Crítica:TEATRO

Chéjov a los dieciocho

Cuando empezó a escribir su primera obra, Chéjov tenía 18 años y estaba solo: su familia había emigrado a Moscú. Nadie dio un rublo por ella, ni se estrenó hasta después de su muerte. En Platonov aparecen, en embrión, algunos de sus grandes temas: la pérdida del hogar, el desarraigo emocional, la insatisfacción permanente. La subasta que pende sobre la casa de Anna Petrovna, objeto de deseo de casi todos los hombres de la función, prefigura el triste destino de la hacienda de El jardín de los cerezos.

Ese primer acto en el salón de la sablista seductora, y el siguiente en ...

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Cuando empezó a escribir su primera obra, Chéjov tenía 18 años y estaba solo: su familia había emigrado a Moscú. Nadie dio un rublo por ella, ni se estrenó hasta después de su muerte. En Platonov aparecen, en embrión, algunos de sus grandes temas: la pérdida del hogar, el desarraigo emocional, la insatisfacción permanente. La subasta que pende sobre la casa de Anna Petrovna, objeto de deseo de casi todos los hombres de la función, prefigura el triste destino de la hacienda de El jardín de los cerezos.

Ese primer acto en el salón de la sablista seductora, y el siguiente en la casa de Sasha, esposa de Platonov, abierta a un bosque donde los amantes se persiguen como en Sueño de una noche de verano, es un vodevil sin puertas, llevado a ritmo por Gerardo Vera y su amplio elenco. La acción interna de los dramas chejovianos maduros, aquí se vuelve torbellino.

PLATONOV

De Anton Chéjov. Versión: Juan Mayorga. Dirección: Gerardo Vera. Intérpretes: Pere Arquillué, Mónica López, Elisabet Gelabert, entre otros. Teatro María Guerrero. Hasta el 24 de mayo.

Juan Mayorga, autor de la adaptación, ha encontrado atajos para un texto de muchos meandros: lo ha ceñido, le ha dado una expresividad más madura que la de la vieja versión de Editorial Aguilar. Por él desfilan un banquero judío, dos prestamistas escamados, una versión joven del Chebutikin de Tres hermanas; Osip, un Fuso Negro eslavo, y una galería extensa de personajes empujados por el deseo carnal y la avaricia.

La primera parte de la función asombra; sólo en el último acto comienza a entreverse la edad del autor. En éste, el incipiente especialista en omisiones y en silencios se explica demasiado y hasta editorializa por boca de sus personajes: "Soy un Don Juan ruso, un Hamlet con miedo a la vida, un Edipo incapaz de cerrar los ojos", dice Platonov. El final rezuma melodrama: tenía razón Alejandro Chéjov, su hermano mayor y su primer crítico: hay parrafadas benaventianas y réplicas de Sasha que se vendrían abajo si no fuera por el crédito que les imprime Carmen Machi. Pere Arquillué es un protagonista atormentado, antes que seductor. Entre Mónica López y él debería haber fuego, y sólo hay rescoldo. Es mucho más carnal la relación de Arquillué con el Osip satánico de Roberto San Martín. En un reparto de 19 actores, la paleta de interpretaciones abarca todos los colores y calidades.La primera parte asombra; sólo en el último acto se nota la edad del autor

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