Análisis:

Presiones políticas

La agencia norteamericana del medicamento (FDA) negó ayer que su aprobación del primer ensayo clínico con células madre embrionarias tuviera relación alguna con la investidura de Barack Obama. No podía decir otra cosa sin dejar en pésimo lugar su independencia científica. Pero la Administración de Bush no sólo llevaba desde marzo presionando a la agencia para frenar este ensayo, sino que siempre hizo ostentación de su rechazo a toda investigación con esas células. Y el experimento puede que no sea el óptimo para inaugurar la nueva era de la medicina regenerativa, pero desde luego era el primer...

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La agencia norteamericana del medicamento (FDA) negó ayer que su aprobación del primer ensayo clínico con células madre embrionarias tuviera relación alguna con la investidura de Barack Obama. No podía decir otra cosa sin dejar en pésimo lugar su independencia científica. Pero la Administración de Bush no sólo llevaba desde marzo presionando a la agencia para frenar este ensayo, sino que siempre hizo ostentación de su rechazo a toda investigación con esas células. Y el experimento puede que no sea el óptimo para inaugurar la nueva era de la medicina regenerativa, pero desde luego era el primero que se podía aprobar tras la investidura con garantías científicas.

Desde sus comienzos hace 10 años, la investigación con células madre embrionarias siempre ha estado marcada por la política. En general, los gobiernos conservadores se alinearon junto a la Iglesia católica y la derecha cristiana norteamericana, que rechazan estas técnicas en su creencia de que un óvulo fecundado es un ser humano. En España, el PP fue evolucionando hacia una apertura parcial, y el PSOE aprobó las investigaciones en la anterior legislatura, en línea con el Reino Unido, Bélgica y Suecia.

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Pero los Institutos Nacionales de la Salud norteamericanos (NIH), la mayor maquinaria de investigación biomédica del planeta, habían quedado al margen de esta línea de trabajo. EE UU nunca ha prohibido la investigación con células embrionarias, pero sí ha vetado hasta ahora su financiación pública federal. Los científicos de ese país han tenido que trabajar en la empresa privada -es el caso del grupo que ha visto aprobada ahora su solicitud de ensayo- o establecer una serie de colaboraciones con ella, o con laboratorios de otros países. Todo indica que esos tiempos de ambiente adverso se han terminado, y ésa es una excelente noticia para el futuro de la medicina.

Mientras los problemas legales se han ido desenredando, han surgido otros avances muy notables en el campo. El mayor son las llamadas células iPS (induced pluripotent stem cells), un tipo de células madre aparentemente indistinguibles de las embrionarias, pero que no se obtienen de embriones, sino reprogramando células de la piel o el cabello. Son una gran promesa, pero ni ellas ni los procedimientos para convertirlas en tejidos trasplantables existirían sin las células embrionarias. La sensatez científica aconseja de momento seguir con ambas líneas de exploración en paralelo.

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