Reportaje:

La carencia de médicos llega a las aulas

La Facultad de Medicina de la UPV alerta de las dificultades para garantizar el relevo generacional de sus profesores titulares y catedráticos

Sanidad cifró hace dos años en 1.300 los especialistas que necesita Osakidetza. Faltan médicos en los hospitales, pero también en las aulas. El decano de la Facultad de Medicina de la Universidad del País Vasco (UPV), Agustín Martínez Ibargüen, alerta de que su centro se quedará pronto sin profesores titulares ni catedráticos. Los criterios de acreditación, el requisito de perfil lingüístico, la falta de coordinación entre Osakidetza y la UPV,... Cada profesor consultado ve una causa distinta, cuya suma agrava la falta de relevo generacional de que adolece el conjunto de la comunidad universit...

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Sanidad cifró hace dos años en 1.300 los especialistas que necesita Osakidetza. Faltan médicos en los hospitales, pero también en las aulas. El decano de la Facultad de Medicina de la Universidad del País Vasco (UPV), Agustín Martínez Ibargüen, alerta de que su centro se quedará pronto sin profesores titulares ni catedráticos. Los criterios de acreditación, el requisito de perfil lingüístico, la falta de coordinación entre Osakidetza y la UPV,... Cada profesor consultado ve una causa distinta, cuya suma agrava la falta de relevo generacional de que adolece el conjunto de la comunidad universitaria.

Para el decano, el principal obstáculo para regenerar las plazas de titulares y catedráticos es el nuevo sistema de acreditación nacional implantado en 2007, por el que el aspirante envía los documentos que acreditan sus méritos a la Agencia Nacional de Evaluación (Aneca). "Los nuevos criterios resultan muy restrictivos. Se nos exige publicar tanto como a un científico experimental y a los clínicos no nos tienen en cuenta la asistencia a pacientes", lamenta.

La crítica del decano ha abierto un notable debate entre el profesorado. Joaquín Losada, profesor titular de Cirugía, coincide en que no se puede exigir igual dedicación a un médico clínico que a un biólogo. "Su aspiración es publicar en Nature o Science, pero la mía es mejorar la actividad asistencial a través de la investigación. Hay que tener en cuenta las peculiaridades de cada especialidad", concluye.

Otros, como el director del departamento de Pediatría, Pablo Sanjurjo, discrepan de que el problema sea el sistema de acreditaciones: "La gente no logra una categoría científica suficiente para presentarse a esas plazas. Lo que no se puede hacer es bajar el nivel y pretender conseguir una cátedra sin haber publicado nada en revistas internacionales", sentencia. En su opinión, la UPV no ha promocionado suficientemente las cátedras ni las titularidades y ha ido cubriendo con profesores asociados las plazas de los clínicos jubilados.

Se trata de un viejo problema motivado por la falta de un convenio sólido que regule las relaciones entre Osakidetza y la UPV, coinciden todos los profesores consultados. El firmado a finales de 2008 se halla sin desarrollar. Así, la carrera universitaria y la asistencial han ido cada una por un lado. Compatibilizar ambas actividades resulta difícil y se recompensa poco. "Haciendo un montón de cursos y asistiendo a conferencias se puede llegar a tener tantos puntos en Osakidetza como sacando el doctorado. Así que el esfuerzo no compensa", ilustra Sonia Gaztambide, profesora titular de Medicina y jefa del servicio de Endocrinología de Cruces. El decano propone como solución unificar las dos carreras: "Animaría a los profesores asociados a convertirse en titulares", abunda Losada.

El euskera es el gran problema que ve Gaztambide para no poder cubrir las plazas de su especialidad. "La gente que tenemos preparada en Endocrinología no es bilingüe. Es un problema, porque las clases en euskera no las darán especialistas".

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Por si fuese poco, las condiciones laborales de los jóvenes investigadores no suponen el futuro más apetecible para los licenciados. "Hay un 30% de falta de pediatras. Con esa salida profesional tan clara, nadie se quiere complicar pasando media vida como becario", argumenta Sanjurjo. Losada añade que por ello, las asignaturas más básicas están siendo ocupadas por titulados en Ciencias Experimentales, que "carecen de la perspectiva médica necesaria". Para solucionarlo, la Facultad está negociando con el Rectorado que los programas de doctorado se puedan realizar a la vez que el MIR, y así adelantar el inicio de la carrera investigadora.

"Resulta poco atractivo entrar en la universidad"

Un profesor asociado sanitario trabaja 35 horas semanales en el hospital y tres dando clases. El tiempo para investigar y reunir los méritos exigidos para ascender a profesor titular lo debe descontar, por tanto, de sus horas de ocio. Es el caso de Federico Vázquez, endocrinólogo en el Hospital de Cruces, y de Francisco Santaolaya, otorrino en Basurto. El primero aguarda sin grandes esperanzas a que salga una plaza que no exija euskera. Santaolaya, bilingüe, lleva 15 años como profesor en la UPV y ya ha gestionado su solicitud para acreditarse como titular.

Ambos coinciden en que entrar en la universidad "resulta poco atractivo", por las escasas facilidades que da Osakidetza. "Dando clase ganamos poco más de 300 euros al mes. No me liberan de mi trabajo asistencial y, si pierdo horas, tengo que recuperarlas. Por tanto, si doy clases es porque lo disfruto, no porque reporte grandes beneficios", resume Vázquez.

"Osakidetza debería impulsar medidas para que la gente pueda investigar, ya que supone un esfuerzo que muchos no pueden asumir", apunta el otorrino. Al menos, espera que ello cambie con el nuevo convenio, que prevé que el Servicio Vasco de Salud y la UPV compartan infraestructuras para potenciar la actividad investigadora.

Ambos creen que la Agencia Nacional de Evaluación debería valorar la situación en que investigan los clínicos como ellos. "Los de Ciencias Experimentales dedican su jornada a investigar. Yo soy un médico que atiende pacientes. Investigo en horas libres. Por tanto, a ellos les valoran su trabajo y a mí, mi hobby", explica el endocrinólogo. Matiza, sin embargo, que no medir lo mismo no significa que haya que rebajar el nivel de exigencia: "Si no damos la talla, habrá que formarnos más". Para lograr ser acreditado, se exige haber publicado 20 artículos en revistas internacionales. "Al año, logramos publicar uno o dos, así que calcula cuántos años necesitamos con el tiempo que nos dejan las consultas", dice Santaolaya.

Con todo, el principal obstáculo para Vázquez es no saber euskera. "Tendría que dejar de investigar o de vivir para lograr el nivel que se exige", se lamenta. Considera "muy limitador" que no salgan plazas en castellano. "Se dan paradojas, como que un jefe de servicio con un currículo excelente no puede ser profesor, y su residente, que acaba de terminar y no tiene ninguna publicación, ya está dando clases. No creo que sea lo mejor para los estudiantes", concluye.

Cifras y porcentajes

- Medicina cuenta con 542 profesores, de los que 145 son titulares y otros 52, catedráticos. La media de edad de ambas categorías se sitúa en 56 años, siete más que el resto de la plantilla. En diez años la mayoría se habrá jubilado o estará en edad de retirarse.

- La situación resulta especialmente grave en el caso de los titulares y catedráticos clínicos, que compatibilizan la docencia y la asistencia hospitalaria. Un 82% supera los 55 años.

- En el conjunto de la UPV los profesores titulares y los catedráticos mayores de 56 años representan el 22% y el 46%, respectivamente.

- Las Ciencias de la Salud tienen la mayor tasa de empleo entre sus titulados: un 95%.

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