecnológicos, auténtica estrella de los parqués en los últimos meses: el Nasdaq se dejó más de un 3,5% frente a la bajada de menos del 2,5% del índice general. Y los números rojos se han trasladado este viernes a las Bolsas asiáticas —el Nikkei japonés retrocedió un 4%; Hong Kong se dejó un 3,5%— y europeas. La excepción en este último grupo era el Ibex 35 español, que a mediodía pugnaba por no caer a terreno negativo.
Las fichas de dominó de los mercados están conectadas por varios hilos habitualmente invisibles, pero muy evidentes cuando alguna de las piezas cambia mínimamente de posición. El que une la rentabilidad de la deuda pública y las Bolsas es uno de los más claros. Cuando, como ahora, las expectativas de inflación crecen, el interés por los bonos sube a la espera de que los tipos de interés de referencia acaben reflejándola más pronto que tarde. En paralelo, el atractivo de la renta variable baja: para qué asumir una cuota mayor de riesgo, piensan estos días muchos inversores, si un activo casi exento de riesgo empieza a arrojar rentas más o menos aceptables.
La Bolsa no tiene por qué resistir peor una mayor inflación que la renta fija: de hecho, en el largo plazo su capacidad de aguante frente a la dentellada inflacionaria suele ser mayor. Pero en lo más inmediato lo que suele ocurrir es un trasvase desde activos por naturaleza más volátiles (las acciones de empresas) hacia los teóricamente libres de riesgo (como los bonos estadounidenses o de países de la eurozona, que cuentan con el respaldo activo de los bancos centrales).
Incluso en un mercado intervenido de facto por los bancos centrales, que no dejan de bombear liquidez para permitir a los Estados financiarse a tipos incluso más bajos que antes de la pandemia, los tambores de inflación se han dejado sentir con fuerza tanto en las plazas de bonos como en unas Bolsas que observan el mayor desplome de PIB de la historia moderna desde la atalaya privilegiada que supone seguir —como si la economía real no fuese con ellas— cerca de máximos históricos. De nuevo, con la excepción del Ibex y algún que otro selectivo rezagado del Viejo Continente.
La Fed niega la mayor
El nítido compromiso del presidente de la Reserva Federal estadounidense, Jerome Powell, de mantener la expansión monetaria sin límite tanto tiempo como sea necesario y su contundencia a la hora de negar los cantos inflacionistas —que descansan, dice la Fed, en factores transitorios, como los propios planes de estímulo multimillonario, el encarecimiento del petróleo y otras materias primas o los cuellos de botella en algunas cadenas de suministro— no han sido suficientes para acallar del todo los temores. “La susceptibilidad de las acciones a los tipos de interés puede ser clave. La principal cuestión a futuro es si el rendimiento de los bonos estadounidenses a largo plazo puede poner en peligro el frenético avance de las Bolsas”, apunta Axel Botte, analista de la gestora Natixis Investment Managers, en una nota para clientes.
Algunos factores refuerzan el desmentido del banco central estadunidense sobre unos temores inflacionistas que han pasado de cero a 100 en tiempo récord. A la espera de que la recuperación tome tracción al calor de las vacunas, la debilidad generalizada del empleo y las escasísimas presiones al alza sobre los salarios rebajan las alarmas. “La realidad es que, aunque la inflación aumentará en el segundo trimestre, no es probable que esa subida se prolongue, afecte a los consumidores y, en última instancia, cambie el rumbo de la política que están siguiendo los bancos centrales”, desmiente Paul Donovan, economista jefe del banco de inversión UBS, uno de los grandes actores del mundillo financiero. Del resultado de ese debate depende la evolución de los mercados en las próximas semanas.