En busca de los felices años veinte

Grandes traumas como las guerras mundiales han ido seguidos de largos periodos de bonanza económica

Coches y peatones comparten la calzada en Detroit (EE UU), en los años veinte del siglo pasado.library of congress

Un titular a toda página: El mundo derrota al virus. Abrazos sin miedo y mascarillas al baúl. Un largo aplauso simultáneo en las plazas en reconocimiento al trabajo de los sanitarios y en memoria de los caídos. Fuegos artificiales en París, Tokio, Nueva York, Buenos Aires, Rabat y Sídney. Y una resurrección económica aún más visceral que la caída. Hacía tiempo que el planeta no se adentraba en una nueva década con una sensación de incertidumbre tan extendida. El escenario de la ficción antes descrito, de un optimismo radical, pero no descabellado, es uno de los que está sobre la mesa en...

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Un titular a toda página: El mundo derrota al virus. Abrazos sin miedo y mascarillas al baúl. Un largo aplauso simultáneo en las plazas en reconocimiento al trabajo de los sanitarios y en memoria de los caídos. Fuegos artificiales en París, Tokio, Nueva York, Buenos Aires, Rabat y Sídney. Y una resurrección económica aún más visceral que la caída. Hacía tiempo que el planeta no se adentraba en una nueva década con una sensación de incertidumbre tan extendida. El escenario de la ficción antes descrito, de un optimismo radical, pero no descabellado, es uno de los que está sobre la mesa en un momento en que todo parece posible. Para bien, si la vacuna reduce la pandemia a una horrible pesadilla del pasado y la revolución tecnológica gana tracción. Y para mal, si no lo hace y el sistema se interna en la oscuridad de una depresión entre quiebras, morosidad y sobredosis de deuda.

Los servicios de estudios y los organismos internacionales se han estrellado una y otra vez contra la realidad al hacer predicciones sobre los efectos económicos de la pandemia. Incluso a corto plazo. Por ello, poner las luces largas para aventurar lo que viene es algo parecido a lanzarse al vacío teniendo una vaga idea de lo que hay debajo. Los grandes traumas del siglo XX proporcionan pistas halagüeñas. A la Primera Guerra Mundial le siguieron los felices años veinte —que acabaron con el sonoro derrumbe de la Gran Depresión—, y a la Segunda, una nueva edad dorada del capitalismo y la creación de los modernos Estados de bienestar. Ese patrón, de largos periodos de bonanza poscrisis, se ha repetido este siglo parcialmente: EE UU encadenó 10 años de crecimiento ininterrumpido tras la Gran Recesión y sus Bolsas rondan máximos, pero su socio europeo tardó mucho más en recuperarse. En medio del huracán, con la pandemia aún por vencer, resulta complicado ver el horizonte despejado. La pregunta es, ¿hay razones para pensar que el mundo poscovid traerá otros felices años veinte como los que en el siglo pasado sucedieron a las ruinas humeantes de la Primera Guerra Mundial y los millones de muertos de la mal llamada gripe española?

Lorenzo Codogno, economista y exsecretario del Tesoro italiano, cree que la clave está en la calidad del gasto y las reformas. “Sin duda, es posible ver una década de recuperación económica. Después de episodios pandémicos o eventos impactantes en el pasado, siempre ha habido un período de recuperación. Dependerá de la calidad de la inversión. De cómo se hace uso de la deuda, que pagarán las generaciones futuras. Si el gasto no mejora la productividad y el crecimiento potencial, dejará solo unos pocos años de crecimiento superior a la media y luego todos los problemas resurgirán de golpe”, advierte.

Cada amenaza futura parece tener su reverso positivo. La deuda se ha disparado, pero su coste nunca ha sido tan bajo gracias a la acción de los bancos centrales. El cambio climático trae fenómenos meteorológicos cada vez más adversos, pero ha impulsado el desarrollo de una nueva economía movida por energías renovables y progresos como el coche eléctrico. También cada avance tiene su lado negativo: los fondos europeos proporcionan una nueva palanca para desatascar la recuperación, pero está por ver si se usan como un parche para contener las goteras o propician una verdadera transformación. La robotización hará ganar productividad, pero el uso de máquinas para hacer el trabajo que ahora realizan personas generará desempleo. El comercio electrónico crece con fuerza, pero sus agresivas políticas de precios y entrega inmediata están dejando una creciente ristra de cadáveres en el pequeño comercio. Y los precios de la energía se mantienen bajos, pero se desconoce por cuánto tiempo.

Una mejora ¿temporal?

Ángel Talavera, economista jefe para Europa de Oxford Economics, no cree que estemos ante el comienzo de una década particularmente boyante para la economía. “Soy de la opinión de que una vez la enfermedad haya desaparecido vamos a ver en algún momento un gran empujón de la demanda debido a los recursos embalsados disponibles, pero creo que será algo temporal. No veo mecanismos por los cuales esto vaya a empujar toda una década de crecimiento. Sigue habiendo factores estructurales, como la demografía o lo que parece una tendencia secular de estancamiento de la productividad, que hace más probable que en las economías avanzadas el crecimiento siga siendo relativamente modesto”, augura.

La salida de Donald Trump de la Casa Blanca está llamada a rebajar notablemente las presiones geopolíticas sobre la economía. Según un informe de Alex Mackle, también de Oxford Economics, las guerras comerciales con China han costado 245.000 empleos a EE UU. Junto al fin del proteccionismo extremo, la vuelta de Washington al Acuerdo de París contra el cambio climático y su retorno a la Organización Mundial de la Salud hablan de un regreso del multilateralismo.

“El escenario base es de estabilidad geopolítica”, explica Nicolas Véron, investigador de Bruegel y del Peterson Institute. “Trump ha sido un paréntesis y llega un Gobierno más racional a EE UU. Hay un Ejecutivo autoritario, pero también bastante racional en China, con una diplomacia agresiva y represión en asuntos domésticos, pero moderado en asuntos exteriores, como prueba que no aprovecharan la extraordinaria debilidad de EE UU al final de la era Trump para embarcarse en aventuras como invadir Taiwán. Al contrario, firmaron un acuerdo comercial con la UE”, explica.

La economía china está aguantando el tipo mejor de lo esperado. Joe Biden llega con un nuevo paquete de estímulos bajo el brazo. Y la UE se endeuda conjuntamente por primera vez. ¿Será eso suficiente para impulsar una década de crecimiento post-virus? “Diez años son muchos, y el escenario base es optimista, pero con el virus mutando y la posibilidad de nuevas pandemias, no tiene más del 50% de probabilidad”, admite Véron.

Una recuperación más rápida

El banco de inversión Arcano es quizá el menos agorero sobre el devenir de la economía. “En 1919, en medio de la pandemia española, la gente pensaba que el futuro iba a ser muy lóbrego por la tragedia que se había vivido y lo que llegaron fueron los años veinte″, recuerda su informe El mundo post COVID. Las apariencias engañan. “En la Gran Recesión, muchas economías desarrolladas tardaron más de cinco años en recuperar los niveles previos, mientras ahora se espera que se produzca en un máximo aproximado de dos o tres años”, añade el texto. Su economista jefe, Ignacio de la Torre, ve señales esperanzadoras. “Es la primera vez en mi vida que veo una recesión en la que la renta de los hogares sube”, afirma. “Ese ahorro va a acabar en consumo y no se ha gastado por miedo”, añade.

De la Torre opina que con la vacunación de los mayores de 80 años, la alarma social por las altas cifras de fallecidos irá disminuyendo. Y la inmunización de los de más de 60 y 70 años reducirá la ocupación de las UCI, lo que favorecerá la recuperación del turismo en verano. “Otra derivada importante será la revolución tecnológica. En los años veinte empezaron los sistemas de producción masivos con el del Ford T. También la electrificación y el alcantarillado. En los años duros de una crisis es cuando más se estimula la creatividad, como hemos visto con las vacunas basadas en la molécula ARN mensajero. La clave es si estas innovaciones ayudan a la productividad”, sostiene.

Personalidades como el exgobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, vaticinan que una crisis de deuda está al caer. De la Torre no comparte ese temor: argumenta que las grandes crisis son provocadas por deuda privada y no pública, y estima que las cuentas pendientes se irán enjugando gracias a la combinación de crecimiento económico —como sucedió tras la Segunda Guerra Mundial— y una política de los bancos centrales más permisiva con la inflación. Nicolas Véron coincide. ”No la veo ahora como un gran riesgo. Hay más riesgo en no endeudarse, como dice el FMI, o en no emplearla en inversiones de calidad, como dijo Mario Draghi”.

El tiempo dará y quitará razones. Incluso la firma francesa L’Oréal tiene su propia opinión sobre la década entrante. Eso sí, bien alineada a sus intereses comerciales: atisba unos locos años veinte donde las ganas de volver a socializar traerán un interés renovado por la elegancia en el vestir y un repunte del uso de maquillaje. Gobiernos y ciudadanos cruzan los dedos para que la recuperación no sea solo cosmética.

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