La economía de Brasil crece 7,7% en el tercer trimestre de 2020, pero no despeja las amenazas de 2021
El resultado interanual es 3,9% negativo y el año terminará en números rojos. El fin de las ayudas de emergencia ensombrecen las expectativas de una recuperación rápida y sostenible
El Producto Interno Bruto (PIB) de Brasil creció 7,7% en el tercer trimestre de 2020 en comparación con los tres meses anteriores, según datos divulgados este jueves por el IBGE. Sin embargo, en comparación con el mismo período de 2019, el indicador muestra un retroceso del 3,9%, evidencia de que todavía hay muy poco que celebrar. La economía brasileña está afectada por la crisis del coronavirus y la incertidumbre ante una posible segunda ola de la enfermedad. Todos miran además el efecto ...
El Producto Interno Bruto (PIB) de Brasil creció 7,7% en el tercer trimestre de 2020 en comparación con los tres meses anteriores, según datos divulgados este jueves por el IBGE. Sin embargo, en comparación con el mismo período de 2019, el indicador muestra un retroceso del 3,9%, evidencia de que todavía hay muy poco que celebrar. La economía brasileña está afectada por la crisis del coronavirus y la incertidumbre ante una posible segunda ola de la enfermedad. Todos miran además el efecto que tendrá en las estadísticas el fin de las ayudas de emergencia del Gobierno, previsto para diciembre.
El PIB es un indicador que representa la suma de todos los productos, bienes y servicios producidos en el país y se utiliza como termómetro de la economía nacional. Los resultados de este trimestre, en relación con el período comprendido entre julio y septiembre, han quedado un poco más abajo de las expectativas del mercado y del Gobierno, que esperaban una subida del 8,5%. Con el dato de este jueves, Brasil sale de la recesión, a la que había entrado tras el dato negativo de los dos trimestres anteriores. “La recesión es un estado en el que la economía del país decrece junto con los indicadores de bienestar”, explica la economista Juliana Inhasz, de Insper. En el segundo trimestre, el país había registrado una caída del 9,7%, la más alta de la serie histórica iniciada por el IBGE en 1996. En el primer trimestre de 2020, la disminución había sido del 2,5%.
La razón principal del crecimiento de este trimestre es que parte de una base comparativa muy baja. Los períodos anteriores fueron los más afectados por la parálisis de la actividad derivada de la covid-19. Con la apertura gradual de los últimos meses se produjo una reactivación de la economía, impulsada además por las ayudas mensuales de 114 dólares que el Gobierno entregó a 67 millones de personas.
El crecimiento del tercer trimestre no será suficiente para evitar que la economía termine el año en números rojos. La mayoría de los analistas esperan una caída de entre el 4% y el 6% en 2020. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), publicó el pasado martes un informe en el que prevé un descenso del 6% y una expectativa de que el país llegue a 2022 sin haber recuperado el PIB de antes de la pandemia. La OCDE destacó la respuesta fiscal y monetaria de Brasil para enfrentar la crisis, pero advirtió que la recuperación tardará en consolidarse sin reformas estructurales que mejoren la productividad.
“Empezamos el año pensando que, si todo iba bien, creceríamos poco, un 1,5%. Al principio de la pandemia, el escenario era caótico, con todo cerrándose. Pensamos que iba a caer mucho, 8% o 9%”, dice Juliana Inhasz. Aunque los números no llegarán a este punto, el país sigue enfrentando una enfermedad que ha matado a más de 173.000 brasileños y generando 14,1 millones de desempleados. Un panorama que podría ser aún más dramático a partir del 31 de diciembre, con el fin de la ayuda de emergencia, la principal apuesta del ejecutivo y el legislativo federal para manejar la crisis. “En este escenario de baja inflación por desempleo, con una tasa de interés que no puede estimular la economía y una elevada deuda pública, que impide el mantenimiento de las ayudas, tenemos un estado de deterioro constante”, explicó la economista.
Fase amarilla
El gobierno del presidente Jair Bolsonaro sigue siendo optimista. El Ministerio de Economía revisó la caída del PIB estimada para este año de 4,7% a 4,5%, con un crecimiento esperado de 3,2% en 2021, según el boletín fiscal de noviembre. Los buenos resultados del sector industrial y del comercio, y la expectativa de una aceleración de la recuperación del sector de los servicios influyeron en la mejora de la estimación. Pero estas proyecciones se basan en un escenario de reanudación de las actividades una vez superada la pandemia, aunque el coronavirus no muestre signos de salir tan pronto. El boletín incluso habla de la posibilidad de una segunda ola, “aunque sea muy pequeña”. “Hasta ahora, no hay señales de un aumento de los casos en Brasil. Por el contrario, ha habido una reducción del promedio nacional en los últimos meses”, dijo la secretaría.
Un día después de la segunda vuelta de las elecciones en São Paulo, el gobernador João Doria dio marcha atrás en su plan de apertura y ordenó que todo el Estado vuelva a la fase amarilla del plan de contingencia contra la enfermedad, debido precisamente al aumento de los casos de coronavirus. Esto significa nuevas restricciones al funcionamiento de comercios y servicios, a pesar del intento de mantener la normalidad, como los planes de reapertura de las escuelas y todo lo referente a la cultura.
“Si se cierra todo de nuevo, no sé cómo podemos reaccionar”, advirtió Jair Bolsonaro a la agencia de noticias Reuters después de votar en Río de Janeiro el pasado domingo. El presidente ha reiterado además que no es posible “perpetuar” la ayuda de emergencia a la población. “La ayuda generó una deuda de más de 700 mil millones de reales... ¿Puede Brasil permitirse otra? Es como comprar fiado en el bar... llega una hora en que, si no pagas, ya no te vende más”, dijo.
Marcha lenta
“Incluso con la recuperación de la economía en el tercer trimestre y, posiblemente también en el cuarto, el comienzo de 2021 es todavía desconocido”, dijo Paulo Picchetti, economista del Instituto Brasileño de Economía (FGV IBRE). “Aunque la pandemia sea la causa principal, ocurrió en un contexto en el que los grados de libertad de la política económica para una recuperación más rápida ya se estaban agotando”, recalcó.
Pichetti recuerda que incluso después de la recesión de 2016, Brasil venía creciendo poco: “Prácticamente 1% por año, lo que no fue suficiente para llevar al país de vuelta al nivel de 2014”, dice. “El problema ahora no es si el Gobierno puede aumentar el gasto a partir de 2021, sino si puede mantener la ayuda, que es lo que evitó una crisis importante”, señaló.
La cuestión externa, clave para un país exportador como Brasil, podría no ayudar. “Con la segunda ola, en un futuro cercano, este camino se descarta. Los únicos países que están logrando un crecimiento más razonable se encuentran en Asia, especialmente en China, lo que garantiza, al menos, una demanda de los productos primarios del país”, recuerda Pichetti.
Juliana Inhasz, de Insper, explica que, al igual que la caída en 2020 fue vertiginosa, un rápido aumento depende de dos factores: una iniciativa privada que confíe e invierta, y un Estado que pueda gastar para ayudar a generar empleo. “El problema en Brasil es que no tenemos ninguna de las dos cosas. El Gobierno no tiene capital político ni credibilidad con el sector privado para hacer que la economía crezca. Por eso nos vamos a recuperar en cámara lenta, después que los otros”, recalca. Pichetti fue inflexible al explicar la mejor estrategia: “A corto plazo, esperamos tener una vacuna. La tan comentada recuperación de la economía en forma de V, deseada por el Gobierno, parece seguir en este momento más como un deseo del ministro de Economía, Paulo Guedes, que como un escenario consolidado.