Matar al árbitro

La crisis de la Organización Mundial del Comercio abre una oportunidad para crear un sistema adaptado a los nuevos tiempos

El director general de la OMC, el brasileño Roberto Azevedo, en rueda de prensa tras clausurar el Consejo General del organismo celebrado en su sede en Ginebra.Salvatore Di Nolfi (EFE)

En un cuarto de siglo, la Organización Mundial del Comercio (OMC) ha resuelto 600 pleitos. Pero el sistema de resolución de disputas, y concretamente su cuerpo superior, el Comité de Apelación —recién aparcado por el veto de Donald Trump a renovar sus jueces—, ha reportado más beneficios que eso.

"Ha ayudado a impedir incontables violaciones de las normas" beneficiando "a todos sus miembros", sintetizó en Ginebra el embajador europeo ante el organismo, Joao Aguiar Machado. Como las apelaciones abocaba...

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En un cuarto de siglo, la Organización Mundial del Comercio (OMC) ha resuelto 600 pleitos. Pero el sistema de resolución de disputas, y concretamente su cuerpo superior, el Comité de Apelación —recién aparcado por el veto de Donald Trump a renovar sus jueces—, ha reportado más beneficios que eso.

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"Ha ayudado a impedir incontables violaciones de las normas" beneficiando "a todos sus miembros", sintetizó en Ginebra el embajador europeo ante el organismo, Joao Aguiar Machado. Como las apelaciones abocaban a multas, se iba imponiendo disciplina; el organismo se prestigiaba y generaba seguridad jurídica a las empresas.

De eso quedan cenizas. Y la idea de replicar el sistema arbitral en acuerdos plurilaterales. Y la memoria de que "EE UU no ha formulado ni una sola propuesta o contrapropuesta propia en el último año", certificó Aguiar. Para Trump, volvemos como cangrejos a Marrakech, 1994, cuando el GATT orientativo se transformó en OMC imperativa.

Queda algo más. Las propuestas cruzadas entre muchos de sus socios, que han trabajado un año para dar respuesta inclusiva a las quejas de Washington por los vicios burocráticos del comité. Un (fracasado) resumen, bastante consensuado, lo elaboró el embajador neozelandés David Walker, como "facilitador informal" (Draft General Council Decission, WTO.org)

Walker propuso soluciones intermedias a todos los defectos detectados por EEUU: acelerar la selección de nuevos árbitros con antelación suficiente; respetar estrictamente el plazo de 90 días para arbitrar, salvo excepciones asumidas por las partes; limitar el alcance de la "jurisprudencia" del comité en aspectos no reclamados por los litigantes, y a título de "referencia" más que de "precedente"...

Pero todas esas reformas fueron rechazadas por Washington, sin ofrecer alternativas concretas: el típico obstruccionismo de quien se refugia en lo procesal para no entrar en las cuestiones de fondo.

Muchas de las meritorias aportaciones de Walker las inspiró un notable documento europeo, muy recomendable para los maniáticos del multilateralismo, de la negociación y de los detalles en el modo de resolver litigios: "WTO modernisation, introduction to future EU proposals" (https://trade.ec.europa.eu).

Las propuestas de ese paper van más allá de la reconfiguración del Comité de Apelación. Sugiere "crear reglas" nuevas para todos los sectores económicos, incluidos los servicios y el comercio digital; especifica a la luz de la experiencia de la UE cuáles deben ser las excepciones a la prohibición de ayudas públicas a las empresas; recomienda incentivar la transparencia en la rendición de información de cada socio, vía presumir falso aquello de lo que no dé cuenta; diseña la escapatoria a las obligaciones abusivas de compartir tecnología, y esboza un esquema para que la calidad de país en desarrollo no exima de todas las obligaciones.

Si algún día vuelve el comercio multilateral, esa será su Biblia.

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