Elogio del trasplante
Leo en la edición del lunes 24 de mayo un reportaje sobre los trasplantes y una carta de Costas Lombardía sobre el mismo tema. Me complace enormemente el primero. Me enerva la segunda.
Reducir a términos economicistas el trasplante es un enorme dislate. Evitar un solo día de diálisis a un paciente renal ya vale cualquier esfuerzo, gratificaciones al personal sanitario incluidas. Tener la posibilidad de beber un vaso de agua o de tomar fruta... sin miedo; poder trabajar o viajar sin estar pendiente de una máquina. Volver a vivir, en suma, no tiene precio. Además, un trasplante, con todos...
Leo en la edición del lunes 24 de mayo un reportaje sobre los trasplantes y una carta de Costas Lombardía sobre el mismo tema. Me complace enormemente el primero. Me enerva la segunda.
Reducir a términos economicistas el trasplante es un enorme dislate. Evitar un solo día de diálisis a un paciente renal ya vale cualquier esfuerzo, gratificaciones al personal sanitario incluidas. Tener la posibilidad de beber un vaso de agua o de tomar fruta... sin miedo; poder trabajar o viajar sin estar pendiente de una máquina. Volver a vivir, en suma, no tiene precio. Además, un trasplante, con todos sus costes, siempre resulta más rentable para el erario público que mantener a un paciente en diálisis.
Y lo afirmo desde la experiencia de un segundo trasplante, de 30 meses ligado a un riñón artificial (hemodiálisis y diálisis peritoneal) y de 18 años como enfermo renal.