Análisis:EL ACENTO

El parto de las cumbres

Ser anfitrión de una cumbre informal de la UE es el sueño de todo ministro europeo. Es costumbre acendrada, ya casi parte del acervo comunitario, que las presidencias de turno puedan organizar reuniones de carácter informal, sin capacidad de tomar acuerdos, en la localidad del ministro anfitrión del ramo. De ahí que Bibiana Aído se haya reunido en Cádiz con algunos de sus colegas europeos dedicados a promover la igualdad y que Cristina Garmendia haya hecho lo propio en San Sebastián.

Ambos cónclaves han parido sendos solemnes ratones hermanados en la vaciedad. La Declaración de Cádiz y ...

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Ser anfitrión de una cumbre informal de la UE es el sueño de todo ministro europeo. Es costumbre acendrada, ya casi parte del acervo comunitario, que las presidencias de turno puedan organizar reuniones de carácter informal, sin capacidad de tomar acuerdos, en la localidad del ministro anfitrión del ramo. De ahí que Bibiana Aído se haya reunido en Cádiz con algunos de sus colegas europeos dedicados a promover la igualdad y que Cristina Garmendia haya hecho lo propio en San Sebastián.

Ambos cónclaves han parido sendos solemnes ratones hermanados en la vaciedad. La Declaración de Cádiz y la Declaración de Donostia son huecas palabras cargadas de buenas intenciones; finos ejercicios estilísticos de lo que los franceses llaman la langue de bois (lengua de madera).

"Nos comprometemos a apoyar la futura entidad de género de Naciones Unidas para avanzar en la capacitación de las mujeres de todo el mundo y respaldar a aquellas que se enfrentan con mayores dificultades", dice uno de los apartados de la Declaración de Cádiz. "La ciencia europea quiere avanzar de la mano de la sociedad que la financia, y que es la beneficiaria última de sus descubrimientos...", explica la de Donostia.

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Los periodistas, mayoritariamente locales, han intentando glosar y dar forma de noticia a tanta vacuidad con resultado irregular. Los responsables de igualdad han echado mano de las estadísticas para constatar que aquélla aún no se ha alcanzado y los de Ciencia han insistido en que hay que llegar al 3% del PIB en I+D, promesa hecha en Barcelona hace ya ocho años e incumplida por casi todos los ministros que han acudido a la bella ciudad de La Concha.

Pocos países comunitarios se han resistido a la tentación de organizar eventos como éstos en sus suelos patrios. España, tampoco. Durante su presidencia se celebrarán aquí 300 reuniones. El coste no bajará de los 86 millones de euros, la mayoría de ellos gastados en organizar y garantizar la seguridad. Habrá que admitir que esta lengua de madera sale demasiado cara, aunque las fotos de ministros y ministras rodeados de banderas quedarán estupendas en el álbum familiar.

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