El mayor plan de ajuste de la democracia

Duran Lleida sortea el pozo

El PP mandará un día, quizá muy pronto. Pero ahora ni siquiera irrumpe, por previsible. Su hoja de ruta tampoco ayer engendró sorpresa: derribar al Gobierno aún a costa de agrietar al Estado, de apuntillar la economía, ya maltrecha en las lonjas mundiales.

Ocupó su papel de jefe de la (acerada) oposición responsable el portavoz de CiU, Duran Lleida. Explicó su abstención, que daba mascarilla de oxígeno a Zapatero, para "que España no caiga todavía en un pozo más profundo, que todavía tiene posibilidades". A Duran se le empieza a poner cara de Miquel Roca, de (potencial) estadista...

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El PP mandará un día, quizá muy pronto. Pero ahora ni siquiera irrumpe, por previsible. Su hoja de ruta tampoco ayer engendró sorpresa: derribar al Gobierno aún a costa de agrietar al Estado, de apuntillar la economía, ya maltrecha en las lonjas mundiales.

Ocupó su papel de jefe de la (acerada) oposición responsable el portavoz de CiU, Duran Lleida. Explicó su abstención, que daba mascarilla de oxígeno a Zapatero, para "que España no caiga todavía en un pozo más profundo, que todavía tiene posibilidades". A Duran se le empieza a poner cara de Miquel Roca, de (potencial) estadista, aunque sea huérfano de Estado. Ya tiene guasa que los nacionalistas periféricos acaben acreditando mayor patriotismo español (lo recordó la canaria Ana Oramas) en el pulso frente a los mercados.

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La hoja de ruta del nacionalismo catalán también está clara en su ADN: centrismo, posibilismo, negociación, pacto, dividendos a cuenta. Por eso exhibe mayor cintura entre las tres opciones posibles: sí, no, abstención. Variedad de muestrario indispensable para quien juegue el rol de bisagra. Por todo ello se le olvidan mejor los renuncios y vaivenes.

Y las cacofonías Barcelona-Madrid. Duran fue proclive el 12 de mayo a apoyar el paquete de austeridad. Es un democristiano viajado y conocedor del largo plazo. Le contrarió ese día Artur Mas, que se emperifolló de Rosa Luxemburgo de los pensionistas, con la vista cortoplacista en las autonómicas de noviembre, bajo el auspicio de no perder ni a un solo descontento, desengañado o desafecto.

Ayer bordó Duran la fórmula perfecta del bisagrismo: combinar el sentido de la oportunidad -para uno mismo- y la exhibición de sentido de Estado. No provocar hoy la catástrofe. Pero a cambio, toda la dureza contra el Gobierno, eso sí, a plazo, para después de las reformas laboral y financiera. Anuncio de censura... a los Presupuestos, en otoño.

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Perfecta, pero con algo de truco: "Si pensáramos en las próximas elecciones, qué duda cabe de que nuestro discurso sería radicalmente negativo", adujo Duran. No es así. ¿Habría aplaudido el típico elector centrista catalán una caída del Gobierno que arruinase la deuda pública, la privada, la Bolsa, la economía, en suma? No, de modo que su portavoz hizo lo que esperaba la clientela.

¿Votará CiU contra los Presupuestos? Sí, si todo va de mal en peor. Pero puede preparar sorpresas, si el Gobierno hiciese bien sus deberes: el pacto que no logró en Zurbano, elevado a Gobiernos de coalición de geometría variable en Madrid y Barcelona, con cuatro socios: PSOE, PSC, CDC y... Unió. La bisagra es un artilugio que gestiona la movilidad.

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