Una feria de arte en la encrucijada

Algo ha cambiado

Esta mañana, como cada año, nos hemos abandonado -con cierta pereza- al ritual de la visita a Arco antes de la apertura oficial al público. Se trataba de una visita tan familiar por repetida que no se presentían grandes cambios -ya se sabe: Arco, lo de todos los años, muchas cosas, algunas bien y otras mal...-. Y, pese a todo, esta mañana fría, al pasear por la feria lista para recibir a los visitantes, muchos hemos tenido la impresión de que algo había cambiado; algo sutil incluso, que a primera vista costaba ver. Las galerías, más contenidas en número, menos despliegue institucional, hasta c...

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Esta mañana, como cada año, nos hemos abandonado -con cierta pereza- al ritual de la visita a Arco antes de la apertura oficial al público. Se trataba de una visita tan familiar por repetida que no se presentían grandes cambios -ya se sabe: Arco, lo de todos los años, muchas cosas, algunas bien y otras mal...-. Y, pese a todo, esta mañana fría, al pasear por la feria lista para recibir a los visitantes, muchos hemos tenido la impresión de que algo había cambiado; algo sutil incluso, que a primera vista costaba ver. Las galerías, más contenidas en número, menos despliegue institucional, hasta cierto punto menos exceso que en anteriores ocasiones, dejaban claro lo que Urroz, el recién estrenado director, ha anunciado y que no terminábamos de creernos: la vocación de Arco como una feria para vender -que es lo que deben hacer las ferias, por cierto- , tras años de evento social y escaparate del mundo del arte -a veces, con obras más mediáticas que interesantes-. Había hoy algo contenido, discreto, algo profesionalizado y eficaz, algo que divertía menos al visitante e interesaba más al coleccionista. El suelo, industrial y sin moqueta, era una especie de presagio: basta de pasos por el salón de casa.

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A mí, qué quieren que les diga, me gusta más la nueva opción, aunque entiendo la función social que la feria ha cumplido durante años. Ahora que han proliferado las instituciones de arte actual me parece que cada uno debe dedicarse a su labor y la de Arco ya no es educar la mirada del gran público en lo moderno -que para eso están los museos-. Así que ahora solo queda, para dejar nuestra disfuncionalidad histórica a un lado, que desde lo público se opine de lo público y desde lo privado de lo privado, pues si Arco no es quien para decir qué hay que exponer en un museo, nadie tenemos derecho a decir a Arco -unos señores particulares que venden arte- lo que debe hacer. A mí, por ejemplo, me parece absurdo lo del país invitado -creo que lo van a quitar, menos mal-, pero es una simple opinión. Este año en concreto Rusia, por muy "emergente" que sea, me ha parecido un horror. Aunque había sorpresas muy agradables: Garaicoa, Grete Stern, la galería belga Tatiana Pieters...

Obra del dúo de artistas cubanos Los Carpinteros, creada para el estand de EL PAÍS en Arco.BERNARDO PÉREZ
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